En Blind detective, que pasó por la edición de ese año del festival de Cannes fuera de concurso y más después por el de Sitges –en donde Lau se llevó el premio a la mejor interpretación masculina en la sección oficial–, el realizador adereza una trama de investigación, con persistentes toques de humor, leves pinceladas gore y –sobre todo– la química que se establece entre los protagonistas y que quizás sea más evidente para sus compatriotas o los que conozcan su trayectoria que para alguien como yo, pero que resulta suficientemente interesante para que no se hagan excesivamente largas las dos horas de metraje en las que Johnnie To da rienda suelta a su obsesión por la comida –los protagonistas, sobre todo Johnston, no paran de tragar- y nosotros nos creemos los poderes y perspicacia de un detective casi tan inverosímil y admirable como Matt Murdock. Recomendada para una gris tarde otoñal en el sofá.
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