ZEPPELIN ROCK: CRÍTICA del disco de BLUE CHEER "Vincebus Eruptum" (1968): Reseña

martes, 30 de marzo de 2021

CRÍTICA del disco de BLUE CHEER "Vincebus Eruptum" (1968): Reseña

 


 por JLBM


Estos tipos llamados Blue Cheer llegaron en 1967 atraídos por la incipiente actividad musical de la ciudad de San Francisco, desplazándose desde California. Tras presenciar la actuación de Jimi Hendrix en el festival de Monterey, Blue Cheer se convertía definitivamente en un trío. En una época, finales de los 6o, en la que no existía como tal el concepto de power trio, Blue Cheer se encargó de definirlo.


En 1968 Blue Cheer lanzaba su impresionante álbum de debut. Vincebus Eruptum se convirtió en una obra maestra del primitivo metal y hard rock. Black Sabbath y Deep Purple lo habían hecho desde Europa y les fue reconocido. Blue Cheer lo hizo en Estados Unidos, pero no corrieron la suerte de sus coetáneos europeos.

Un álbum absolutamente adelantado a su tiempo en el que el sonido duro, ruidoso y energético proporciona envoltorio a un conjunto de seis temas fuertes, caóticos y agresivos.

La producción a cargo de Abe "Voco" Kesh se encaminó a destacar los sonidos de las guitarras por encima de todo, unas guitarras, las de Leigh Stephens, que se transforman violentamente en formidables constructoras de riffs mastodónticos gracias a los fuzztones y overdrives, amén de la técnica individual del señor Stephens, un auténtico maestro en el arte del golpeo de las cuerdas, algo que se hace evidente en las fases rítmicas.

Aquel tipo de producción dificultó en cierto modo el sonido de los solos o de las improvisaciones, aunque puede que sea esa una de las razones que otorgan a Vincebus Eruptum ese áurea mágica que lo envuelve.

El bajo y la voz de Dickie Peterson, el alma del trío, y  la batería del feroz Paul Whaley, también quedan algo oscurecidos por el predominio de la guitarra, aspecto que posteriores remasterizaciones han solventado.

La música de base blues sirve de excusa para unos sonidos mucho más agresivos que crean un nuevo concepto que evolucionaría con el tiempo bajo diferentes prismas. Un trabajo que hoy sería considerado EP merced a sus seis temas de algo más de media hora de duración que sería de gran influencia para bandas stoner a través de sus poderosos acordes psicodélicos y el uso y sobre todo el abuso de sus equipos de sonido. Tres tíos dándolo todo delante de una pila de Marshalls. Brutal.

Todo ello fluyendo bajo los efectos del LSD. Pero mientras el resto de bandas de San Francisco se sumergían en un sosegado estado de paz y bienestar, Blue Cheer hizo justo todo lo contrario, sonando más alto, más fuerte, más crudo y más enérgico  que nadie.

El inmenso cover del "Summertime Blues" de Eddie Cochran, una bestialidad sobre amplificada que literalmente se come a la de The Who, abre el disco dando un golpe en la mesa. Otra versión, ahora el "Rock Me Baby" de B.B. King continúa en esa línea atronadora que domina la totalidad de Vincebus Eruptum. Ahora "Doctor Please" justifica todo el álbum. Compuesta por Dickie Peterson, como las tres del álbum que no son versiones, presenta un sonido trepidante y una histeria vocal en esta oda a las drogas de ocho minutos gloriosos. "Out Of Focus" es un trallazo psicodélico en el que el trabajo de Stephens con su guitarra da incluso miedo. Algo similar sucede con el "Parchment Farm" de Mose Allison. Termina Vincebus Eruptum con el nuevo baño de ácido demoledor que es "Second Time Around".

Desgraciadamente Blue Cheer nunca adquirió el crédito que como banda merecía, y se perdió en el poblado escenario de los grupos psicodélicos de la época.

Cuando el ruido y el talento se juntan, cuando el rock se vuelve enérgico y se toca sin pretensiones, solo por el mero hecho de disfrutarlo, en ocasiones se convierte en un clásico fuente de inspiración. Es el caso de Vincebus Eruptum.

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