ZEPPELIN ROCK: THE GODZ - The Godz (1978): CRITICA Review

jueves, 11 de abril de 2024

THE GODZ - The Godz (1978): CRITICA Review

 

por Dani Matute (@dmatuteb)



Tengo que reconocer que me mola mucho la historia de esta banda. Empezando con su imagen perfecta de moteros rudos, esos tipos que montan sus Harleys en tu tranquilo vecindario suburbano y te roban a tu hija. Y sus canciones con letras sobre drogas y motos, rock y sexo. Y, continuando con que esa imagen, no era pose. Es decir, eran de verdad ruidosos, descarados, groseros, y vivían lo que contaban en sus canciones: eran lo que una buena banda de rock debe ser, hostia.



El verdadero líder del grupo era Eric Moore. Moore, allá por 1973, formaba parte de un equipo de roller derby (básicamente, gente en patines golpeándose los unos a los otros), los Capitol City Rockets Roller. Junto con algún otro miembro fundó un grupo de rock con el mismo nombre y decidió hacerse rockero a tiempo completo, dejando el equipo de roller. Bueno, lo decidió por él el accidente de moto que tuvo y que le dejó sin rodillas y tobillos. Consiguieron firmar un contrato con Elektra Records, publicaron un disco y se separaron. Después de aquello, Moore fundó The Godz. Se le unieron el vocalista Mark Chatfield, el baterista Glen Cataline, otro segundo batería, Hayward Law y el teclista Michael Adams. Escribieron unos cuantos himnos moteros y la banda salió a la carretera. En seis meses murieron en accidente automovilístico Law y Adams. Moore siempre recalcó que no murieron por drogas o alcohol, que parecía que era lo normal en su entorno. Aquello no les detuvo y Moore reclutó a Bob Hill, el guitarrista de su anterior grupo, volvieron a la carretera y consiguieron que Casablanca Records los contratara en 1977.

Ahora viene una de mis partes favoritas de la historia. ¿Conocéis la leyenda urbana que dice que Ramoncín se liberó del contrato de su primera discográfica rociando de gasolina el despacho del dueño y que el propio Ramón tiene que desmentir, pues sólo bastó con depositar la lata de gasolina encima del escritorio del ejecutivo en cuestión? Moore también contó su verdad pues los hechos se exageraron. Resulta que ya había una banda con el nombre de The Godz, unos neoyorquinos que hacían psicodelia experimental. Se presentaron en la discográfica y les exigieron dinero por usar su nombre. Moore contó que “No sabía que existían. Y sólo sugerí que él y yo bajáramos al estacionamiento y quienquiera que saliera vencedor era The Godz. Bueno, solo tomó su maletín y se fue. Nunca escuché una palabra más. Si quieres llamarte The Godz, es mejor que estés dispuesto a demostrarlo."



Casablanca tenía en nómina grupos extravagantes con los que llegaron a actuar incluso antes de lanzar este LP: todos conocéis a Angel y Kiss. Moore ironizaba sobre ello diciendo que Casablanca tenía a los Angel que vestían con satén blanco, a los Kiss vestidos como payasos y a ellos de cuero negro. Sin embargo, a los Godz no les hacía mucha gracia girar con Angel. Pensaban de ellos que eran unos cabrones que se rellenaban el paquete de los pantalones con calcetines: a Punky Meadows lo llamaban Pétalo de Mono y de Gregg Guiffria decían: “Le llamábamos Breck Boy (El chico de la laca). En la parte trasera de su amplificador tenía un espejo abatible y una lata de laca para el cabello. Entonces, si alguien estaba haciendo un solo de batería o algo así, se sumergía detrás de su amplificador y se arreglaba el cabello. Entonces, un día quitamos la etiqueta de la lata de laca para el cabello y la pusimos en una lata de adhesivo en aerosol. Regresó allí y se roció toda la cabeza con eso muy bien, y de repente sus manos se pegaron a su cabello. Pensamos que era gracioso. Él, no." A pesar de todo, en un concierto en San Diego, The Godz tuvo que proteger la integridad de Angel, ya que los seguratas contratados para aquella ocasión (integrantes de un equipo de fútbol americano) decidieron que Angel era maricones y se puso la cosa fea. Moore preguntó al público si había motociclistas fuera de la ley que los protegieran y consiguió 200 moteros que ayudaron a que todo terminara bien, al menos para ellos.

Y metidos en esta vorágine de giras con Angel, Kiss, Cheap Trick y Judas Priest, en el verano de 1977, The Godz grabaron este primer LP, que iba a titularse Rock & Roll Machines, pero terminó sin título pues los Triumph se les adelantaron titulando así su segundo disco. Se publicó en 1978. Las críticas fueron horribles. Sobre ellos, la revista Rolling Stones decía que "personificaban los excesos más miserables del rock de los 70". Sin embargo, seguían vendiendo entradas como churros para sus conciertos, shows violentos por los que Moore terminó en la cárcel: tuvo que defenderse de un fan ofendido que le apuntó con una pistola porque entendió que le echó los trastos a su novia.

En definitiva, no es de extrañar que todo saliese mal para una banda que prometía llegar hasta el límite y estuvo en el despegue del heavy metal. En dos años de carrera musical acumulaban dos muertos, eran criticados ferozmente por la prensa e ignorados por el gran público. Incansables giras destinadas a un público formado por moteros homicidas y pacientes mentales (Moore decía que en sus conciertos “las dos primeras filas se parecen a las tropas de primera línea de Atila el Huno, y están echando espuma por la boca. Se están cayendo por la barandilla tratando de llegar hasta nosotros, y la gente de seguridad los está recogiendo y arrojándolos por el otro lado. Es como La noche de los muertos vivientes”). Y con un líder que había pasado más tiempo en la cárcel y hospitales  que en la carretera: nada más publicar su segundo LP en 1979, Moore se accidentó en moto. Quería correr y pasó de su Harley para conducir una más rápida. Quizás fue la falta de costumbre o que el amigo Jack Daniels no ayuda demasiado en estos menesteres. El caso es que Moore estrelló su casco contra el cuentakilómetros que quedó parado en las 77 mph a las que iba cuando tuvo el accidente. El año que pasó para recuperarse fue demasiado para levantar el vuelo. A mediados de los 80, Moore reformó el grupo y sacó dos LPs, una gira de reunión en los 90 y otros dos LPs en el siglo XXI. Ese fue su legado antes de su muerte en el 2019, año en el que también falleció el batería Cataline.



Tras el ladrillazo, pasamos al vinilo en cuestión. Producido por Don Brewer, el batería de los Grand Funk Railroad. Aparecen acreditados Eric Moore al bajo, Bob Hill a la guitarra y teclados, Glen Cataline a la batería y percusión y Mark Charfield a la guitarra. Las voces están acreditadas para todos, no sé exactamente quién canta en cada canción. Las ilustraciones corrieron a cargo de Shusei Nagaoka (que había ilustrado el Out of blue de la ELO, por ejemplo) y se inspiran en el libro “The Chariots of the Gods” de Erich Von Daniken. Y está dedicado a sus hermanos caídos: Hayward Law y Mike Adams. Publicado por Millenium Records, subsidiaria de Casablanca Records. Mi copia es una primera edición americana, con el vinilo en perfecto estado, aunque un poco tocado el cartón y me costó 8 euros en la tienda que os dije al principio. En mi opinión, la primera cara es un poco más floja que la segunda. Lo más fácil es catalogarlo como el vinilo de una banda de biker rock, con influencias sureñas. Al menos así lo hacían las críticas adversas que tenían en su época. El tamiz del tiempo ha hecho que ahora se les señale como una banda de hard rock divertida y se les encuadra en el nacimiento del heavy metal. En una web tan reputada como allmusic.com este vinilo está puntuado con más de cuatro estrellas. Mi opinión: it’s only rock and roll. 


 

El trabajo comienza con “Go away”, compuesta por Moore, un buen hard rock clásico en el que ponen verde a una gachí que sólo vive por la marcha…le dijo el cazó a la sartén. Intuyo que está cantada por el propio Moore.

“Baby I love you”, también de Moore, es muy rock clásico. Yo veo ciertas influencias stonianas pero también de rock sureño. Qué coño, un grupo de moteros rockeros tienen que ser fans de Allman Brothers y los Skynyrds.

El tercer corte es “Guaranteed”, compuesta por el batería Cataline, que sigue en la estela de hard rock.

Cerramos la cara A con “Gotta keep a runnin’”, también de Moore. Un himno motero en toda regla. Es muy curioso el speech que se marca Eric Moore en medio de la canción. En sus directos, Moore solía contar alguna historia en medio de la actuación. Sin embargo, para este álbum, grabaron el tema sin más. Los de la discográfica le hicieron volver a grabar esa parte hablada porque entendían que debían trasladar el espíritu de sus directos al álbum. Moore reconoce que, en todas sus interpretaciones de esta canción, nunca ha dicho lo mismo. Quizás es un rap en exceso largo, pero es toda una declaración de intenciones. “Look at us, we're everything your parents ever warned you about/They think we're all junkies, but everybody's some kind of junkie/ There's money junkies, booze junkies, dope junkies, sex junkies,/And there's one thing they don't understand, all of us,/ you and I, we're Godz, and Godz are rock and roll junkies” y su famoso “The Godz are rock and roll machines”.



 

Para abrir el lado B tenemos “Under the table”, compuesto por Chatfield y diría que cantado por él. Me flipa este tema. Empieza como si estuvieras en la rave de Blade: un arranque muy tecno, por llamarlo de alguna manera. Luego entra la mala leche de la guitarra y la batería. La voz es más dura y empieza a recordarme a James Hetfield por momentos. Y el cambio de ritmo brutal con un riff mucho más pesado. Esto es heavy metal, sí señor.

De nuevo Chatfield firma el siguiente corte, “Cross country”. Pelotazo de tema de más de siete minutos. Aquí si puedo decir sin temor a equivocarme que, si no es porque Metallica son posteriores, diría que canta Hetfield.

Y cerramos el disco, de forma orgiástica, con un cover de los holandeses Golden Earring (otro grupo mítico entre los bikers gracias a su “Radar Love”). Escogieron el primer tema del maravilloso Moontan, el “Candy’s going bad”. Y la locomotora de los Godz nos arrolla, endureciendo el tema original y haciendo muy difícil la elección entre el original y la versión, alargada hasta más de los nueve minutos, aunque te deja deseando más.


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