ZEPPELIN ROCK: North of South - New Latitudes (2018): Crítica review

lunes, 19 de noviembre de 2018

North of South - New Latitudes (2018): Crítica review



Le debíamos a Chechu esta reseña. Más que nada porque el disco, este New Latitudes de North Of South, ha estado sonando de continuo en casa y se ha instalado durante un tiempo con nosotros como un amable huésped. Es uno de esos discos a los que uno les va cogiendo cariño a medida que los escucha una vez tras otra (casi por obligación impuesta por esa atracción fatal que se instala involuntariamente en tu cerebro). Un trabajo que rezuma calidad por todos sus lados y ángulos, por todos sus poros. Y un trabajo, también, que, por su difícil clasificación, cuesta, más que en otros casos, hablar de él. Pero, de cualquier manera, para uno, es, sin lugar a dudas, de lo mejor que se ha publicado durante este año: una delicia, una delicatessen, un producto fresco (o refrescante) que ofrece sus exóticos sabores a los paladares más exquisitos (de diletante gourmet en nuestro caso), pero que también se ofrece desnudo a quienes en esta edad de hierro se dejan llevar, quizá desconcertados, por la música bullanguera y potajil del panorama musical más comercial (e incluso no tan comercial, pero repetitivo en exceso). En fin, siempre ha habido clases, aunque también colores.


Es el caso, amigos, que el proyecto individual de Chechu Nos se ha convertido en un proyectil. Y esperamos que no deje de dar más fruto (sería casi una tragedia). Merece una continuidad New Latitudes que se ha clasificado sin más como metal progresivo. Y quizá sea la etiqueta que mejor le convenga, aunque haya mucho más en este disco, una ensalada tutti frutti, una colorinesca macedonia que responde a un tipo de música que está hecha más para ser comida (o degustada) que para ser escuchada. Que también, pero esos cambios de ritmo, esa mezcolanza de influencias, de sabores (¿no?), de colores, invitan más a comérsela que a escucharla. Entra por los oídos, pero el cerebro (que no encuentra manera de hacerla bailar en su interior, de acomodarla a un ritmo) la dirige directamente a la boca. Una música -y doy un paso más, quizá hacia el abismo- para ser leída, pues se disfruta como una novela, o como un viaje, que para el caso es lo mismo: un viaje onírico, eso sí, y existencial, por el Amazonas.

En fin, amigos, que el disco está configurado de tal manera que hace dificultosa su clasificación (si es que este concepto tan aristotélico de las categorías importa algo). Es progresivo, pero carece de esos temas extensos propios del concepto; incluso algunos como "Crystal Waters" o "Montreux" (por cierto, instrumentales) no llegan ni a los tres minutos. Los temas son interpretados en un inglés fluido, aunque alguna canción, como "Balance Paradox", este se mezcla con el español. Como también se incluyen teclados, xilófonos, sintetizadores, guitarras españolas marcando punteos y ritmos andalusíes y melodías o fondos orquestales (a lo Dry River en ocasiones) que lo único que hacen es otorgar riqueza sónica a las composiciones. 

El disco, de mimada producción, transcurre por un dédalo de calles y callejones de los más variopintos pelajes. Es un disco viajero, pero a la vez muy onírico (como decimos), lleno de atmósferas de ensueño, atmósferas que desconciertan, que despistan, que te llevan de la mano de un lado a otro, por caminos selváticos en que las fieras (esos coros) te llaman con cantos de sirena o te susurran al oído palabras que te asustan, que provocan una inquietud. Un disco heterogéneo en el que sobresalen ritmos de rock duro, pesados en ocasiones, metaleros (muy Van Halen a veces), que comparten cama con melodías sinfónicas en un torbellino orquestal que apabulla con su exuberancia. Su comienzo con unas notas que recuerdan al Win Mertens del Maximizing the Audience no parece anticipar la que se nos viene encima.

Hemos ido tomando notas a medida que transcurría en su escucha el río de este meritorio disco, el cual, a medida que iba discurriendo marcando meandros en el mapa y acogiendo el agua de numerosos afluentes, nos iba dejando un poso de sensaciones, pero hemos preferido sintetizarlas en lugar de ir comentando canción por canción. No era preciso hacerlo a nuestro entender. Calidad es la palabra que mejor define su resultado. Chechu Nos ha estado sembrado y no creemos que haya faltado trabajo (y mucho) en su elaboración, trabajo, estilo e inspiración, por lo que no nos queda más que aconsejarlo y animar al artista a que siga por esa senda que ha emprendido. Nosotros, agradecidos por ello.

ÁCS

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