ZEPPELIN ROCK: Cahiers du Cinema - Buñuel, Welles y Dreyer

miércoles, 21 de marzo de 2012

Cahiers du Cinema - Buñuel, Welles y Dreyer


La revista Cahiers du Cinema dedicó algunos de sus números a entrevistas de directores punteros en su momento. Buñuel, Dreyer y Welles fueron tres de ellos, en conversaciones efectuadas en los años 1954, 1958 y 1965 respectivamente. Estas tres entrevistas, de inmenso valor, fueron publicadas posteriormente en español a través de la editorial Fundamentos, en la serie que dedicara a los “Maestros del Cine – Directores”, en un libro que se titularía Buñuel – Dreyer – Welles, y que leí no hace mucho alentado por un amigo cinéfilo que responde al nombre de Fabián Castillo cuyas colaboraciones son por aquí habituales.


Si traigo a esta página tales referencias y notas no es con otra intención que la de dejar algunos detalles curiosos que se desprenden de estas entrevistas y que yo desconocía, o porque simplemente me han parecido interesantes o chocantes. Como creo que también pueden ser de interés para algunos lectores amantes de estos directores y su cine, citaré algunas de las frases que dejaron para nosotros. Son simples notas curiosas que a mí me parecen relevantes, ya digo. No obstante, si queréis saber más de la personalidad de estos directores, de la concepción y evolución de su cinematografía, de la opinión que ellos les merecen sus producciones, de sus opiniones con respecto al cine del momento, etc. os remito evidentemente al libro, que se deja leer con líquida fluidez.


Luis Buñuel


Habla en un momento puntual de cómo ese conocido documental titulado Las Hurdes, que rodaría tras La edad de oro, en 1932, como se sabe, fue prohibido por la República española: “Las autoridades estaban furiosas, y habían solicitado a las embajadas que la película no se pasase en el extranjero porque era injuriosa para España”. De hecho no se proyectaría hasta 1937, en París.

Y como la cabra siempre tira al monte, dice que en Los olvidados, esa grandísima película rodada en México que no me cansaré de alabar, quiso introducir algunos elementos surrealistas (esencia de Un perro andaluz o La edad de oro), aunque al final se lo prohibieron terminantemente (con lo que, a mi juicio, la película ganó); lo dice así Buñuel: “Quería introducir en las escenas más realistas elementos locos, completamente disparatados. Por ejemplo, cuando Jaibo va a pelearse con el otro muchacho y a matarle, en el movimiento de la cámara se ve a lo lejos la carcasa de un gran edificio de once pisos en construcción, y me hubiera gustado poner ahí una orquesta de cien músicos.” Menos mal que no lo hizo (tales elementos surrealistas extemporáneos no hacen sino mermar calidad de otras películas suyas, como Él; si bien en otras ocasiones (Nazarín) no emborronan el resultado). Así que es de agradecer que se pusiera límite a esos impultos juveniles que de los que Buñuel raramente pudo desprenderse, muchas veces para bien.

¿Y cuánto duraban sus rodajes? Nos lo aclara él mismo: “Excepto Robinson Crusoe, todas las demás películas las he hecho en veinticinco días de rodaje”.

Si imagináis que el aragonés acudía mucho al cine, mirad: “Voy muy poco. No quiero exagerar, digamos cuatro veces. Puede que sean seis, puede que sean dos, pero de media unas cuatro veces”.

Te puede interesar nuestro enlace Las mejores películas de Luis Buñuel. Y por supuesto ese libro de memorias plagado de anécdotas titulado Mi último suspiro.


Carl Theodor Dreyer



Poco de anecdótico puede entresacarse de su entrevista, de guion -pudiéramos decir- serio, pero me interesa el punto en el que el periodista le pregunta por su influencia en Bergman; y él, negando la evidencia, responde que “Bergman tiene la suficiente personalidad como para no tener que imitar a nadie”. Es algo que no se creía ni él, claro. Bien mirado, era como decir eso explícitamente y a continuidad hacerle calladamente un guiño, como diciéndole: “¿porque es así, no, sr. Bergman?” A mi entender el cine de Bergman engrandece al de Dreyer, al que tanto debe el del autor de El séptimo sello.


Orson Welles




Las opiniones de Welles son toda una visión del cine y de la vida, algo paradójica en ocasiones. Welles se pone a hablar sin parar y es normal que dada esa verborrea (tan llena, por otro lado, de referencias culturalistas) ese armazón teórico que intenta componer se desmorone precisamente por la cantidad de imprecisiones o contradicciones de las que está plagado tal discurso. También le confiere algo de grandeza.

Me encanta su defensa a ultranza de Montaigne, “el escritor más perfecto que haya existido en este mundo. Lo leo literalmente todas las semanas, de la forma en que la gente puede leer la Biblia”.

Sobre la influencia de Eisenstein en sus películas, de la que tanto se ha hablado, Welles es tajante: “Jamás he visto una película de Eisenstein”. Al final reconoce que ha visto solo Iván el Terrible, como también que durante años ambos tuvieron una intensa relación epistolar.

No le importa reconocer haberse salido de la sala al cuarto rollo de Rebelde sin causa: “Con solo pensar en esa película me pongo de mal humor”, alega el señor Orson.

De los directores americanos dice interesarle solo Kubrick, pero no se corta en decir: “Atraco perfecto no estaba mal, pero Senderos de gloria era repugnante; también me salí al acabar el segundo rollo”. También habla de su gusto por el cine de De Sica, del Ford de La diligencia, entre otros autores. Y, hablando del presente, dice: “Hoy, tengo gran admiración por el cine japonés, Mizoguchi y Kurosawa, Los cuentos de la luna pálida y Vivir”.

En fin, es tan solo un botón de muestra de lo mucho que podemos aprender de ellos en este libro que imagino que estará agotado, y de seguro habrá que recurrir ya en librerías de viejo para adquirirlo. Yo lo hago a menudo.

Ángel Carrasco Sotos

2 comentarios:

  1. Lo voy a buscar por todos los sitios, el libro digo, porque debe ser estupendísimo.
    Besos.

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  2. Imagino que no será fácil de encontrar. El que te recomiendo son esas memorias de don Luis Buñuel.
    Bss.

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