ZEPPELIN ROCK: Crítica de "Sucedió una noche" (Frank Capra, 1934): Review

lunes, 31 de diciembre de 2018

Crítica de "Sucedió una noche" (Frank Capra, 1934): Review


por Möbius el Crononauta



En cierta ocasión el conocido escritor y guionista William Goldman aseguró que "en Hollywood nadie sabe nada". Y aunque desde los inicios de la industria los productores y jerifaltes de los estudios han tratado de ir siempre un paso por delante, la verdad es que obviamente nadie tiene el secreto del éxito en taquilla. Películas que, aparentemente, lo tenían todo para triunfar, se estrellaron ante la estupefacción de aquellos que habían invertido en ellas. Y producciones que parecían destinadas al fracaso desde el comienzo, se convertían en bombazos repentinos para sorpresa general. Éste fue el caso de Sucedió una noche, una película cuyo éxito sacó a la Columbia de las ligas menores para jugar al mismo nivel que las grandes majors de Hollywood.



Todo comenzó cuando en una barbería el joven director a sueldo de la Columbia, Frank Capra, leyó un relato corto en la Cosmopolitan titulado Night Bus. Capra pensó que allí podía haber una historia de la que sacar una película, y convenció a su jefazo Harry Cohn para que se hiciera con los derechos. El proyecto pasó al cajón y el director siguió con lo que fuera que tuviera entre manos.

Capra llevaba prácticamente diez años trabajando para Cohn a un alto ritmo, rodando varias películas al año. Había dirigido de todo, y había tenido algunos éxitos, pero su estatus parecía estancado entre los "buenos directores sin más" de los que Hollywood estaba lleno. Capra quería ser uno de los más grandes, y para ello seguía buscando una historia que elevara su prestigio al nivel más alto, pero ésta seguía sin llegar.




En un principio la adaptación de Night Bus no parecía esa piedra filosofal que buscaba Capra. Tanto él como su fiel colaborador por aquella época, el guionista Robert Riskin, esperaban que el estudio lograra hacerse con los derechos de la futura Rebelión a bordo. Pero el tiempo pasaba y evidentemente Cohn no iba a permitir que su mejor director se quedara mano sobre mano esperando un proyecto que quizás no llegara nunca. Capra tenía que encontrar algo que rodar, y el relato de Night Bus parecía adecuado para un film de transición. Riskin preparó un tratamiento y junto a Capra pulió el guión. Sabedor de lo fácil que podía asustar Capra a los productores con sus ínfulas artísticas, Riskin se encargó de presentarle el proyecto al todopoderoso Cohn. El capo de la Columbia dio luz verde. Todo lo que necesitaban era dos estrellas para la pareja protagonista que aseguraran un buen número de espectadores en las salas.




La Columbia era un estudio pequeño y no contaba con ninguna estrella deslumbrante en sus filas, por lo que cuando debían conseguir alguna para sus mejores proyectos recurrían a la práctica habitual en la época de tomar prestados a actores y actrices de los grandes estudios. "Tomar prestado" era un término engañoso, ya que, por supuesto, lo que en realidad hacían los estudios era alquilar de vez en cuando a sus estrellas a otros estudios.

Para la protagonista femenina la primera opción de Capra fue Myrna Loy, pero ésta rechazó el proyecto como quien se deshace de un calcetín sudado. Miriam Hopkins, Margaret Sullavan y otras grandes actrices de la época también recharazon el proyecto. Bette Davis aceptó, pero la Warner le negó el permiso. Tras tanto rechazo Capra y Riskin decidieron retocar el guión para hacerlo más atractivo. También contactaron con Carole Lombard, pero su agenda no le permitía rodar el film. Capra planteó la posibilidad de cancelar el proyecto, pero para entonces Cohn le dijo que era imposible; ya habían cerrado un acuerdo con el protagonista masculino. Fue Cohn quien propuso contactar con Claudette Colbert, una de las mayores estrellas de los primeros 30. A Capra debieron de erizársele los pelos al enterarse de la noticia. Él había dirigido a la actriz en 1927, en un film titulado For the Love of Mike. La relación entre él y la actriz había sido desastrosa, y al acabar de rodarla cada uno había seguido su camino esperando no encontrarse nunca más. Pero Capra estaba desesperado y era poco probable que aceptara, así que no perdía nada.




Cuando los hombres de Cohn contactaron con la Colbert, ésta evidentemente no se sintió muy complacida. La Columbia era un estudio pequeño, el guión no la convencía y tenía que verse de nuevo a las órdenes de Capra. Por otro lado, tras haberse encumbrado con el advenimiento del sonoro, su carrera parecía haber perdido fuelle poco a poco, aunque obviamente su estatus seguía siendo magnífico. Con un proyecto confirmado en el horizonte, Colbert no se negó a hacer el papel, pero decidió poner unas condiciones tan duras que sabría que Cohn no podría aceptarlas. Pidió el doble de su sueldo habitual (25.000 dólares) y estableció un tiempo límite de cuatro meses para rodar el film, antes de que tuviera que irse a rodar su otro proyecto. Cualquier día extra de rodaje rebasado ese tiempo le sería pagado en pequeñas fortunas. Para su sorpresa, el mandamás de la Columbia, tan desesperado como Capra por encontrar a una protagonista de altura, aceptó las condiciones. Y así fue como Claudette Colbert firmó para participar en un film que no quería rodar dirigido por un director al que no quería volver a ver.

Conseguir al protagonista masculino tampoco fue fácil. Capra habría querido a la estrella de la MGM Robert Montgomery, pero éste estaba comprometido para rodar un film de características similares al de Capra, así que el todopoderoso Louis B. Mayer se negó a ceder a su estrella. Pero como todo el mundo sabía entonces, en la MGM había más estrellas que en el cielo, y Cohn no pudo creer su suerte cuando Mayer le ofreció a una de sus grandes estrellas masculinas, Clark Gable.




"El Rey", como era apodado en Hollywood, se había convertido, a principios de los 30, en una de las mayores estrellas de la MGM interpretando a machos rudos que manejan a las mujeres como un saco de patatas. Más tarde, entre las bambalinas de los estudios, corrió el rumor de que Mayer había ofrecido a Gable a un estudio menor como la Columbia debido a las dificultades que había causado el actor durante el rodaje de su film más reciente, Dancing Lady. Al parecer el propio Gable pensaba lo mismo al afirmar que "le estaban enviando a Siberia".

Frank Capra ya tenía a sus protagonistas: una actriz que le odiaba y un actor que no quería estar allí. Con el guión a medio terminar (una costumbre de Riskin: el guión servía como base a Capra, y durante el rodaje iba improvisando), el rodaje debía comenzar en seguida. Sólo tenían cuatro meses.

El primer día empezó, como no podía ser de otra manera, con mal pie. Gable llegó borracho, habló con acento ruso y le hizo saber a Capra que todo aquello le importaba un carajo. Capra envió a Gable a dormir la mona y se fue a lo suyo, pensando, como Escarlata O'Hara, que mañana sería otro día.




Durante los primeros días de rodaje la tensión se palpaba a cada momento. Gable estaba irascible, y Colbert tampoco ponía las cosas fáciles. Los dos protagonistas se llevaban bien entre sí, pero Capra lo tenía crudo. Sin embargo, tras los primeros días de rodaje, la actitud de Gable empezó a cambiar. Vio que Capra sabía lo que se hacía y, sobretodo, su papel era distinto al rol de macho en el que le habían encasillado en la Metro. Gable no era un actor muy versátil, y nadie estaba mejor que él en el papel de masticanenas, pero su papel en Sucedió una noche tenía más matices, era más inteligente y, según Capra, era como el verdadero Gable: orgulloso, animado y ocurrente. De tal modo que en cuanto la estrella de la MGM se dio cuenta de que iba a tener un personaje interesante y que podía pasárselo bien, su actitud cambió totalmente y vio en Capra a un buen director y a un buen tipo.

En cambio, la Colbert no dio su brazo a torcer tan fácilmente. Aunque hablando con Gable también aceptó que aquella película no sería tan desastrosa como esperaba, por otro lado tampoco esperaba que fuera ningún éxito. Además la actriz no dejó de lado su modo de hacer caprichoso y ególatra arquetípico de las grandes estrellas de Hollywood, y que volvía a todos locos en la Paramount. De hecho su renuencia a desvestirse ante la cámara inspiró a Capra el gag de la "muralla de Jericó" que introdujo en el film.




A pesar de los caprichos de la Colbert y el desinterés inicial de Gable, Capra logró acabar el film en el tiempo estipulado. La actriz partió a rodar su nuevo proyecto, segura de haber rodado una peliculilla, mientras Gable volvía al redil de la MGM, contento al menos de haber podido demostrar que podía hacer papeles algo más sutiles que los típicos galanes rudos. A la postre, el único que realmente confiaba en el film era Capra.

Sin embargo al estrenarse el film las cifras parecían decir lo contrario. Tras un inicio prometedor con un estreno con cifras récord en Nueva York, la recaudación fue desinflándose poco a poco. La Columbia comenzó a retirar la película de los cines, hasta que llegó una de esos inexplicables giros de la fortuna que ocurren a veces en Hollywood. De repente el boca a boca comenzó a funcionar, la gente recomendaba a sus amigos y parientes ir a ver Sucedió una noche, y así, casi por milagro, el film comenzó a remontar hasta convertirse en un formidable éxito que recaudó millones de dólares. Casi de la noche a la mañana, Capra se convirtió en un director a tener en cuenta, y la Columbia dejó de ser la hermana pobre del resto de compañías cinematográficas.

Al público le gustó, la crítica la alabó, y la guinda final fueron los Oscar, que se otorgaban desde hace seis años. Sucedió una noche fue la primera (y hasta ahora, una de las escasas que lo han conseguido) película en llevarse todos los grandes premios de la Academia: el Oscar a la Mejor Película, al Mejor Director, al Actor principal, la Actriz principal y al Mejor Guión. El triunfo fue total. Y para Claudette Colbert, segura de perderlo ante Bette Davis, tan inesperado, que la noticia le llegó cuando estaba a punto de tomar un tren. Con una poco glamurosa ropa de viaje, la Colbert tuvo que salir espitada hacia el hotel donde se celebraba la ceremonia, recoger su Oscar, dar un breve discurso de compromiso y regresar rápidamente para coger su tren.




Sucedió una noche es una comedia deliciosa, que en su momento, junto con las estupendas comedias de Ernst Lubitsch, ayudó a sentar las bases de las conocidas como screwball comedies que tuvieron su apogeo en los años 30 y 40. Enmarcada dentro de la comedia romántica, la subtrama es una de las arquetípicas del género: la joven y consentida heredera que se topa con un fiel reflejo de la clase trabajadora. Y aunque en un principio su diferente clase social y sus personalidades chocan, al final... bueno, ya sabéis lo que pasa al final.

El film es un buen ejemplo de comedia fina, que te hace sonreir más que arrancarte carcajadas. No tiene los toques de genialidad de un Lubitsch o un Wilder, o el brutal sinsentido de los Hermans Marx, pero tampoco lo que pretende el inteligente guión de Robert Riskin. Sucedió una noche es simplemente una comedia romántica bien engrasada donde dirección y guión están al servicio de un dúo protagonista que lleva todo el peso del film. La química entre Gable y la Colbert es extraordinaria, y sus interpretaciones son el motor de la película. Además, la cinta cuenta con secuencias realmente inolvidables: el teatrillo que se montan Gable y Colbert en el pequeño hotel ante los detectives husmeadores, las vívidas escenas de los viajes en autobús, o, por supuesto, la escena más famosa de todas, aquella en que el personaje de Claudette le da una lección a Gable con su método infalible para hacer autostop.

No creo que haya mejor adjetivo para describir Sucedió una noche que calificarla como deliciosa. Es amena, entrañable, y en su momento fue todo un acontecimiento de tal magnitud que no sólo sirvió para, dicen, inspirar algunos de los míticos personajes de los Looney Tunes a Friz Freleng, sino que también corrió el rumor de que el torso desnudo de Clark Gable al quitarse la camisa en una escena de la película hizo descender la venta de camisetas de interior en todo el país. Es un rumor exagerado, obviamente. Si veis Sucedió una noche no creo que dejéis de comprar camisetas, pero seguro que pasaréis un buen rato en compañía de dos de las mayores estrellas de un tiempo ya lejano.

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