Lo acepto, las comparaciones son odiosas, y lo sé, pero, os pongáis como os pongáis, hoy abriré esa entrada con una provocación. Y es que, cuando uno oye álbumes de bandas jóvenes como Greta van fleet o Rival sons, puede, efectivamente, disfrutar de una u otra canción, ¡incluso de un disco completo! Sin embargo... algo falta. A veces ni siquiera se puede explicar qué es, pero se siente en la piel la ausencia de un ingrediente mágico. Pues bien, The Black Crowes están acá para responder al enigma con su regreso tras casi quince años de silencio, porque a estos estadounidenses les moviliza el mismo target y sonido que a las bandas jóvenes antes mencionadas, digamos, ese rock setentero clásico y purista, pero lo trabajan con una frescura, con un elemento de autenticidad que, digámoslo, no responde a fórmulas matemáticas: lo tienes o no, y The black crowes lo tienen, lo siguen teniendo. Incluso en un álbum como Happiness bastards, que, claro que sí, no sorprende en lo absoluto y transita efectivamente por donde esperábamos que lo hiciesen; los tipos se la arreglan para convencer sobradamente.