ZEPPELIN ROCK: Viaje por Portugal (2015): Lisboa, Patrimono de la Humanidad (1)

jueves, 23 de julio de 2015

Viaje por Portugal (2015): Lisboa, Patrimono de la Humanidad (1)


[Pinchad sobre las imágenes para disfrutar a tope de ellas].

Abandonamos Évora y su Capilla de los Huesos en la entrada anterior y esa misma mañana nos dirigimos a Lisboa para establecernos allí durante tres días y ver los más significativo de la ciudad, así como desplazarnos a Sintra. La aventura estaba centrada en los puntos que eran Patrimonio de la Humanidad y después de Mérida (uno y dos), Elvas y Évora tocaba Lisboa, con la Torre de Belém, los Jerónimos y, como digo, Sintra.


Lo más difícil, nada más llegar a Lisboa fue encontrar aparcamiento. El del hotel estaba petado y tuvimos que dar mil vueltas, sin conocer la ciudad, para aparcar en un lugar más o menos cercano. Logrado el objetivo comimos y, ya en el hotel, revisamos el plano para emplear la tarde a tope. 

Cuando elegimos el hotel teníamos varias cosas claras: la primera es que no estuviese situado en el mismo centro o casco histórico de la ciudad (suele ser más caro y hay más ruido) y la segunda es que no estuviese demasiado alejado y hubiese buena comunicación. Esto había que combinarlo con que tampoco fuera una cuadra u hostal de mala muerte. Al final optamos por uno que estaba muy próximo a la famosa plaza del Marqués de Pombal, donde había boca de metro, de modo que en dos estaciones (sin transbordo) te encontrabas en pleno centro de la ciudad y en la estación de Rossio, que era la que teníamos que utilizar para coger el tren que, al día siguiente, nos llevaría hasta Sintra.

Como apunte informativo, os diré que lo ideal para el transporte en Lisboa, si vamos a estar dos o tres días, como era nuestro caso, es sacarse la tarjeta (recargable) Viagem, que sirve para tranvías, autobuses y trenes dentro de la ciudad (los lleva la empresa pública Carris). Con esta tarjeta te ahorras un pastizal, ya os lo aviso.

Una vez metidos en el meollo, hicimos una visita panorámica a pie. visitamos el café A Brasileira, uno de los más atractivos y clásicos de la ciudad, en cuya puerta se exhibe en bronce la estatua del escritor más universal de Portugal y del que yo estoy "enamorado" (entendedme) desde que leí su Libro del Desasosiego. Me refiero, claro, a Fernando Pessoa, quien nos invitó a sentarnos junta a él para una foto. Darle la mano también es común, de ahí que esté tan gastada.





Desde allí, y siempre bajando hasta el puerto y la desembocadura del río Tajo (impresionante), anduvimos recorriendo calles hasta llegar a la amplísima Praça do Comércio de la que os pongo también unas imágenes. En ella tenéis también una oficina de Información para coger un planito y hacer cualquier tipo de consulta.













Nuestra intención primera era coger el tranvía 28, antiguo, de madera, en cuyo recorrido uno tiene la oportunidad de hacer un recorrido por la parte vieja de la ciudad con parada en plazas y sitios de interés turístico. La espera se hacía larga y venía siempre petado, así que dejamos la opción de momento para una mejor ocasión.






Callejeando, nos dimos de frente con el famoso y colosal Elevador de Santa Justa, el más conocido de la ciudad, de estilo modernista de la época de Eiffel. No podéis dejar de visitarlo pues es toda una experiencia y las vistas desde arriba de la ciudad son espectaculares: del castillo de San Jorge, de la catedral, de la Praça Dom Pedro IV, del puerto, del derruido y mistérico Convento do Carmo, La Alfama y, en fin, de toda la ciudad casi desde las nubes. Los elevadores, ya sabréis, conectan barrios bajos con altos de la ciudad. Una pasada. Desde el elevador sales a una calle. Tal cual.
































Después de cenar en una recomendada pizzería por Chiado y disfrutar de unas pizzas excelentes, tomamos de nuevo el metro hasta el hotel, descansar y preparar la estrategia para nuestra visita a Sintra el día siguiente. Los objetivos eran dos (bueno tres, ya os contaré): el Palacio da Pena y la Quinta da Regaleira. Para la próxima os emplazo.

Ángel Carrasco Sotos

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