ZEPPELIN ROCK: OZZY OSBOURNE - No more Tears (1991): CRÍTICA Review

sábado, 5 de febrero de 2022

OZZY OSBOURNE - No more Tears (1991): CRÍTICA Review

 

por Rockología (@RockologiaTwit)
del blog Rockologia

No more Tears es el sexto álbum de Ozzy Osbourne, el segundo con Zakk Wylde. Fue publicado en septiembre de 1991, y, después de casi dos años de grabaciones y problemas del loco, resultó, para mí, su última obra maestra y uno de sus dos mejores álbumes (ya le ponéis al lado el que os apetezca). Surtió a las radios de cinco singles y en menos de un mes despachó un millón de copias, alcanzando los cuatro millones en Yanquiland allá por el año 2000. Solamente Blizzard of Ozz ha vendido más.


La construcción de No more Tears fue algo compleja. Junto a Ozzy en las labores vocales estaba su joven guitarrista Zakk Wylde, el batería Randy Castillo y el bajista Bob Daisley, quien fue despedido, entrando Michael Inez en su lugar a tiempo para aparecer en los vídeos, las fotos promocionales y hacer la gira. Por si no lo sabéis, la relación de amor-odio de Bob Daisley con Ozzy y señora da para una miniserie que ya comentamos en su momento. Después de echarle, al poco de entrar al estudio volvieron a (re)contratarle para ayudar a terminar las canciones, meter letras, arreglos; después le llevaron al estudio a grabar los bajos; cuando faltaban unas semanas para finalizar, fue despedido de nuevo. Michael Inez, que ya andaba por allí, entró en su lugar. Lo bueno o lo malo es que ya le había pasado en otras ocasiones. Curioso trío. Junto a ellos metió teclados John Sinclair.

La composición de todos los temas recayó en Ozzy, Wylde y Castillo, con la colaboración de Lemmy Kilmister en cuatro cortes (seis hicieron en total, dos se quedaron fuera). El propio Inez junto al productor John Purcell colaboraron en el tema título.

Así todo, la labor de Duane Baron y Joh Purdell como productores resulta impecable, logrando un sonido grueso pero dejando protagonismo al trabajo melódico de voces y guitarras. Se nota la evolución como guitarrista de Zakk Wylde, con esos maravillosos riffs y los depurados solos, y en eso también tiene que ver el sonido final y las mezclas de Michael Wagener.



La cara A me parece perfecta, con Mr Tinkertrain abriendo y esas cuatro maravillas de seguido: I don’t want to change the world, Mama, I’m coming home (dedicada a su mujer), Desire y No more tears (en estas tres ayuda en la composición Lemmy).  La cara B contiene otros tres trallazos, Road to nowhere, Hellraiser y Time after time, junto a las correctas S.I.N., Zombie stomp y A.V.H., quizá un poco más flojas, relleno del bueno en cualquier caso.

La inicial Mr. Tinkertrain es un buen ejemplo del sonido general de la obra, ideal como inicio. El riff de Zakk marca el tema que juguetea con las armonías y el tempo de Castillo, sencillo estribillo y feroz solo para la historia de un abusador, un depredador sexual. En esta misma línea sonora crece I don’t want to change the world, con un mejor fraseo de Ozzy. Curiosamente, se llevó un Grammy. Una de las perlas del disco en forma de balada aparece ahora. Mama, I’m coming home, con un toque southern en la guitarra acústica, una línea melódica muy sencilla pero efectiva y la letra de amor a cargo de Lemmy, impagable. Alcanzó el número 2 en las listas de ventas.

El disco contiene otras dos piezas lentas. Road to nowhere me parece excelente, quizá la mejor de las tres, con un ancla en los tiempos de Randy Rhoads y otra en el enorme talento de Wylde, que se vuelve hermosamente melódico. El Madman también interpreta con ímpetu redondeando el corte. La tercera balada en discordia se titula Time after time, algo más previsible, pero con un delicado arpegio inicial, las voces dobladas en el estribillo y una estructura simple que la hacen encantadora; el solo de Zakk, imperdible.

En la parte más aguerrida nos queda por escuchar mucha tralla. Sin salirse del patrón que engloba el disco, Desire se acerca al trabajo de No rest for the wicked, un corte muy Wylde donde Ozzy canta con desgarro. Con la misma energía, S.I.N. se deshace en la melodía de puente-estribillo mientras que Hellraiser loa a la vida del rock and roll más canalla, da todo el protagonismo al narrador, con una letra «autobiográfica» (la escribe de nuevo Lemmy). Por cierto, impresionante la versión de los propios Motörhead. El tema título, con un gran vídeo, No more tears, el más largo, juguetea con los teclados, el ritmo de bajo y la guitarra, los cambios, los silencios y el up-tempo, con una parte instrumental en el centro de lo mejorcito del combo. Cerramos con los, quizá, temas más flojos. Zombie stomp da un largo protagonismo a los instrumentos, con un patrón que va repitiéndose los primeros minutos, pero luego flojea en la parte vocal y melódica, demasiado previsible. A.V.H. nace con un aire southern de nuevo pero luego ofrece poco más, al menos en comparación con el resto de canciones.

La portada y el artwork general lo realizaron Nancy Donald y David Coleman con fotografías de Matt Hahurin. No es su mejor portada, desde luego, pero resulta curioso identificar a Ozzy con esas alas.

En resumen, un disco imprescindible de Osbourne, de Wylde y, en general, del rock y el metal de finales de los ochenta y principios de los noventa. Un pequeño tesoro que recuperar.

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