ZEPPELIN ROCK: Crítica de BRONCO BILLY (Clint Eastwood, 1980): Reseña

martes, 5 de noviembre de 2019

Crítica de BRONCO BILLY (Clint Eastwood, 1980): Reseña


por Möbius el Crononauta



Daría para una buena tertulia en la que discutir con unas cervezas o envueltos en humo a lo Garci. ¿Cuál debería ser considerada la primera película de autor de Clint Eastwood? Hasta entonces su carrera como director se había limitado a un film de suspense, un buen par de pelis de acción y dos westerns que sin duda habían constituido sus trabajos más personales hasta la fecha, junto a la olvidada película romántica Primavera en otoño, en la que Eastwood decidió dar por primera vez su particular versión del amor y sus vicisitudes. Por otro lado, en sus westerns Eastwood había jugado con una de las eternas inquietudes del género y del mismo Clint: la venganza, junto a una clara simpatía por los descolocados, desarraigados y perdedores, esos misfits que vagan de un lado a otro del continente buscando un perpetuo hogar.




Con todo, para muchos críticos Eastwood seguía siendo un buen director que había aprendido bien la lección de Leone, Siegel y los clásicos, pero que no dejaba de ser una estrella metida a director con buena fortuna y saber hacer, pero sin demasiado que decir. Por supuesto algunas de sus películas habían sido muy aplaudidas, mientras que otras habían sido masacradas, y sus éxitos en taquilla y sus películas con monos no ayudaban precisamente a que los estudiosos cinematográficos más correosos se decidieran a aceptarle como un gran director.

Cada uno tendrá su propia opinión de cuando Eastwood dejó de ser un aprendiz de otros para ser un maestro que sentaba cátedra. La crítica, especialmente el sector más 'artie', dio un primer paso en cambiar de opinión respecto a Eastwood al invitarle a que proyectara su último trabajo por entonces, Bronco Billy, en el MoMA de Nueva York.




Durante los 80, el largo gobierno republicano estadounidense incidió en más de una ocasión en recuperar los valores familiares que parecían difuminarse a una velocidad de vértigo. Esa línea de pensamiento tuvo su culminación cuando George Bush padre (¿el presidente americano más estirado de la historia?) afirmó que quería una América más como The Waltons y menos como Los Simpson. Eastwood, a causa, o no, de sus ideales republicanos, también compartía esa preocupación, y no fue la última vez que trataría el tema en sus películas. En 1980 el propio Clint comenzaba los trámites de divorcio para un largo matrimonio con la actriz Maggie Johnson que hacía años que estaba muerto. De hecho vivían separados desde principios de los 70, y ambos habían rehecho sus respectivas vidas sentimentales.

Así pues no debió ser casual que fuera entonces cuando Eastwood se destapara con Bronco Billy, una película en donde fusionó su querencia por la figura del eterno perdedor con algunas de sus ideas más personales respecto a la familia, el matrimonio, y algunos de esos ideales americanos que, como suelen decir políticos y un buen puñado de personajes cinematográficos, hicieron grande al país.




Bronco Billy, el personaje, es un ser anacrónico, una suerte de don Quijote surgido del western, quien trata de salir adelante con un show ambulante del Salvaje Oeste de esos que hizo popular Búfalo Bill, y que ya a principios del siglo XX parecían totalmente trasnochados. Junto a una curiosa caterva de unos personajes tan perdedores como él, viaja de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad, en un constante estado económico que bordea la bancarrota, tratando de llevar magia e ilusión a unos niños y jóvenes rodeados de películas, televisión y una creciente industria de los videojuegos. La pregunta es evidente: ¿queda sitio en un mundo tecnológico para Bronco Billy, sus chicos, y su espectáculo de indios y vaqueros?

En Bronco Billy Eastwood repitió con varios de los secundarios de El fuera de la ley y Duro de pelar, y compartía con la primera ese homenaje al extraño sentido de familia que puede crearse entre distintos personajes de diverso calado y origen, pero con unos cuantos e importantes puntos en común: la soledad, un pasado que olvidar y un constante anhelo por tener un hogar al que poder considerar como suyo. En ese sentido, Bronco y sus compañeros Lefty, Doc, Leonard, el Jefe Gran Águila y su mujer Agua Corriente, son una familia compuesta a base de retazos de recuerdos tristes, errores, soledad y unas familias de sangre muy poco recomendables. En el extraño circo de Bronco todos han encontrado no sólo un hogar, sino una expiación a sus pecados. El espectáculo de Bronco representa, en el fondo, el viejo Sueño Americano, el de la tierra de las oportunidades, donde cualquiera puede empezar de nuevo y sacar adelante su sueño. Bronco tiene un sueño, y sus compañeros una nueva oportunidad. La caravana ambulante de Bronco Billy es, en definitiva, la vieja América, una América que quizás nunca existió tal como la recuerda el consciente colectivo, pero que representa un eterno modelo que sirve tanto de guía como de espejo en el que reflejarse.




Bronco Billy podría ser considerado como un western urbano, pero en realidad por primera vez Eastwood dejaba atrás el cine de acción y los arquetipos del pistolero solitario para conformar un film en el que los personajes eran más reales que nunca, y la historia que Eastwood relataba era más una historia que avanzaba a través de esos personajes llenos de vida que con o a pesar de ellos. En ese sentido con Bronco Billy Eastwood se "humanizaba" más que nunca, acercándose a los personajes más sencillos y honestos, como no había hecho desde Primavera en otoño.

El plantel de actores representa, por otra parte, esos personajes a la perfección. Desde los secundarios hasta el propio Eastwood, todos rayan a un gran nivel. Geoffrey Lewis, por ejemplo, interpreta uno de los personajes más divertidos que le haya visto, alejándose de sus habituales roles de psicópata o paleto. El carismático Scatman Crothers está igual de bien que en El resplandor por ejemplo, y, aunque pocas veces tenga buenas palabras para Sondra Locke, hay que reconocer que su papel en la película es de lo mejor que hizo con Eastwood junto a sus papeles en El fuera de la ley y Ruta suicida.




Evidentemente, no cabe duda de que Bronco Billy es uno de los films más clásicos de Eastwood, uno de sus mejores y más sencillos trabajos, y uno de los favoritos del propio Clint.

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