ZEPPELIN ROCK: Andrés Calamaro - Cargar la suerte (2018): Crítica reseña

jueves, 8 de noviembre de 2018

Andrés Calamaro - Cargar la suerte (2018): Crítica reseña


por Alberto Iniesta (@Radiorock70)
del blog Discos





“Andrés volvió, la grada ovacionó. Había sangre en el marcador”.

Solo él podía, recién cumplidas ya cuatro décadas al pie de la canción, entregar una obra a la altura de la grandeza que rezuma, echando humo aún, este nuevo LP titulado Cargar La Suerte. Hay ocasiones en la vida, no demasiadas, donde la generalización del tópico queda grabado a fuego en la senda de la realidad. Esta es una de ellas: todo lo bueno que leas sobre el nuevo disco de Calamaro es cierto.



“Todo el mundo tiene derecho a una década gloriosa, y la mía fueron los 90”, dice el músico. La carrera de Andrés no es inmaculada, pero ¿acaso alguien con 40 años de carrera a sus espaldas puede presumir de ello? El suyo es un camino de aciertos y honestidades brutales, y también de volúmenes poco afilados. Precisamente, eso no contribuye sino al hecho de hacerlo más humano, si bien es cierto que cuando hace uso de su billete de ida al éxtasis musical, no hay perro que le ladre.

Desde bien temprano se encarga de afilar bien las verdades con el tema que ejerció de aperitivo del disco. Está claro que no es lo mismo despedirse con un beso que por carta, y no será esta la última referencia a esa elegancia clásica a la hora de hacer las cosas bien. Cuarteles de invierno invita a un refugio del que será difícil salir una vez que dé comienzo ese solo de guitarra que, como los buenos, ofrece un irresistible olvido inmediato de cualquier atisbo de problemas. “Me vuelvo echando de menos algunos amigos buenos, y además, las pequeñas grandes cosas.” No hace falta decir nada más.
Diego Armando Canciones cuenta con una introducción gourmet de incontables quilates en forma de pedal Steel, cortesía de Rich Hinman. Una canción que se va haciendo más grande con cada escucha, y que constituye sin ninguna duda una de las vértebras esenciales de la columna del disco. Respeto, señores: Diego Armando canciones. Acordes que, decididos, apuntan a la más alta de las suciedades.
Las Rimas es un ejercicio de nostalgia, pero con toda la dosis de elegancia intacta. Emocionante la reflexión de Andrés cuando canta que “los reflejos del espejo son extraños”, para acabar reclamando “la vuelta de los hijos y los nietos perdidos.” Pura canción, pura sangre. Pura vida.




Asimilando todavía esa sensación, llega Siete Vidas con el traje de rock and roll poderoso y animal, donde a medida que avanza el tema el disfraz de príncipe invertido se manifiesta con aires de protagonismo y rebelión. Un solo compás basta para prender la mecha. La calma regresa con Mi Ranchera, donde la letra vuelve a ser afilada hasta dejar corto cualquier umbral de todo lo que se atreva a proclamarse como dolor: “sin un beso ni un abrazo, mejor habría sido despedirte de mi con un balazo.” Todo ello con la compañía inmejorable del glorioso piano de Germán Wiedemer.

La siguiente parada la protagoniza Falso Louis Vuitton, tema que le declara la guerra a cualquier tipo de moda y falsedad. Pocos elementos se salvan de los dardos, que no dudan en apuntar sin pudor alguno contra las camisetas de los Ramones, entre otros. De la falsedad a la libertad de My mafia, donde la letra deja un generoso espacio que invita al ejercicio de la reflexión, en un mundo donde nunca parece haber tiempo para ello: “cuando ladra la moral, en modal inquisición, me corresponde cantar a la libertad.”




La recta final se encara con el optimismo y las buenas vibraciones que transmite ese Adán Rechaza, donde Andrés quiere “vivir hasta que padrecito me llame a escribir de nuevo”, para enlazar acto seguido con Egoístas, que esconde varias balas en una recámara difícil de descubrir a simple escucha. Ese lamento por haber podido hacer las cosas mejor en cierta ocasión es, ante todo, puro arte de hacer del error canción.

El broche lo pone una esperanzadora Voy A Volver que, además de confirmar que queda Calamaro para rato, saca a la luz la realidad de que la vida habita en lo mundano, desde ese “rescatar algunos discos viejos” hasta pisar terrenos filosóficos para llegar a entender “lo que es volver, lo que es vivir.”
A estas alturas de la novela nadie debería sorprenderse por el elevado nivel de este nuevo capítulo, pero siempre son bienvenidos nuevos giros en un argumento que mira al futuro con ilusión, al tiempo que contempla con gafas de sol un legado que ya es eterno.



2 comentarios:

  1. Con ese entusiasmo me diste ganas de escuchar un disco de Calamaro, no es poco eh... hace años que perdí la fé en él, muchos diría. Espero que tengas razón porque lo quiero desde los Abuelos. Abrazo...

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    1. Yo me llevé una decepción enorme con el Volumen 11 porque Bohemio me había gustado, aun sin ser un gran disco ni mucho menos. Pero este, ya te digo, es otro rollo. Discazo. Otro para ti!

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