ZEPPELIN ROCK: LAS MEJORES PELÍCULAS DEL OESTE DE LOS AÑOS 50 - Los mejores wésterns de la década

martes, 12 de mayo de 2020

LAS MEJORES PELÍCULAS DEL OESTE DE LOS AÑOS 50 - Los mejores wésterns de la década

Centauros del desierto.

por MrSambo (@Mrsambo92)
del blog CINEMELODIC



El Western es el género más completo de la historia del cine. Cualquier tema sobre el que quieras reflexionar o desarrollar (amor, deseo, venganza, violencia, honor…), cualquier tono que le quieras dar (épico, intimista, serio, frívolo, alegre…) encaja a la perfección sin necesidad de forzarlo en modo alguno. Quizá no guste a todos, pero no hay otro más completo. Y siendo un género que se frecuentó desde los inicios del cine, tiene en esta década de los 50 su época dorada, la de mayor esplendor, brillantez y depuración. El Western clásico, que posteriormente iría derivando hacia otros matices (el crepuscular, el spaghetti…). El Western es algo fascinante y único, ya que los americanos lograron hacer de unos pocos años de su breve historia (aproximadamente pongamos 30 años, 1860-1890, arco donde se desarrollan buena parte de las películas) todo un género cinematográfico. Asombroso. Y encima, como digo, el más completo.


Río Bravo.

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Las mejores películas del oeste de los años 50 
(Los mejores westers de la década)


APACHE (1954), de Robert Aldrich. 

Magnífico retrato sobre el orgullo con un enrome Burt Lancaster. Interesante western de Aldrich que expone con vigor sus ideas.


BUSCA TU REFUGIO (1955), de Nicholas Ray. 

En 1955 tuvimos a Ray por partida doble, con su mítica “Rebelde sin Causa” y este western protagonizado por James Cagney, más que interesante, humanista y entrañable. Desconocida a recuperar.


CABALGAR EN SOLITARIO (1959), de Budd Boetticher. 

Un Western de serie B de Boetticher con Randolph Scott al frente. Si eres fan del género no lo dudes, porque es desconocido y merece mucho la pena.


CAMINO DE LA HORCA (1951), de Raoul Walsh. 

Es una lección magistral de dirección y también de escritura. Bajo una premisa sencilla, incluso manida, Walsh saca oro. Matizada, profunda, simpática… una gran obra, quizá poco conocida, del maestro.


CARAVANA DE MUJERES (1951), de William A. Wellman. 

A Wellman hay que subirle de categoría. Es un maestro. Su dirección está llena de detalles y sutilezas, de talento que elevan sus cintas muy por encima de lo que parecen a simple vista. Aquí lo vuelve a lograr, con un retrato femenino, de aquellas pioneras, ejemplar.




CARAVANA DE PAZ (1950), de John Ford. 

Ford casi en la pura digresión. Western, humor, aventuras, romance… con la calidad narrativa del maestro. Pequeña joya poco conocida del genio.


CAZADOR DE FORAJIDOS (1957), de Anthony Mann. 

Aunque algo infravalorado con respecto a los westerns más conocidos y reputados del director, estamos ante otra joya incuestionable de Mann. Un notabilísimo western de redenciones y relaciones paterno-filiales donde sobresale el gran Henry Fonda. Anótenla bien.

CENTAUROS DEL DESIERTO (1956), de John Ford. 

Para muchos el mejor western de la historia y una de las mejores películas de todos los tiempos. Poco más que añadir. El talento destilado y depurado del mejor director de la historia en una obra dura, poética, divertida, áspera, reflexiva, madura, profunda, con un antihéroe antológico y planos que son el cenit del celuloide. Imprescindible para cualquier cinéfilo que se precie.


COLORADO JIM (1953), de Anthony Mann. 

Con un reparto inconmensurable, un James Stewart pletórico como siempre, un Robert Ryan que encarna, una vez más, a un perfecto villano, cínico y despreciable, y una deseable Janet Leigh, “Colorado Jim” es otra obra maestra de Anthony Mann, muy psicológica y detallista, donde cada risa, mirada, duda y reacción está perfectamente medida y tiene un sentido. Un soberbio western clásico, profundo y de ritmo ejemplar. Otra obligada recomendación.


CUARENTA PISTOLAS (1957), de Samuel Fuller. 

Un gran clásico de Fuller, que no se prodigó en el western, con una poderosísima Barbara Stanwyck haciendo de terrateniente que se maneja de tú a tú con los rudos hombres del oeste. Bien es cierto que la cinta es irregular y no sacar todo el partido a unos interesantes elementos, pero se agradecen sus novedades.


DEL INFIERNO A TEXAS (1958), de Henry Hathaway. 

Hathaway era muy bueno, y cuando hacía westerns era casi mejor. Este, no muy conocido, es muy reivindicado por grandes cinéfilos. Eso sí, el director, como acostumbraba, hizo la vida imposible a los miembros del equipo.


DUELO DE TITANES (1957), de John Sturges. 

La mejor versión del mítico duelo en OK Corral entre Wyatt Earp y Doc Holliday contra la familia Clanton, con permiso de “La Pasión de los Fuertes” de John Ford. Ahí es nada… Sturges volaba a alturas extraordinarias a menudo.




EL ÁRBOL DEL AHORCADO (1959), de Delmer Daves. 

Otro magnífico Western de Daves, un director realmente notable, con Gary Cooper al frente del reparto. Es un clásico absoluto del género. Dicho queda.


EL CORREO DEL INFIERNO (1951), de Henry Hathaway. 

Potente western clásico y de cámara, donde unos forajidos retienen contra su voluntad al conductor de una diligencia, una joven y la sobria de esta a la espera de un cargamento de oro. Asfixiante y de tensión creciente, es un Hathaway, lo que significa que no decepcionará.


EL HOMBRE DE LARAMIE (1955), de Anthony Mann. 

Obra maestra del western clásico y una vez más a cargo de Anthony Mann… junto a James Stewart. Es un clásico sencillamente excepcional.


EL HOMBRE DE LAS PISTOLAS DE ORO (1959), de Edward Dmytryk. 

Uno de los grandes títulos de Dmytryk, un Western clásico con grandes secuencias, magníficas interpretaciones de un excelente reparto y una dirección en estado de gracia.




EL HOMBRE DEL OESTE (1958), de Anthony Mann. 

Otra joya del oeste de Mann, en esta ocasión con Gary Cooper de protagonista. Otra lección del maestro en una narración pausada y reflexiva, que eleva su categoría a cotas magistrales, como de costumbre.


EL JARDÍN DEL DIABLO (1954), de Henry Hathaway. 

Un estupendo western clásico que además tiene mucho de cine de aventuras, género en el que también Hathaway dejó muchos y buenos títulos. Un duelo entre dos grandes de la escena en una especie de triángulo amoroso. Gary Cooper y Richard Widmark con Susan Hayward en medio. Un western que está en la historia del cine por ser el primero realizado en Cinemascope.


EL PISTOLERO (1950), de Henry King. 

Soberbio western en la que es la década de su máximo esplendor. Con un punto crepuscular, tenemos un magnífico estudio psicológico y una reflexión sobre el destino y la imposibilidad de escapar de él dignos de encomio. Una maravillosa película de Henry King con Gregory Peck como protagonista.


EL RASTRO DE LA PANTERA (1954), de William A. Wellman. 

Western con un rico juego de relaciones entre los miembros de una familia en un entorno cerrado. Un buen título de Wellman, que rara vez decepciona.


EL SEXTO FUGITIVO (1956), de John Sturges. 

Un buen western de Sturges que tiene grandes dosis de intriga, convirtiéndolo en un trabajo muy entretenido que hará las delicias de los fans del género. Siempre es un placer ver a Richard Widmark, que aquí comparte plano con Donna Reed.


EL TREN DE LAS 3:10 (1957), de Delmer Daves. 

Magnífico western este de Daves, un director al que no se ha valorado en su justa medida, me temo. Gran trabajo de Glenn Ford y Van Heflin en esta narración llena de brío y nervio. Un grandísimo trabajo que tuvo remake en 2007. Se nota que era la época de oro del género.




EL ÚLTIMO TREN DE GUN HILL (1959), de John Sturges. 

Otro gran Western, este a cargo de Sturges, donde se vuelve a tocar el tema del racismo. Una historia de venganza perfectamente narrada para firmar otro clásico del género.


EL ZURDO (1958), de Arthur Penn. 

Paul Newman como Billy “El Niño” en un western curioso y con un punto de vista bastante fresco en el que era el debut de Penn en la dirección.


ENCUBRIDORA (1952), de Fritz Lang. 

Uno de los más conseguidos westerns del maestro. Un western donde la mujer tiene un papel poderoso y predominante, en el que Marlene Dietrich luce esplendorosa. Western atípico. Un clásico indudable.


ESTRELLAS EN MI CORONA (1950), de Jacques Tourneur. 

Talento indiscutible del Noir y el terror, géneros que aceptan las atmósferas como una esponja y a los que el director sacó partido como pocos, pero que en el western logró también obras más que notables, dotándolas de ese aura especial que imprimía a todos sus trabajos. Este que os traigo aquí es además de los menos conocidos del director, y posiblemente de los mejores. Brillante.


FLECHA ROTA (1950), de Delmer Daves. 

Más de James Stewart. Magnífico western clásico de visión humanista, con una mirada pacificadora y compresiva hacia los nativos, desmitificadora. Francamente bien rodada, con vigorosas escenas de acción. Notable.


FORT BRAVO (1953), de John Sturges. 

En plena Guerra de Secesión (1861-1865), un western clásico lleno de acción, aventura, drama y romance, con presos confederados e indios amenazantes. Un magnífico ejemplo del género hegemónico en los 50, narrado con acierto por Sturges.


HISTORIA DE UN CONDENADO (1953), de Raoul Walsh. 

Western clásico de Walsh, sin excesivas pretensiones, pero con esa narración ejemplar y vigorosa característica del director.


HORIZONTES DE GRANDEZA (1958), de William Wyler. 

Espectacular obra maestra de Wyler, que vuelve a deslumbrar con su precisión técnica y talento desmesurado. Choques amorosos y personajes francamente bien dibujados en conflicto en un antológico western, clásico entre clásicos. Inolvidable Gregory Peck y su tremenda pelea con Charlton Heston.




HORIZONTES LEJANOS (1952), de Anthony Mann. 

Obra maestra del western dirigida por uno de los mejores exponentes del género en su época de esplendor. Las peripecias de los pioneros narradas con vigor, pulso narrativo y brillantez. Y ayudado por un reparto excepcional encabezado por James Stewart.


JOHNNY GUITAR (1954), de Nicolas Ray. 

Obra maestra del western. Una relación eterna, sublimada en una frase inolvidable (miénteme, dime que me has esperado todos estos años) para un Western destinado al olvido que es convirtió en un éxito tremebundo gracias a su romanticismo, lirismo y aroma de fatalidad. De obligado visionado.


JUBAL (1956), de Delmer Daves. 

Western con reminiscencias shakespearianas, en concreto a Otelo. Y es que el western, como el Noir, acepta todo. Un tenso duelo de actores: Glenn Ford, Ernest Borgnine y Rod Steiger.


LA LEY DE LA HORCA (1956), de Robert Wise. 

Wise, demostrando su competencia en el western, reflexiona sobre la ley y la justicia, sobre un oeste crepuscular y los cambios que irían llegando al mismo en la relación de un ranchero y un joven que lo salva de la muerte.


LA LEY DEL TALIÓN (1956), de Delmer Daves. 

Otro western, no en balde es la época dorada del género. Notable título de Daves con un gran Richard Widmark, condenado a muerte y héroe. Profundo, denso, con mucha acción y reflexión. Había tantas joyas que algunas, como es el caso, pasaban desapercibidas.


LA PRADERA SIN LEY (1955), de King Vidor. 

Un western soberbio que bien merece reivindicación. El eterno conflicto entre la ley y la libertad, entre las praderas libres y los cotos limitados a la propiedad privada que vertebraron el nacimiento y expansión de la nación, su esencia misma, retratado como pocas veces. Muy recomendable. Gran Kirk Douglas.


LA PUERTA DEL DIABLO (1950), de Anthony Mann. 

El señor Anthony Mann tuvo un 1950 glorioso con tres westerns. Este primero es un soberbio ejemplo de western clásico, que por la razón que sea suena menos que sus grandes obras en el género. Excelente.


LA ÚLTIMA CAZA (1956), de Richard Brooks. 

Western de toque ecologista el narrado por el magnífico Richard Brooks. La amistad, la tolerancia, la libertad y la caza indiscriminada, la necesidad de limitaciones… Primero de los tres westerns que hizo el director.


LA VERDADERA HISTORIA DE JESSE JAMES (1957), de Nicholas Ray. 

Buen western de Ray que pretende ser fiel a la verdadera personalidad del famoso ladrón, basándose en la biografía de James D. Holan.




LANZA ROTA (1954), de Edward Dmytryk. 

Libre adaptación del Rey Lear shakespeariano en un western notable de conflictos familiares, afectos mal conducidos y ambiciones descontroladas. Un gran reparto hace el resto. Un gran trabajo de Dmytryk.


LAS FURIAS (1950), de Anthony Mann. 

El segundo de los westerns de Mann en 1950 es otro ejemplo de maestría del director. Narrativa precisa, poderío visual, talento en la puesta en escena. Otra obra digna de elogio que tampoco es de las más conocidas… aunque no sé la razón…


LOS CAUTIVOS (1957), de Budd Boetticher. 

Un estupendo western poco conocido que adapta una novela de Elmore Leonard. Una serie B muy respetada que vuelve a demostrar que en aquella época sacaban calidad a raudales casi sin esfuerzo, y westerns brillantes sin despeinarse.


LOS IMPLACABLES (1955), de Raoul Walsh. 

Maravilloso western de Walsh, un clásico espléndido que se desarrolla tras la Guerra Civil americana. Lo tiene todo: acción, romance, humor, aventuras, un reparto excelente (Clark Gable, Jane Russell y Robert Ryan) y el ritmo narrativo sin igual del director. Un western clásico del máximo nivel. Recomendadísima.


MÁS ALLÁ DEL MISSOURI (1951), de William A. Wellman. 

Wellman y sus westerns comprometidos, este en rollo ecologista y con Clark Gable de protagonista. Lejos de sus grandes obras, en cualquier caso.


MISIÓN DE AUDACES (1959), de John Ford. 

Magistral Western de Ford. John Wayne y William Holden hacen un trabajo maravilloso en otra de esas obras sublimes del maestro. Y a pesar de todo merece más reconocimiento.


RAÍCES PROFUNDAS (1953), de George Stevens

Obra maestra del western clásico, género que este año trae varias joyas, no en balde es su década de esplendor, como he explicado durante semanas anteriores. Potente, intensa, magistral, un clásico absoluto con un personaje imperecedero, el Shane que encarna Alan Ladd, héroe crepuscular. Maravilloso.




REBELIÓN EN EL FUERTE (1954), de Raoul Walsh. 

Entretenida película de Walsh, Western en tierras canadienses desarrollado con el enérgico pulso del maestro. En tono aventurero, el film siempre resulta ameno y agradable, una opción más que solvente para los amantes del género.


RÍO BRAVO (1959), de Howard Hawks. 

Obra maestra atemporal. Uno de los grandes Westerns de la historia y una de las mejores películas de todos los tiempos. Puro Hawks, sublimando su universo en este retrato de la camaradería que no tiene parangón. John Wayne, Dean Martin, Walter Brennan, Ricky Nelson y Angie Dickinson forman un equipo irrepetible… aunque casi lo hizo el propio Hawks con “El Dorado”.


RÍO DE SANGRE (1952), de Howard Hawks. 

Maravilloso western de pioneros del maestro Hawks. Espíritu aventurero y una relación paterno-filial para desgranar muchas de las constantes de este genio absoluto. Uno de los cinco grandes de todos los tiempos. Gran Kirk Douglas.


RÍO GRANDE (1950), de John Ford. 

Gran western fordiano donde lo épico se funde con lo familiar. John Wayne y Maureen O’Hara vuelven a demostrar su química en pantalla. Una pareja antológica.


SOLO ANTE EL PELIGRO (1952), de Fred Zinnemann. 

Western de referencia, varios hay este año, y despreciado por Hawks, que trae otra genialidad colocada un poco más arriba. El héroe interpretado magníficamente por Gary Cooper era la antítesis del héroe hawksiano, que jamás pediría ayuda para acometer el reto de la película. Por lo demás, un título iconográfico, esencial. Una obra de arte.




SOLO EL VALIENTE (1951), de Gordon Douglas. 

Western de ese maestro de la serie B que es Gordon Douglas. Protagonizado por Gregory Peck, es un solvente trabajo que satisfará a los amantes del género.


TAMBORES LEJANOS (1951), de Raoul Walsh. 

Conocido western protagonizado por Gary Copper bajo la batuta del maestro Walsh. Espíritu aventurero y una trama entretenida.


TIERRAS LEJANAS (1954), de Anthony Mann. 

Cuarto western del dúo Anthony Mann y James Stewart. Realizaron cinco, todos ellos magistrales, “Winchester 73” (1950), “Horizontes lejanos” (1952), “Colorado Jim” (1953) y “El hombre de Laramie” (1955) son los restantes de una serie sencillamente ejemplar. De una dimensión más épica y amplia que otros, incluso entre los realizados junto a James Stewart, aunque no por ello significa que sea mejor. Es otra joya más donde se escenifica el progreso de una nación, la necesidad de la ley y el conflicto entre libertad, individualidad, libertinaje y totalitarismo, como lo era “El hombre que mató a Liberty Valance” (John Ford, 1962), que enfrentó a los pioneros y padres de una nación admirable. Muy recomendada para todo amante del Western y el Séptimo Arte. Obra maestra del género.




TRAS LA PISTA DE LOS ASESINOS (1956), de Budd Boetticher. 

Otra de esas joyas ocultas, desapercibidas, olvidadas en el tiempo, que rescatamos aquí. Un pequeño western con la venganza como leit motiv que estoy convencido no decepcionará ni a los fans del género ni a los más exigentes cinéfilos desde su sencillez y concisión.


UNA PISTOLA AL AMANECER (1956), de Jacques Tourneur. 

Potente y pasional western de Tourneur con triángulo amoroso en los albores de la Guerra de Secesión. Un muy interesante trabajo del imprescindible director, único creando atmósferas, y muy poco conocido.


VERA CRUZ (1954), de Robert Aldrich. 

Una joyita del Western que me gusta mucho, aunque algunos no la valoran en su justa medida. Aquí tenemos a nuestra Sara Montiel seduciendo (también en la vida real) al bueno de Gary Cooper… y a Burt Lancaster. Un estupendo Western clásico, aunque algo atípico, con la dirección del brillante, también irregular, Aldrich.


WICHITA, CIUDAD INFERNAL (1955), de Jacques Tourneur. 

Otro western clásico a cargo de Tourneur, que logra darle esa aura especial que sólo tenían sus películas, entre fantasmagóricas y poéticas. Muy interesante.


WINCHESTER 73 (1950), de Anthony Mann. 

Referente indiscutible del western, no sólo por su caleidoscópico retrato, sino por la originalidad de su guión y planteamiento. Otra joya con James Stewart al frente del reparto. Otra de las imprescindibles.

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