Tontunas
SIEMPRE tuvo ese problema congénito de confundir las palabras (el significante se fugaba del significado en busca de otras conquistas paralelas para permutarse con ellas; o dábase el caso de que el significado flirteara con significantes ajenos (casi siempre vecinitas descocadas) y, a poco que te descuidabas, se estaban dando el lote tras cualquier esquina o frase, desafiando al mundo). Nadie lo llamaba imaginación, claro, sino cortedad de entendederas.
Pero es el caso que ninguno supo presentir ni remotamente aquella solución imprevisible (imprevisible, inopinada, porque nadie se había tomado en serio sus "tontunas"), aquel extremo de entender que existía una relación semántica evidente entre la “consumación” del matrimonio (a la que estaba obligado) y “consumirse” (entiéndase en acepción más bien novedosa por aquel entonces) a su mujer, aún novia por recién casada. Y sí, en verdad estaba buena... con un poco de sal y ajo algo estupendo, muy sabroso. Por una vez daba la razón a sus amigos, esos malditos bastardos. Una vez, para preguntar por un paraguas en una tienda, utilizó el término berenjena.
Ángel Carrasco Sotos
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