ZEPPELIN ROCK: Gritando en Silencio - Material Inflamable (2018): Crítica reseña

jueves, 15 de noviembre de 2018

Gritando en Silencio - Material Inflamable (2018): Crítica reseña


por Alberto Iniesta (@Radiorock70)
del blog Discos




“La hoguera apunta, con cada nuevo disco que la alimenta, cada vez más alto”.

Hace ya tiempo que se prendió la primera mecha. Este es un mensaje de advertencia, por si algún bicho humano despistado acaba de abrir la puerta del bar por vez primera. En este bar hay ya, con este, cuatro menús de degustación a disposición del (rock)consumidor, y estamos aquí para probar el último que ha llegado. Empecemos.



En los tiempos que corren puede parecer suicida atreverse a incluir guitarras, bajos y baterías en un menú, pero este bar ciertamente es diferente, y además el suicida ya tuvo su canción: aquí las puertas están abiertas a cualquiera que tenga sed de rock and roll, y en eso consisten los once platos de este rockmenú de degustación. Basta con ver la portada de la carta para darse cuenta: lo que podrás saborear aquí serán acordes que provienen directamente desde los rincones más sucios de los más negros corazones, pero con un sello propio de identidad que los hace únicos.




Para este nuevo menú afilan más si cabe las guitarras y la lírica para perseguir un objetivo que se cumple desde el primer surco del disco (de este Material Inflamable): que esto arda a la primera escucha. Que esa primera mecha ya prendida hace ya más de una década, y que hoy ya es una hoguera en cada sonrisa, en cada calada, en cada madrugada, siga apuntando hacia lo más alto, es la mejor de las noticias. No pasa nada si se ha apagado el fuego, porque si depender de esa boca se hace imposible siempre habrá algo en forma de canción en el horizonte, aunque el dolor de la despedida alcance dimensiones que vayan de la mano del miedo durante demasiado tiempo. Eso mismo viene a contarnos Marcos en el primer plato del menú, Mi Último Cartucho, y en eso se hace hincapié de nuevo cuando suena Sácame De Aquí, donde se pide que esa ventana se quede como el alma, abierta, porque “te quiero ver brillar desde mi oscuridad”. El amor nunca puede ser sinónimo de cadenas.




Con Rumbo De Colisión no quedará nadie en pie sin sufrir por dentro una explosión en forma de rock animal, en lo que es uno de los momentos más grandes del disco. Se recomienda probar este plato con precaución, porque la letra podría cortar un pelo en el aire: “el mundo se muere, pero debo decir que me deleito en la caída intentando olvidar que, cada día, cuesta más el sobrevivir”. ¿Pesimismo? Nada más lejos de la realidad: la verdadera rebeldía radica precisamente en esbozar una sonrisa ante lo que pueda venir, esa que consigue ponerte en los labios la gente bonita, los que son de verdad. Momento de levantarse momentáneamente de la silla para afilar, en esta ocasión, los dardos, que apuntan sin piedad a esa diana que contenga cualquier intención de denominar fiesta a “la crueldad desbocada” que supone la tortura a un animal. Como tantas otras cosas, tiene que cambiar. Ya va siendo hora…

Estamos Muertos, con ese aire más sureño de lo habitual, se ofrece como cóctel idóneo al tiempo que escupe, ausencia de sutileza mediante, las verdades con billete de ida hacia el lado izquierdo del pecho: “estamos muertos desde el mismo momento en que dejemos de soñar”. Volviendo A Casa contradice a su título, pues desde la barra del bar constituye un cóctel delicioso e innovador, que demuestra que evolución y revolución simultáneamente en un grupo hace tiempo que dejó de ser una utopía.



Lágrimas de un paria son las de aquel cuya situación define a la perfección el tema que, probablemente, sea el más redondo del menú, y no solo por contener esa letra dispuesta a arrasar con todo desde el punto de vista del perdedor en una vida no apta para derrotas ni derrotados; también lo es por el sentimiento del que, más que cantar las letras, las sangra. Y es que Marcos canta aquí como si fuese absolutamente lo último que hiciera en la vida. Una vida que no es igual de fácil para todo el mundo, y cuya suerte se divide, en desigual y cruel proporción, en función del color de la bandera del trozo de tierra donde te toque nacer: “ya lo sé, no se me quiere, pero tras esta verja mi pueblo se muere”.

El techo se lo pondrán ellos. Desde este bar solo queda alzar la cerveza tan alto como vuela cada canción de Gritando en Silencio sin olvidar que, en la vida, el rock and roll y el sexo, solo es actitud.


Rumbo De Colisión

Ya Debió Cambiar

Lágrimas De Un Paria


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