ZEPPELIN ROCK: DEXTER GORDON - Our Man in Paris (1963): CRÍTICA Review

miércoles, 3 de abril de 2024

DEXTER GORDON - Our Man in Paris (1963): CRÍTICA Review

 

The Hunter


Después de una década, digamos, "perdida" en la cual llegaría a pisar la cárcel y durante la que alumnos como el mismo John Coltrane alcanzarían la categoría de maestros, Dexter Gordon dejaba atrás el olvido de la mano del sello Blue Note, con los que debutaría en 1961 con el disco Doin' Allright. Un año después, y en busca de mejores condiciones laborales -o quizás para evitar antiguas "tentaciones"- llegaría al viejo continente, encontrando un nuevo hogar en la fría Copenhague. Será, no obstante, la capital francesa el marco en el que se produciría el encuentro del saxofonista californiano con otros dos músicos estadounidenses exiliados por propia voluntad, el pianista Bud Powell y el baterista Kenny Clarke, quienes junto al nativo Pierre Michelot al contrabajo conformarían la base rítmica con la que en mayo de 1963 -siempre unidos mayo y París- registraría este Our Man In Paris.



Escuchar la interpretación de "Scrapple From The Apple", donde el saxo tenor de Gordon parece escupir fuego, despeja cualquier resquicio de duda que pudiera quedar sobre si el titánico solista de finales de los 40 estaba definitivamente de vuelta o no. Tal es su fuerza y exuberancia que el oyente no puede más que dar las gracias por que el siguiente tema sea una balada llena de lirismo, "Willow Weep For Me". De nuevo llega el momento de sacar músculo con "Broadway", cuyo desbordante ritmo y alegría es un vehículo perfecto para que Kenny Clarke acredite el título de "padre de la batería moderna" que los críticos le otorgaron. "Stairway To The Stars" es la segunda balada de la sesión, un paseo romántico y nocturno por la Ciudad de la Luz mientras que el tema que cierra el álbum, la imperecedera composición de Dizzy Gillespie -cita a otro estándar como "Summertime" incluida- "A Night In Tunisia", parece clamar a través de vertiginosas improvisaciones por el trono que el citado Coltrane, u otros colosos como Sonny Rollins, habían ocupado en su ausencia; en definitiva, un broche de oro perfecto para una obra maestra coronada con tan grahamgreeneriano título.




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