by King Piltrafilla (@KingPiltrafilla)

Así es amigos, tenía que llegar el día en el que os hablase de ellos. Debo admitir que en su momento, cuando mis gustos estaban más centrados en recopilar discografías de grupos consagrados o descubrir valores del metal más cañero, abominaba de estos tipos. Me molestaba –cosas de la inmadurez– que pánfilas que no acertaban a distinguir una BC Rich de una Fender ni sabían quién coño eran Michael Schenker o Scott Ian –por poner dos casos estilísticamente alejados– llevasen en sus carpetas fotografías de Jon Bon Jovi junto a las de Joey Tempest –otros apestados de la época– o Tony Hadley.
Es decir, pura pose. De esta forma, por culpa de las revistas para quinceañeras y su cortedad de miras e ignorancia que les hacía poner en un mismo saco a jovencitos de buen ver, fuese el que fuese su estilo musical, a la mayoría de los jebis rudos y true metal fans no se nos permitía admitir que –además de Byford, Dickinson, Gillan, Araya o Hetfield– existían otros compositores e intérpretes igual de válidos. Por suerte, el tiempo y la edad pusieron las cosas en su sitio. Y ahora, cuando este metalhead suspira por encontrar una copia decente en vinilo del primer álbum de Bon Jovi sin vergüenza ninguna, llega el momento de que os hable del álbum que supuso el cenit –hay quien piensa que fue el New Jersey, no es mi caso– de su carrera.
Como anécdota, os hablaré de su portada –un diseño de Bill Levy–, que fue cambiada a última hora ya que la original mostraba una fotografía de Mark Weiss retratando a una chica de grandes pechos de las que lavan coches en bikini, llevando una camiseta húmeda y agujereada. Desde siempre se había dicho que –como hizo Geffen en Estados Unidos con la primera portada del Appetite for destruction– PolyGram había vetado la fotografía por sexista. En los últimos años, Jon Bon Jovi ha asegurado que el culpable fue él, a quien no gustó un reborde rosado que enmarcaba dicha imagen. Claro que tal explicación suena a patraña cuando hubiese sido muy sencillo variar el diseño y quitar el marco y –además– en lanzamientos fuera del mercado norteamericano, como el japonés, no hubo problema en editar el álbum con su diseño original.
Let it rock
You give love a bad name
Livin’ on a prayer
Social disease
Wanted dead or alive
Raise your hands
Without love
I’d die for you
Never say goodbye
Wild in the streets
Wanted dead or alive video
Lo cierto es que de este álbum se ha escrito ya tanto que resulta hasta tonto hablar de él, ¿o es que alguien a estas alturas aún no lo conoce? Sin embargo, atendiendo a mis obligaciones con el editor de este blog, dejaré constancia de mis impresiones en este Viernes Santo en el que muchos de vosotros estaréis de vacaciones.
El inicio del disco con ese solo de Bryan ya es impresionante. Teclados sampleando un Hammond sirven de prólogo para "Let it rock", un temazo de hard rock guitarrero con profusión de coros, perfecto apoyo de teclados y el dúo Torres/Such dando cuerpo a una canción perfecta de estribillo pegadizo y un solo fantástico. Entonces entra You give love a bad name, con ese sonido marca de Desmond Child –un genio de la época, artífice de temas interpretados por bandas desde Kiss a Dream Theater, pasando por Alice Cooper o Aerosmith– y nos damos de bruces con otro temazo imprescindible de la historia del hard rock de los 80. El comienzo de "Livin’ on a prayer", con el teclado de Bryan, el bajo de Such y la talk-box de Sambora entrando por separado también es de antología. Otra vez la mano de Child se hace notar en este pelotazo del que todos hemos gritado el estribillo –¡Oooo-oh, libinonapreyer!– en estado más o menos alcoholizado. Es otra canción en la que se lucen todos los miembros del grupo. El inicio de "Social disease" es, cuando menos, sorprendente y estimulante y da inicio a un hard rock más clásico y festivo con arreglos de metales –me recuerdan a los del "Shoot it" de David Lee Roth– que contó con la ayuda de Tom Keenlyside –un músico de la escena jazz de Vancouver– que llega antes de otro de los hits dels disco, la inmensa y emotiva "Wanted dead or alive".
Lo que sería la cara B del vinilo original y que aquí nos llega sin solución de continuidad es otro hard rock festivo, una "Raise your hands" cargada de coros y guitarrazos. Regresan entonces los temas desmonchailianos con una flojita y –en mi opinión– prescindible "Without love" y una más conseguida y enérgica "I’d die for you", en la que la banda tiene mayor protagonismo. "Never say goodbye" es la prueba de que Jon y Richie no necesitaban a Desmond para componer temas mojabragas y melifluos. Esta es la canción en la que un metalhead de pro, por muy ecléctico que sea, puede aprovechar para levantarse a mear o a pillar una cervecita mientras decide qué álbum de Slayer va a poner cuando finalice el disco. Y la parte de audio acaba con una composición del chico de oro en solitario, una recomendable "Wild in the streets" con cierto regusto a E-street band que cierra el que se convirtió en el disco más vendido de los de New Jersey.
Y, como bonus, la portada original para que podáis juzgar cuál era mejor.
©King Piltrafilla
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