ZEPPELIN ROCK: Crítica de la película "Todos los hombres del presidente" (Alan J. Pakula, 1976): Reseña

martes, 5 de febrero de 2019

Crítica de la película "Todos los hombres del presidente" (Alan J. Pakula, 1976): Reseña


por Möbius el Crononauta



Quiero suponer que que allá por los 70 Todos los hombres del presidente significó para los aspirantes a periodistas lo que El club de los poetas muertos para muchos aspirantes a profesores: un espejo ideal en el que reflejarse. Demasiado ideal seguramente; seguro que más de uno se veía tan sexy como Robert Redford destapando increíbles casos corruptos y tumbando a algunos de los seres más importantes de la nación. Pero con el tiempo llegaría el desengaño, y como mucho destaparían algún escándalo sanitario en algún restaurante local. Tipo de escándalos que fueron, por cierto, el pan de cada día para el periodista Bob Woodward antes de alcanzar la fama junto a Carl Bernstein gracias a su investigación del Caso Watergate, que acabó significando el fin de la carrera política de ese curioso presidente que fue Richard Nixon.




Todos los hombres del presidente fue la adaptación del (por otra parte, bastante interesante) libro del mismo nombre escrito por los propios Woodward y Bernstein en el que narraban, casi de forma novelizada (aunque por supuesto estamos en el género de la no-ficción), las investigaciones que llevaron a cabo desde el Washington Post sobre el Watergate, donde fueron arañando, poco a poco, datos y conjeturas, encajando piezas, hasta llegar a ya sabéis quien.




Por supuesto, con un tema tan candente, el libro fue un éxito, y el avispado Redford supo reaccionar rápido y se hizo con los derechos de la obra para el cine. Cuestiones de negocios aparte, no cabe duda que el rubio actor tenía también motivaciones políticas; conocido de sobra es su activimo político de corte liberal. Aunque Redford también declaró que también consideraba la historia de Woodward y Bernstein como una clara representación del poder de la prensa. Y, sobretodo, le intrigaba la relación que tenían entre sí Woodward y Bernstein.




El caso de Woodward y Bernstein fue el de una colaboración de circunstancias, dos tipos que se complementaban como periodistas, pero que no podían ser más distintos como personas (por ejemplo, Woodward era republicano y Bernstein era un judío de pelo largo que no habría desentonado en una manifestación anti-Vietnam, fumando yerba y demás). No se llevaban bien (el binomio no duró mucho más allá del Watergate), pero juntos conformaban un gran reportero.

Redford contactó con ellos incluso antes de que llegara publicarse el libro. Como cualquier otro norteamericano preocupado por lo que pasa en su país, el actor siguió las noticias que iban llegando desde el Washington Post con creciente interés, pero como cualquier lector de periódicos, no se fijaba en quien firmaba los artículos. Hasta que, cuando el Caso Watergate comenzó a ser pasto de los medios, leyó en alguna parte un pequeño artículo sobre los propios Woodward y Bernstein, los dos periodistas antagónicos que habían sacado a la luz todo lo que se escondía tras el asalto a la sede central del Comité Nacional Demócrata. Fue entonces cuando decidió que allí tenía una historia.




Los periodistas, especialmente Woodward, no se mostraron demasiado entusiastas ante la propuesta de Redford de llevar su historia al cine. Obviamente, como sabe cualquiera que vea películas hollywoodienses, desconfiaba de la manera en que una película podía distorsionar los hechos. De todas formas, poco a poco, Redford fue venciendo sus miedos, y a través de las propias notas que los dos periodistas estaban recopilando para su futuro libro, comenzaron a surgir escenas. El hecho de que comprobaran que la idea podía funcionar sin que se tergiversara la realidad, más medio millón de dólares, acabó por convencer a los periodistas. El guión se encargó a William Goldman, excelente guionista y escritor (¡hey! ¡escribió La princesa prometida!), que tras rehacer esto y aquello y enfrentarse a las críticas de los periodistas, finalmente llevó el guión a buen puerto. El intento de Carl Bernstein y su pareja de entonces, Nora Ephron, por contribuir con un guión propio (guión que, oh sorpresa, no gustó nada a Woodward. Por lo visto en el guión de Bernstein Woodward no pasaba de ser un fiel "doctor Watson".) no llegó a nada. Con el guión en mano llegó la tarea difícil: encontrar un estudio dispuesto a respaldar la cinta.




A pesar del éxito del libro, parece que el tema todavía candente del escándalo y la dimisión de Nixon asustaba a muchos capos de Hollywood. La Warner Bros se avino a producir el film sólo si Robert Redford protagonizaba la cinta. Aunque no parece que fuera su primera intención, Redford acabó aceptando. No sé si entonces Woodward estaba casado o tenía pareja, pero si hacía vida con una mujer, me pregunto en las tórridas noches si ésta no pensaría en... En fin, seguro que el periodista no tendría quejas. Quizás prefiera a Will Ferrell, quién sabe (sí, ¡el amigo Will también se metió en la piel de Woodward!). El caso es que apareciendo él en el film, necesitaba a otra estrella para equilibrar a los personajes. Por eso Redford pensó en Dustin Hoffman para el papel (estupenda elección por otra parte), y por tanto se llevó al actor a un partido de los Knicks donde le dijo su propósito. Era un acierto, Hoffman aceptó, y cuando Alan J. Pakula llegó para encargarse de la dirección, no pudo sino coincidir plenamente en que Hoffman era un perfecto "Bernstein".




Todos los hombres del presidente no tiene un gran secreto: sigue paso a paso (con las condensaciones y omisiones necesarias para poder meter toda la historia en dos horas y pico) los hechos tal y como se describen en el libro de Woodward y Bernstein, cubriéndolo casi en su totalidad. Mientras que el libro abarca hasta la decisión del Congreso estadounidense de llevar adelante el impeachment para quitar a Nixon del cargo, la trama del film termina con la reelección de Nixon como presidente, aunque en la escena final se nos hace partícipes, de una forma tan sugerente como sucinta, de como acabó todo el asunto. Lo cual es una pena; aunque el film funciona perfectamente como entidad propia, habiendo leído el libro uno se queda con ganas de más. Pero bueno, es un detalle menor. De lo contrario, la película debería haber durado casi cuatro horas.




Aparte del interés de los propios hechos que se relatan, la cinta destaca por un marmóleo reparto de lujo. Aparte de las estrellas mencionadas, un grupo de excelentes secundarios dan un excelente lustre al film: tipos como Jack Warden, Martin Balsam o el entrañable Ned Beatty no son moco de pavo. Aunque destaca un excelentísimo (y esto no es sólo un título honorífico) Jason Robards como el editor jefe del Post. Espléndido actor. Por cierto, brevísima aparición (casi no se le reconoce) de un joven F. Murray Abraham que empezaba, mientras que el guarda del Watergate de la película se interpreta a sí mismo: es el auténtico agente de seguridad que descubrió a los cutres rateros que trabajaban para los hombres de Nixon.




La única complicación de ver Todos los hombres del presidente tal vez pueda ser la sensación que tuve yo al verla por primera vez, que no fue otra que la de andar perdidísimo. Entre el proceloso número de nombres, y que, como le sucedía a algunas pelis setenteras, el doblaje cambiaba sin cesar (¡lo juro! por alguna razón que se me escapa, de vez en cuando en alguna de aquellas pelis ¡los personajes cambiaban de voz! Lo cual no hacía sino añadir confusión al asunto), la verdad es que no pillé un carajo. Aunque era joven e imberbe. Hay que tener en cuenta que la cinta está pensada para un público yanqui que tenía los hechos muy recientes. Pero bueno, a lo mejor a vosotros no os pasa. Si estáis leyendo este blog, no dudo que, a parte de buen gusto, tenéis una mente preclara. Así que si os interesa en algo el Watergate, o si pensáis que el periodismo puede ser romántico y repleto de aventuras, deberíais visionar esta peli.

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