ZEPPELIN ROCK: Crítica de "Full Metal Yakuza" (Takashi Miike, 1997): review

domingo, 26 de febrero de 2017

Crítica de "Full Metal Yakuza" (Takashi Miike, 1997): review


by King Piltrafilla (@KingPiltrafilla)





Full Metal Yakuza es una película japonesa de Takashi Miike en la que un memo de mucho cuidado no se sabe como acaba formando parte de una banda Yakuza. El tipo –llamado Hagane- es todo un negado y ninguna de las operaciones en las que participa sale bien. Quizás por eso, cuando los jefes se ponen de acuerdo en eliminar a un antiguo miembro de la banda, le encargan a él ser uno de los que le acompañen a la cita trampa. Como era de esperar, el inútil cae abatido por las balas. Y aquí, amiguitos, comienza de verdad el argumento de esta infumable película –ni es original, ni goza de fotografía, guion o actuaciones remarcables- con regusto a Robocop de serie B en versión japonesa.




Mirad. Para que veáis lo “buena” que es, lo primero que hace el renacido Hagane biónico al despertar a la “vida” es mirarse el pene y exclamar, “¡es enorme!”. Luego sale a la calle una noche de lluvia y descubre que, además de tener mucha fuerza y potencia muscular, el agua no le va bien a su cuerpo. De regreso en el laboratorio, el chiflado que le ha construido le explica quien es, los magníficos poderes que tiene... y que el corazón del hombre que mataron junto a él es el que ahora late en su pecho. Eso y un gran pene –como antes ya hemos descubierto-, que no se ve en la película porque cada vez que aparece, está “pixelado”. Eso se debe a que las leyes japonesas prohiben la representación gráfica de penes y vulvas en cómics y películas. Total, que lo que sigue es la búsqueda de venganza por parte de Hagane quien acaba retirándose a una playa en la que conocerá a la que era novia de aquel de quien posee ahora su corazón. A la pobre la secuestrarán los malos para prepararle una trampa al vengador biónico..., pero no os contaré nada más para que no decaiga vuestro interés si algún día os dais un golpe y quedáis tan tarados que os decidís por verla. Ah, por cierto, mención aparte merecen los efectos especiales dignos del peor estudiante de una escuela de cine de hace cuarenta años. Menos mal que Miike –que sigue siendo bastante “rarito” en sus propuestas- ha aprendido algo con el tiempo. Si a todo eso le añadimos que visioné una copia en versión original con subtítulos en argentino, os podéis imaginar lo freak que resultó la sesión.

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