ZEPPELIN ROCK: PAUL MCCARTNEY - McCartney III (2020): CRÍTICA Review

lunes, 28 de diciembre de 2020

PAUL MCCARTNEY - McCartney III (2020): CRÍTICA Review

 

Por Esteban Martínez (@EMartineC)



Empecemos hablando de los clichés al uso: ¿Que es un privilegio tenerlo creando aún entre nosotros? Sí. ¿Que es impresionante evidenciar el nivel que ha logrado sostener tras sesenta años de carrera? Absolutamente sí. ¿Que en los últimos veinte años, ya sin la presión de ser un exbeatle, ha compuesto mejores cosas que en sus primeros veinte años en solitario? Amén. Sí, sí y sí. Todo eso y más respecto al genio en vida que es Paul McCartney, un verdadero sobreviviente. Capaz de sobrevivir a la ruptura de la que por consenso es la banda más grande de todos los tiempos, a la muerte de John, a la de Linda, a sus posteriores divorcios... y a todo. Lo interesante es que siempre sobrevivió creando, y este 2020 de pandemia y encierro no ha sido una excepción.




Si hacemos un breve recorrido histórico, habría que comenzar mencionando que el origen de este álbum se encuentra en 1970. Cincuenta años atrás, el inglés, secundado por Linda Eastman, decidió utilizar la música para escapar del alcohol y la depresión producida por el fin de su banda, de sus queridos The Beatles. Lanzó entonces McCartney I, un álbum de carácter rústico, grabado mitad en su rancho y mitad en Abbey Road, compuesto por alguna que otra joya + una serie de maquetas. Diez años después llegaría McCartney II (1980), aunque esta vez el vocalista se encontraba en otra etapa, una mucho más consolidada y esto se reflejó en la producción del álbum. Han pasado 40 años desde aquello y el contexto de este 2020 provocó la idea en Paul de retomar aquella tradición de sus álbumes numerados y personales, y dada la experiencia acumulada, cabe mencionar que algo de ambos McCartney vive en esta tercera entrega de la secuencia. Me explico: McCartney III no es un álbum descuidado o desprolijo en términos de producción (ahí se distancia con la primera entrega); sin embargo, para bien y para mal, el trabajo deja la sensación de estar compuesto por ideas más que por canciones (ahí se acerca), dando reales muestras del estado vocal, interpretativo y creativo del vocalista.





Seguramente, él también lo ha querido así, que para discos trabajados al detalle y repletos de matices está cualquiera desde Flowers in the dirt (1989) hasta el más reciente Egypt station (2018). En esta ocasión los tiros han ido por la espontaneidad y, bueno, esto es lo que ha salido. Y si, que a ratos el álbum luce bastante seco de ideas, con piezas que pareciesen insinuar algo, pero no terminan de cuajar, ya sea en un instrumental como 'Long tailed winter bird', en plan full band en 'Find my way', acústico en 'Pretty boys' (que me ha recordado bastante a 'Early days' de New, 2013) o eléctrico en 'Lavatory lil'... el factor común es el encontrar ideas que no acaban por llegar a algún puerto o encontrar melodías que simplemente dan vueltas sobre vueltas, como ocurre en 'Deep down'. De hecho, el tema más potente del álbum me ha parecido 'Deep deep feeling', ocho minutos de mucha oscuridad que de plano se van abriendo entre líneas marcadamente exploratorias que abordan el tema de la pérdida en sus líricas. 

Otra que se disfrutará será el rock de 'Slidin'' aunque sin jamás alcanzar las cotas de otros álbumes recientes de Paul, cerrando así un trabajo en donde el vocalista se ha dado el gusto de componer, tocar y producir, lo cual se valora, como decíamos, y agradece como ejercicio, pero objetivamente encuentra pocos momentos verdaderamente inspirados. Tampoco pasa nada, que insisto, el trabajo es un gustazo que Paul ha querido darse y hay que entenderlo como tal.

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