ZEPPELIN ROCK: ALBERT HAMMOND - It Never Rains in Southern California (1972): CRÍTICA Review

jueves, 7 de marzo de 2024

ALBERT HAMMOND - It Never Rains in Southern California (1972): CRÍTICA Review

 

por Dani Matute (@dmatuteb)



Quizás, querido lector, comiences a leer esta publicación pensando que no conoces a Albert Hammond. Al instante te darás cuenta de que, a menos que hayas pasado los últimos 50 años en coma (que no en cama), has escuchado en más de una ocasión una canción suya. Interpretada por él o por cualquier otro artista, eso da igual. Hace diez años los cálculos eran que se habían vendido más de 360 millones de discos que llevasen títulos en los que estuviese implicado. Han cantado sus composiciones gente como Johnny Cash, Elton John, Steppenwolf, Sony & Cher, José Feliciano, Olivia Newton-John, Aretha Franklin, Whitney Houston, Chicago (“I don´t wanna life without your love”), Starship (“Nothing's gonna stop us now”), Joe Cocker, Tina Turner (“I don´t wanna lose you”), Roy Orbison, Rod Stewart, Celine Dion (“Just walk away”), Julio Iglesias (“Por un poco de tu amor”), Willie Nelson (“To all the girls I love before”), The Hollies, Diana Ross, Bonnie Tyler, Aswad (“Don´t turn around”), Hermanos, aquella versión hispana del USA for Africa con los 50 artistas más top del momento (“Cantaré, cantarás”), nuestra Luz (“Entre mis recuerdos”) y Karina… O a lo mejor seas de esa gente que solo lo conoce por ser el padre de Albert Hammond Jr., guitarrista de The Strokes (uno de esos grupos sobrevalorados del nuevo rock del siglo XXI, que no quiere decir que sean malos, but...) y quizás, solamente quizás, por un lío de plagio que le hace ser coautor de uno de los temas más conocidos de Radiohead. Ya os hablaré de eso.




Muy probablemente, Hammond sea el gibraltareño más universal junto al diseñador John Galliano. El bilingüismo propio de haber crecido en ese enclave del sur de la península ibérica ha sido fundamental para que haya podido realizar su carrera tanto en el mundo anglosajón (inducido en el Songwriters´ Hall Of Fame, el mismo año que Desmond Child, guiño-codazo a los rockeros del blog) como en el latino (premio Latino de Honor de la Academia de las Artes y las Ciencias de la Música en España). Yo le conocía desde pequeño porque algún 45rpm había por casa de sus aventuras en español, como Albert Louis Hammond, por cierto. En concreto, recuerdo el single de “Luna de miel” (esta no la compuso él, que conste). Con el tiempo, conscientemente, fui escuchando más temas suyos, sobre todo como intérprete. Pero hasta que no me he puesto a investigar en más profundidad para esta entrada, se me habían pasado por alto muchas de sus colaboraciones/composiciones. A muy grandes rasgos, podríamos dejarle encuadrado en la categoría de canciones románticas. Sin embargo, si analizas un poco más es fácil llegar a la conclusión de que su espectro es bastante más amplio. Solo hay que ver que ha colaborado con artistas del mundo del country, del rock, del rhythm and blues y del soul, además de los románticos. Por ejemplo, Hammond cuenta que el “One moment in time” cantado por Whitney Houston para los Juegos Olímpicos de Seúl, lo compuso pensando en que lo interpretaba el malogrado Elvis Presley. También colaboró en el LP de reflote de Roy Orbison, el Mistery girl, trabajando junto a Diane Warren en el tema producido por Mike Campbell que cerraba el disco, “Careless Heart”. Con Diane Warren hizo muchas canciones para Tina Turner a principios de los 90. O componiendo y produciendo para Johnny Cash, aunque para ello tuviese que dejarse medio estómago comiendo el chile con carne extra picante que le cocinaba el hombre de negro mientras vivía en su casa de Nashville.



Pero empecemos un poco por el principio para llegar al vinilo que os traigo. A Hammond pronto se le quedó pequeño Gibraltar donde aprendió a tocar la guitarra muy joven mientras que en los veranos trabajaba en España como pastor en la sierra del campo de Gibraltar. Siempre tuvo muy claro a lo que iba a dedicarse: su primera canción la compuso a los 11 años: “Llegó a Gibraltar un barco con niños y niñas de colegios de Escocia y fui a cantarles. Me enamoré de una chica pelirroja y cuando el barco se fue se me saltaban las lágrimas, volví a casa y escribí “Blue boy”. Curiosamente, fue la primera canción que vendí, ya a los 18 años en Londres”. A los 16 formó la banda The Diamond Boys y emigraron a Madrid, donde en 1962 tocaron en las sesiones matinales del Circo Price junto a otros emergentes rockeros como Miguel Ríos, Micky y los Tonys… Pero prefirió emigrar a Londres, infinitamente más propicia que Madrid para triunfar en la música. Y allí conoció a Mike Hazlewood, con el que formó un equipo compositivo de muchos quilates. Su primer éxito fue “Little arrows” en 1968 con el cantante de estilo folk/country Leapy Lee (en España conocemos la versión de Karina, “Las flechas del amor”). Llegó un momento en el que 3 de sus composiciones se situaron en el top 20 británico en la misma semana y le hizo plantearse un “y ahora, ¿qué?”. Pues el qué fue hacer las maletas e irse a Estados Unidos, concretamente a California. Allí tras un par de años malos, consiguió auditar para Clive Davis, de CBS Records, en el Berverly Hills Hotel. Al magnate le gustaron las canciones que oyó. Sin embargo, antes de terminar le preguntó si tenía algún otro tema más. Albert, tímidamente, le contó que tenía una canción que había presentado a diversos artistas durante los 3 años anteriores pero que todos la habían rechazado por considerarla de baja calidad y bastante fea. Pues bien, lo que son las cosas, Davis cerró el contrato con aquella canción y augurando que sería el título del disco y un gran éxito. Y no se equivocó.




Así, a lo tonto, hemos llegado a 1972 cuando se publicó en Epic, subsidiario de CBS, este It never rains in southern California gracias al ojo clínico de Clive Davis. Todas las canciones fueron compuestas por la dupla Hammond/Hazlewood. Los arreglos y teclados corren a cargo del músico de sesión, Michael Omartian, el futuro productor del mega éxito en 1979-1980 de Christopher Cross, que ya os reseñé en otra ocasión. Otros grandes músicos de sesión como el batería Hal Blaine (el que más grabaciones ha hecho en la historia, 40 de ellas llegaron al número 1), el también batería de los Derek and The Dominos, Jim Gordon y el guitarrista de The Crusaders y Steely Dan, Larry Carlton, entre otros, aparecen en los créditos de mi versión española del álbum. Sí, esas versiones españolas que traducían a nuestro idioma los títulos de las canciones, en este caso, en la galleta del vinilo. A la producción el propio Hammond junto a Don Altfeld. La fotografía es de Henry Diltz, uno de los grandes en el mundo del rock, responsable de la icónica foto de la portada del Morrison Hotel de los Doors entre otros trabajos.

 





La cara A comienza con “Listen to the world”. Me recuerda bastante a Cat Stevens, tanto en las melodías como en la forma de cantar. La similitud con Stevens se hace más evidente en el siguiente corte, “If you gotta break another heart” cuyo empiece me evoca el “Wild world” aunque rápidamente toma otros derroteros y me parece un buen tema, con arreglos adecuados y cierta mala leche a la hora de cantar y contar.





 

Sin disimulos, nos cuenta su aventura de cruzar el charco desde Inglaterra a Los Angeles, con cierto deje beatlemaniaco, metiéndole un coro gospel que, la verdad, le da originalidad y funciona muy bien, en el tema “From Great Britain to L.A.”




 

“Brand new day” es mucho más folk, en la línea de Donovan y la más optimista del disco a pesar de ser una balada. Para cerrar la primera cara, “Anyone here in the audience”, que se podría catalogar como un country suave, a lo que ayuda ese sonido de steel guitar.




 

Abriendo la cara B y dando titulo al LP tenemos todo un clásico, “It never rains in southern California”. Escaló hasta el número 5 de la lista Billboard USA. Maravillosos arreglos de cuerda y vocales para esta canción de tintes autobiográficos. El propio Hammond ha contado que se inspiró en los momentos más duros de su aventura por hacerse un nombre en el mundo de la música. Por ejemplo, los versos “Will you tell the folks back home I nearly made it/Had offers, but I don´t know which one to take/Please don’t tell them how you found me/Don’t tell them how you found me/Gimme a break/Gimme a break” hacen referencia a cuando tocaba en el metro de Gran Vía de Madrid para ganarse la vida y se encontró con un primo que estaba de luna de miel. El primo le recriminó que debería darle vergüenza pedir limosna y Albert le rogó que no dijera nada a sus padres porque si no, irían a buscarlo y llevarlo de vuelta a casa. Es una de las pocas canciones que nunca ha querido adaptar al español.





 

Seguimos desgranando temas con “Names, Tags, Numbers & Labels”, más cercano a Al Stewart, gran amigo personal de Hammond, para pasar a “Down by the river”, que resulta que es una canción ecologista que narra un viaje bajando por el rio y cómo enferman por bañarse en él y ven peces muertos, describiendo el impacto medioambiental de las malas prácticas industriales: “The banks will soon be black and dead/and where the otter raised his head/ will be a clean white skull instead”. En español, hizo dos versiones.  En una de ellas, “Cerca del río” pasa a ser una canción romántica de amor y desamor edulcorada para ser radiada en la España franquista. En la otra, cuenta lo mismo, que la original: cómo el hollín de la fábrica echa a perder el río.




 

“The road to understanding”, también con un sonido entre Beatles y Al Stewart, nos lleva al final del disco, “The air that I breathe”, otra famosa composición interpretada por distintos artistas a lo largo de la historia como The Hollies, Olivia Newton-John y Simply Red. De hecho, la versión de los Hollies publicada en 1974 llegó al número 2 y 6 de las listas de éxitos británica y americana, respectivamente. El ingeniero de aquella grabación fue Alan Parsons, que siempre ha contado que Eric Clapton le decía que sólo la primera nota de esta canción tenía más alma que todo lo que había escuchado en su vida. La versión de los Hollies está muy lograda, Allan Clark es mejor cantante que Hammond, con un aire a David Bowie. Y aquí es donde llegamos a la historia de plagio que os comenté al principio: la disquera dueña de los derechos de esta canción demandó en los años 90 al grupo británico Radiohead por plagio. Efectivamente, si os ponéis esta canción y el famoso “Creep”, podréis llegar a la conclusión de que Yorke y los suyos se inspiraron en este tema, como de hecho reconocieron. El resultado de aquel litigio es que Albert Hammond y Mike Hazlewood aparecen desde entonces como coautores del “Creep”, teniendo que compartir Radiohead el 40% de las ganancias en royalties con ellos. Me temo que no es exactamente así, es decir, los derechos deben ser de las discográficas y que los artistas se quedan un poco al margen. Más que nada, porque no tendría sentido que los Radiohead demandasen recientemente a Lana del Rey por plagiarles a su vez “Creep” en el tema “Get free”. Si os interesa esta historia, os dejo también un enlace del análisis de Jaime Altozano sobre este plagio de plagios al final de la entrada y una mezcla más que interesante de las dos canciones.


Para terminar, hay que decir que el amigo Hammond tuvo una década de los 70 de lo más movida, con discos propios tanto en inglés como en español, producción de otros artistas y giras interminables. A principios de los 80 prefirió dejar el escenario para pasar más tiempo con sus hijos y se dedicó a las labores de estudio para otros. Hace unos diez años decidió volver al ruedo, sacando dos trabajos con colaboraciones de lujo y dando de nuevo conciertos.


Gracias si habéis llegado hasta el final, porque me ha salido un tocho considerable. Yo he disfrutado escribiéndo porque las sensaciones que me produce este album, cuando lo pincho, son de recuerdos de infancia cuando sonaban en mi casa las canciones que ponía mi madre en el viejo tocadiscos. No puedo evitar verla bailar al ritmo de la "Luna de miel" o de "Échame a mi la culpa".

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