ZEPPELIN ROCK: Crítica de "La carga de la Brigada Ligera" (Michael Curtiz, 1936): Review

lunes, 22 de octubre de 2018

Crítica de "La carga de la Brigada Ligera" (Michael Curtiz, 1936): Review



por Möbius el Crononauta



A decir verdad, por unas razones u otras, nunca hemos sabido vender nuestras batallas ni nuestras glorias históricas, y menos todavía hacer pasar por grandes gestas lo que fueron chapuzas indignas. Me refiero al caso de España. Ni Benito Pérez Galdós pudo hacer mucho. En cambio, estos anglosajones y franchutes le sacan brillo a sus metidas de pata con una facilidad pasmosa. Vean si no la famosa carga de la caballería británica en Balaclava, producto de un choque de egos, malentendidos y órdenes mal redactadas, y que acabó en un desastre bastante poco glorioso, que hoy en día es símbolo de valor y heroico estoicismo militar. Claro, ahí estaba el Poeta Laureado Lord Alfred Tennyson para escribir un poemilla que convirtió la metida de pata en gloria bendita.



Y el caso es que a pesar de que La carga de la Brigada Ligera comienza exaltando la memoria del famoso regimiento de caballería, citando a Tennyson, el poema y demás, al momento aclaran que en realidad han hecho lo que han querido y que cualquier parecido con los hechos históricos es mera coincidencia. En efecto, un film cuya trama tiene lugar en su mayor parte en la India no parece que sea muy fiel a la famosa batalla de la Guerra de Crimea, pero... ¿quién quiere hechos históricos cuando tiene a Errol Flynn con su impoluto uniforme y su impoluta sonrisa derrochando glamour a destajo?

Con la magnífica El capitán Blood el gran Errol había pasado de ser una joven promesa a estrella de primer orden en la Warner Bros. Había que aprovechar el momento, y como en aquellos tiempos de férreos contratos y sistema de estudios eran realmente unos pocos elegidos los que podían conducir su carrera a su gusto, desde los estamentos superiores le llegó al actor la noticia de que su próximo vehiculo estelar sería La carga de la Brigada Ligera.




Partiendo de un guión del periodista Michael Jacoby (el pobre había pasado miles de horas recopilando información que fuera fidedigna para tener una historia fiel a los hechos), que varios estudios habían rechazado antes, el mandamás del estudio, Jack Warner, quería aprovechar el reciente éxito de Tres lanceros bengalíes. Una historia de corte similar, un film de aventuras ambientando en el Imperio Británico, sería ideal para su nuevo protegido, el señor Flynn.

Para acompañar a Flynn eligieron a un apuesto galán de buena acogida en la época Patric Knowles, a Olivia de Havilland, que ya había demostrado ser una perfecta pareja para Flynn en El capitán Blood, y a un joven actor prestado por el estudio de Samuel Goldwyn. El joven actor era David Niven, y se había ganado el papel con una arrogante respuesta al director durante el casting. Las palabras del director habían sido:"Dadle el papel a Mr. Chico Listo".




El director era el irascible Michael Curtiz, que ya había dirigido a Flynn en El capitán Blood. Curtiz no era un tipo fácil, Flynn no era un tipo fácil... pero si la magia funcionaba, ¿quién iba a separar los ingredientes? Bajo la égida del director húngaro, y con un largo y difícil rodaje por delante, los meses que se avecinaban prometían ser agónicos.

Por el momento Niven y Flynn empezaban el rodaje con mal pie. Tiempo atrás habían sido presentados y habían coincidido en alguna que otra fiesta, y ninguno de los dos tenía un gran concepto del otro. Pero cuando las cámaras empezaron a rodar, y los tiempos muertos hicieron su aparición, los dos actores vieron que a pesar de sus diferencias tenían algunos puntos en común: el alcohol, las mujeres, las travesuras, y un blanco con el que desahogarse: Michael Curtiz. Para restarle dramatismo a las constantes rabietas del director, los dos actores se cachondeaban del pésimo acento del húngaro, acento que empeoraba cuando se enfadaba. Por lo tanto, la diversión estaba garantizada.

La relación entre Flynn y Olivia de Havilland también era, y siempre fue, curiosa. Durante el rodaje de El capitán Blood el bueno de Errol había tenido dos objetivos: dar lo mejor de sí mismo para convertirse en una gran estrella, y tirarse a la Havilland. Logró el primero con creces, pero falló en el segundo. Olivia de Havilland tenía un buen concepto de Errol, le caía bien (a pesar del desmesurado ego de él) y, por supuesto, le parecía sexy (¿a alguna mujer no se lo parecía?), pero simplemente no quería ser una muesca más en el bastón del amor de Errol. Por supuesto el viejo pirata seguiría insistiendo, recibiendo una negativa tras otra. Sin embargo, tanto él como Olivia estaban destinados a rodar ocho películas juntos, y el acoso y derribo acabó derivando en una gran amistad y una suerte de relación platónica que duró hasta la muerte del actor.




El rodaje comenzó en exteriores, concretamente en el desierto californiano y en Sierra Nevada (California). Durante las primeras semanas, a finales del otoño, todo fue bien. El clima era suave y con el equipo y el reparto alojado en un confortable hotel de madera. Pero una noche el hotel ardió hasta los cimientos, y poco después llegó el gélido invierno. Fue así como técnicos, actores y estrellas (¿dónde podían ir si no?) acamparon en tiendas de campaña, buscando las mil y una maneras de calentarse. Por el día los técnicos se relajaban en sus abrigos, pero el reparto se congelaba en sus ligeros uniformes británicos de colonias. Por desgracia, el invierno californiano no tenía mucho que ver con el calor húmedo de la India. Y por entonces las estrellas de cine, así como los Sindicatos de Actores, tenían mucho menos poder de que se piensa.a

Les gustara o no, el rodaje debía continuar. De todas formas Niven y Errol podían combatir el frío burlándose del pobre Curtiz. Uno de los momentos álgidos del director fue cuando ordenó que trajeran a los caballos desmontados para cierta escena. Su desafortunada frase bring on the empty horses (traed a los caballos vacíos) casi les provoca una ictericia a los dos actores. La frase se convirtió en una de las bromas favoritas de David Niven, lo que demostró titulando así a uno de sus famosos libros de anécdotas hollywoodienses. En otra ocasión, después de que Errol le espetara en la cara al pobre director húngaro que era un "gilipollas", a Curtiz le entró otra de sus rabietas a lo Yosemite Sam (me lo puedo imaginar perfectamente saltando sobre su gorra de director con Errol al lado comiendo zanahorias) lanzando al mundo la epatante frase "creéis que no sé un jodido nada... Bien, dejad que os diga. Sé un jodido todo". Tras semejante afirmación el estallido de Niven y Errol debió escucharse en Washington D.C.




Por supuesto, el rodaje en exteriores no fueron todo risas y mal inglés. Como solía ocurrir en su rutina diaria, Errol tuvo que desenfundar los puños. Todo comenzó con un rudo especialista. Montado en su caballo, Errol se preparaba, peine y espejo en mano, para rodar una escena. Para hacer reír a sus compinches especialistas (soltando seguramente un "ahora veréis"), el stuntman decidió pinchar la grupa del caballo de Errol con la punta de su lanza de atrezo. Evidentemente el caballo salió disparado y la gran estrella acabó en tierra. Con el dolor mitigado el actor se irguió lentamente, se sacudió en polvo, y se acercó al grupo de especialistas para preguntar por el autor de la broma. El bestiajo, creyendo que iba a divertirse aún más, no dudó en bajar de su caballo y dar un paso al frente ante las sonrisas de sus compañeros. Error de cálculo. Debería haber sabido que Errol no era Tyronne Power. La estrella se fue directamente a por el especialista, sin darle tiempo a reaccionar. El especialista acabó en el hospital, y el honor de Errol quedó restablecido. Por supuesto, como buen tipo duro, el especialsita no sólo no le guardó rencor, sino que se convirtió en su amigo lo que quedaba de rodaje. Al fin y al cabo, se había ganado su respeto. No sería la última vez en que durante el rodaje Errol usaría sus puños para poner las cosas en su sitio.

Olivia de Havilland también tuvo su ración de problemas. Aparte de tener que maquillarse y peinarse a cada momento debido al polvo y el viento del desierto, la joven de 20 años se escandilzaba ante el lenguaje que usaban en sus peleas Curtiz y los dos sosias del desierto. Seguramente pasó tanto tiempo con las manos en los oídos como recitando sus frases ante la cámara. Además, como precio a su negativa a Errol, tuvo que aguantar las continuas bromas de éste, que iban desde robarle los dibujos que hacía para distraerse del set y los decorados para colocarlos en letrinas escasas de papel higiénico, hasta ponerle una serpiente de goma en los panties.




La carga de la Brigada Ligera es uno de los grandes clásicos de aventuras de la Era Dorada de Hollywood, con poca fidelidad histórica pero repleta de acción y romance, que es lo que al fin y al cabo quería el público. Pero todo ello con glamour, grandes estrellas y uno de los grandes directores todoterreno de la historia. El film, como muchos otros de la época, combinaba con gran desparpajo un arquetípico trío amoroso entre la hija de un alto oficial y dos hermanos con trepidantes conflictos bélicos en la colonia inglesa, un mero macguffin para llevar al 27 de Lanceros a Balaclava. La Warner no reparó en gastos, y se construyó un fuerte y se contrataron a centenares de extras para lograr espectaculares batallas, asedios en plan El Álamo y la arquetípica celada de las tribus en un rocoso barranco. Además, La carga de la Brigada Ligera contaba con algo que no se veía todos los días en el cine de entonces, y era una auténtica masacre no sólo de soldados, sino también de mujeres y niños. Por supuesto no se cebaban con el ausento, pero haberla, hayla. Aunque la verdadera matanza del film no fue de actores y figurantes. Fue de caballos.

Sin duda la media hora más espectacular del film es la famosa carga final contra los imponentes cañones rusos. La pericia de Curtiz al rodar la secuencia devino en una trepidante media hora llena de acción y creciente velocidad como pocas veces se vería hasta, quizá, el estreno de Ben-Hur en los 50. Pocas veces veréis un regimiento de caballería caer de forma tan espectacular. Pero el mérito no se debió sólo a la maestría del director, sino a una verdadera hecatombe equina. Las cifras varían según las fuentes, pero parece seguro que al menos entre 50 y 100 caballos fuero gravemente malheridos, la mayor parte de ellos teniendo que ser sacrificados.

Para lograr una plena espectacularidad y realismo en la pantalla, Curtiz recurrió al viejo sistema de la "W continua", una técnica consistente en atar las patas delanteras de los caballos a postes situados por debajo del campo dela cámara. Los caballos galopaban, pero cuando realizaban el recorrido deseado, los cables se tensaban y los equinos eran derribados. Por supuesto los jinetes eran especialistas y sabían cuando y cómo caer, pero los caballos no, por lo tanto la grandiosidad de las caídas, y las lesiones, estaban aseguradas.




Cuando aquello se convirtió en la versión equina de los heridos sudistas de Lo que el viento se llevó, el propio Errol fue a quejarse a Jack Warner. No consiguió demasiado, salvo unas palabras paternalistas por parte del mandamás y su orden posterior de rodar el resto de secuencias con caballos a cargo de una segunda unidad en México, donde al parecer el bienestar animal no estaba entre las prioridades de las autoridades. Pero el amigo Warner seguramente no había contado con La Sociedad Californiana para la Prevención de la Crueldad contra los Animales. Entonces, al igual que ahora, las sociedades protectoras de animales no se dejaban engañar ni se arredraban fácilmente. Los enviados de la Sociedad visitaron el set en México, y ante el espectáculo dantescoque vieron allí, volvieron a los Estados Unidos para demandar a la Warner Bros. A tito Jack no le quedó más remedió que multar a unos cuantos técnicos y curritos. Obviamente no le tocó un pelo a Curtiz.

Quizás los pobres caballos de México estuvieran condenados, pero la polémica llegó a Inglaterra, Europa, y al Congreso de los Estados Unidos. La carga de la Brigada Ligera supuso un punto de inflexión en la forma en que Hollywood trataba a los animales. El Congreso aprobó una ley para la protección de los animales usados en la película, y el estigma de holocausto animal acompañó al film durante años. Tal es así que tras la Segunda Guerra Mundial, cuando la Warner decidió reestrenar a bombo y platillo los grandes éxitos de Errol para el estudio, La carga de la Brigada Ligera fue la única en no salir de los almacenes.

Sí, La carga de la Brigada Ligera nunca será del gusto del grupo PETA y de las almas sensibles. Pero, aparte de que al menos sirvió para cambiar las cosas, no deja de ser un gran film de aventuras, ofreciendo entretenimiento tan ligero como la misma Brigada, y dejando para la posteridad una, a pesar de todo, realmente espectacular carga de caballería. Y es que la conjunción Curtiz-Flynn-De Havilland no fallaba, y si a eso le añadimos el pequeño papel de la estrella en ciernes David Niven, pues tenemos un reparto ideal para un film de estas características.

¿Qué fue de Patric Knowles? ¿A quién le importa? ¡Ese tío era un sosainas!

Y sí, cuando veo La carga de la Brigada Ligera, yo también me acuerdo del videoclip de "The Trooper".



No hay comentarios:

Publicar un comentario