El tonto estulto ataca y vence a la postre
TENGO comprobado (para algo tendrán que valer los años) que ciertos individuos atesoran una facilidad inusitada para, con la edad, convertirse sin solución de retorno en auténticos tontos del culo. El tonto del culo o del haba (popularmente, estulto) es un ser fastidioso, enfadadizo, rencoroso que, a fuerza de insistir en la torpeza de comportarse como un indeseable (como aquel camello famoso de Cortázar), se queda sin amigos, y apenas encuentra los sábados por la noche, en su aceptada vida de huraño insular, a algún borracho también idiotizado con quien pegar la hebra y encontrar soluciones para salir de la crisis mundial (por ejemplo), convirtiéndose, por un chispazo de lucidez cósmica, en político o filósofo de alto copete, actuando tales facetas nocturnas como vasos comunicantes en todo momento. Es este tipo de tonto universal ni más ni menos que una mosca cojonera. Es el que saca punta a todo lo que dicen los demás. Es el que derrocha odio a manos llenas. Cuentan de estos tontos que casi todas las mañanas se levantan enfadados con la excusa de que comienza un nuevo día (con el que no están de acuerdo). A veces, se han dado casos de algunos de éstos que se enfadan consigo mismos y el mismo tonto puede llegar a amenazarse de muerte e intentar dar fin a su vida con una barra de pan del día anterior, un chupa chups de Kojak o una jarra sin pitorro heredada de la abuela que, recuerda, tenían sobre el viejo televisor con el culo posado en un pañito hecho de ganchillo.