ZEPPELIN ROCK: LAS MEJORES COMEDIAS DEL CINE DE LOS AÑOS 40

domingo, 3 de mayo de 2020

LAS MEJORES COMEDIAS DEL CINE DE LOS AÑOS 40


por MrSambo (@Mrsambo92)
del blog CINEMELODIC



Tras la explosión de creatividad que supusieron los 30, década de liberación y transgresión, donde se aplicaban los métodos del mudo y su enorme poderío visual y se integraba por fin el sonido y los diálogos, fusionando a los maestros pioneros del género como Lubitsch, Capra, Cukor o los hermanos Marx con los genios silentes de Chaplin, Keaton o Lloyd en un virtuoso caos, se alcanzó la depuración y madurez en esta y la posterior década. Es la década del Cine Negro, el gran elemento de transgresión de aquellos años, pero la calidad de la comedia no le fue a la zaga.

Las mejores comedias del cine de los años 40


ARSÉNICO POR COMPASIÓN (1944), de Frank Capra. 

Es la primera película “para cinéfilos” que vi siendo consciente de ello. Mi entusiasmo por ella procedió del hecho de que me encantó. ¡Una película “para cinéfilos” y la había entendido, me había gustado muchísimo! Era un crío y eso sublimó mi ego, sobre todo porque sabía que la mayoría de los de mi edad no la conocían. Una obra maestra, quizá la mejor muestra de comedia negra de la historia, con una interpretación de antología de Cary Grant, completamente desenfrenado, y que da una lección de cómo se actúa de espalda. Nadie ha logrado nada igual, salvo, quizá, él mismo. Capra, una vez más, entregando un título eterno.




BOLA DE FUEGO (1941), de Howard Hawks. 

Obra maestra de Howard Hawks, una comedia puramente hawksiana, con hombre encerrado en su burbuja, Gary Cooper, y mujer independiente y enérgica que viene a romperla, Barbara Stanwyck. Corran, véanla, es soberbia. Indispensable.


DE ILUSIÓN TAMBIÉN SE VIVE (1947), de George Seaton. 

Uno de los clásicos navideños por antonomasia con todas sus virtudes y ninguno de sus defectos. Una película de increíble modernidad que se mantiene plenamente vigente en su inteligente y auténtico retrato de una sociedad cínica y descreída necesitada de alicientes vitales y algo de magia.


DÍA DE FIESTA (1949), de Jacques Tati. 

No se puede no adorar a Tati. Este es uno de sus clásicos. Un maestro contracorriente, que con el auge del sonoro él decidió no hablar. Este es su debut, con un estilo que rinde homenaje a los grandes humoristas del mudo americano. Deliciosa, encantadora.


DOMINGO DE CARNAVAL (1945), de Edgar Neville. 

Uno de los grandes de nuestro cine, infravalorado hasta la nausea… Siempre mezclando géneros, alejándose de lo convencional, Neville realiza esta intriga con toque cómico que siempre resulta agradable, aunque no convenza su desarrollo policiaco.


EL ASUNTO DEL DÍA (1942), de George Stevens. 

Poco conocida película del gran George Stevens, un soberbio director que estaba muy cómodo en la comedia, con el imprescindible Cary Grant. Una mezcla entre comedia, drama y dosis de intriga que merece mucho la pena.


EL BAZAR DE LAS SORPRESAS (1940), de Ernst Lubitsch. 

Obra maestra de la comedía del gran Lubitsch con el bueno de James Stewart en estado de gracia. Modelo y referente de la comedia romántica, imitada hasta la saciedad, incluso con remake en 1998 protagonizado por Meg Ryan y Tom Hanks. Pura sutileza, talento y vitalidad.


EL DIABLO DIJO NO (1943), de Ernst Lubitsch. 

Más lecciones de Lubitsch. Magistral ejemplo de ese “toque” casi indefinible que lucía el maestro. Un clásico absoluto de la comedia y también del fantástico, por qué no, con ese hombre que muere prematuramente y que conoce al diablo, con el que revisará su vida, convencido de que debe ir al infierno por su disipada existencia.


EL DIABLO Y YO (1946), de Archie Mayo. 

Una joyita poco conocida, uno de esos placeres que concede siempre el Cine Clásico. Aquí tenemos una mezcla de varios géneros, desde el cine de gángters a la comedia fantástica, pasando por el drama y la comedia romántica. Original comedia protagonizada por Paul Muni, un magnífico actor que quizá no tuvo toda la suerte que mereció. Apostad por ella, merece la pena.


EL FANTASMA Y LA SEÑORA MUIR (1947), de Joseph L. Mankiewicz. 

Obra maestra del cine romántico y poético de todos los tiempos. Englobada en el género fantástico. “El fantasma y la señora Muir” es una de las más bellas historias de amor que se han rodado jamás. Un relato que fusiona con increíble naturalidad el gótico, el drama romántico y la alta comedia. Un equilibrio en tonos y géneros perfecto. Primera obra maestra rodada por Mankiewicz, aunque él la considerara aún parte de su aprendizaje, entre otras cosas porque adapta un texto que no es suyo.




EL GRAN DICTADOR (1940), de Charles Chaplin. 

Una de las películas más conocidas del director, aunque no la mejor, de gran calado, que mezcló las virtudes cómicas con un mensaje trascendente, motivo de su mayor repercusión. Con escenas iconográficas, que en su poder alegórico han pasado a la historia (la del globo terráqueo, por ejemplo), es otra obra maestra de uno de los más grande creadores de todos los tiempos.




EL HOMBRE QUE VINO A CENAR (1942), de William Keighley. 

 Os traigo otra divertida comedia poco conocida y protagonizada por Bette Davis. Ahí es nada. Estupendos personajes y divertidas situaciones. Una gran apuesta.


EL MAYOR Y LA MENOR (1942), de Billy Wilder. 

Simpática comedia de Wilder, aunque es de sus peores obras, de las más insustanciales. Fíjense cómo será su filmografía para que esta, que es bien divertida, sea de las más flojas. Ideal para pasar el rato.


EL MILAGRO DE MORGAN CREEK (1944), de Preston Sturges. 

Una chica que tras un festivo baile y una borrachera aparece con un anillo, casada y embarazada sin recordar quién es el afortunado… Sturges trasgresor para la época. Sigan la filmografía de Sturges, un grande de la comedia.


EL MUNDO DE GEORGE APLEY (1947), de Joseph L. Mankiewicz. 

Otra película de Makiewicz, y otra obra más que notable. No vuela a tanta altura como la anterior, “El fantasma y la señora Muir”, pero desde luego es una comedia excelente basada en una obra ganadora del Pulitzer.


EL PECADO DE CLUNY BROWN (1946), de Ernst Lubitsch. 

La sutileza de Lubitsch amansando a Jennifer Jones. Maravillosa comedia romántica, digna del maestro. Una de sus grandes obras que merece un disfrutón visionado. Apunten, apunten.


HISTORIAS DE FILADELFIA (1940), de George Cukor. 

Hito de la comedia sofisticada, quizá su ejemplo más perfecto y conseguido. Cary Grant, James Stewart, dos de los tres actores con mejor filmografía de la historia, y la eterna Katharine Hepburn… ¡Qué puede faltar! ¡Ah, sí! Dirigida por George Cukor, uno de los más grandes directores de todos los tiempos y maestro de este tipo de comedias. Indispensable.


HUBO UNA LUNA DE MIEL (1942), de Leo McCarey. 

Correcta película de Leo McCarey. Una comedia dramática con el nazismo como telón de fondo y todo el carisma de Cary Grant. Irregular en su mezcolanza de géneros (comedia, drama, intriga), una película indecisa y titubeante en su tono, pero también con buenos alicientes.


INFIELMENTE TUYO (1948), de Preston Sturges. 

Ya está aquí Sturges de nuevo con una de sus comedias. Una vez más un acierto, una excelente muestra del talento del director. Otra que merece mucho la pena.


LA COSTILLA DE ADÁN (1949), de George Cukor. 

Obra maestra de la comedia y la lucha de sexos con una pareja eterna como protagonistas: Spencer Tracy y Katharine Hepburn. Y con Cukor al mando. Imprescindible, perfecta. No se la pierdan. Cumbre de la comedia.




LA MUJER DEL AÑO (1942), de George Stevens. 

Estupenda comedia romántica con pareja de lujo: Spencer Tracy y Katharine Hepburn. Stevens se deleita estirando las escenas de comedia, una de sus virtudes, como la que cierra la película. Excepcional.


LA MUJER DEL OBISPO (1947), de Henry Koster. 

Simpática comedia protagonizada por Cary Grant. De hecho se dan cita dos de los actores más elegantes y distinguidos de la historia del cine, el citado Grant y David Niven. Una clásica película navideña, en onda Capra, que ha tenido sus remakes.


LA NOVIA ERA ÉL (1949), de Howard Hawks. 

Sólo Howard Hawks podía travestir a Cary Grant, y sólo Cary Grant podría llevar semejante look con la más sublime de las elegancias. Divertidísima joya de la comedia con los dos maestros deleitándonos a base a bien: Howard Hawks y Cary Grant. Divertidísima.


LA VIDA EN UN HILO (1945), de Edgar Neville. 

Simpática comedia esta de Neville, que repite este año. Una comedia fresca y bastante adelantada a su tiempo, de ágil estructura y gran dinamismo. Merece la pena adentrarse en la filmografía de Neville.


LA ZARINA (1945), de Otto Preminger y Ernst Lubitsch. 

Fueron varias las películas en la que Preminger y Lubitsch compartieron dirección, ya fuera por sustituciones o cualquier otro motivo (Margen de error de 1943 es otro ejemplo). Aquí nos deleitan con una comedia más que simpática donde ambos demuestran su buen hacer, si bien es cierto que el conjunto es puro Lubitsch. Llevamos al sonoro a personajes que Lubitsch ya nos presentó en “La frivolidad de una dama” (1924).


LAS CAMPANAS DE SANTA MARÍA (1945), de Leo McCarey. 

Pretende seguir la estela de la encantadora “Siguiendo mi camino”, que os traje la semana pasada, logrando también ese encanto aunque quizá quede algo por debajo. En cualquier caso, es otra delicia.


LAS TRES NOCHES DE EVA (1941), de Preston Sturges. 

Dos genialidades nos dejó Sturges en la comedia y en este año. Maravillosa comedia hawksiana que es puro encanto. Una genialidad digna de los mejores títulos del género, de hecho siempre es un placer citarla en las listas de grandes comedia de la época. Henry Fonda y Barbara Stanwyck, que hace otro soberbio triplete, están perfectos.


LO QUE PIENSAN LAS MUJERES (1941), de Ernst Lubitsch. 

Simpática comedia del maestro, aunque no está entre sus grandes obras, ni de lejos. Enredos, ironía, juego sexual y el toque. Más sosa, pero apreciable.


LOS BLANDINGS YA TIENEN CASA (1948), de H. C. Potter. 

Simpática comedia con Cary Grant como protagonista. Un entretenimiento sin grandes pretensiones que funciona estupendamente desde el gag visual, así como desde los diálogos. Una sana y divertida evasión.


LOS HERMANOS MARX EN EL OESTE (1940), de Edward Buzzell. 

Cita obligada cada año. Los geniales hermanos desplegando su talento en el oeste. Otra genialidad.


LOS VIAJES DE SULLIVAN (1941), de Preston Sturges. 

Quizá la obra maestra de Sturges, que firmó dos comedias antológicas este año, la ya mencionada “Las tres noches de Eva” y esta misma. Con gran calado y profundidad en su mirada social, lo que más destaca es la vivacidad de la mítica Veronica Lake, que está espléndida. Él siempre bondadoso y honesto Joel McCrea da buena réplica. La primera parte del film es hilarante, luego la cinta es más reflexiva, hasta rubricar un trabajo perfecto.


LUNA NUEVA (1940), de Howard Hawks. 

Una de las mejores comedias de todos los tiempos. Una de mis favoritas. Con los diálogos más trepidantes que escucharéis, quizá sólo igualados en el “Uno, dos, tres” (1961) de Wilder. Diálogos como nunca antes se habían escuchado, donde los actores comían las últimas palabras de su compañero para dar más naturalidad y agilidad. Una de las innovaciones del maestro Hawks. Además, Cary Grant de encantador pícaro manipulador en un papel impresionante, y Rosalind Russell, que está soberbia.




MI MUJER FAVORITA (1940), de Garson Kanin. 

Cary Grant e Irene Dunne con Leo McCarey de productor. Comedia simpática, lejos de las grandes obras protagonizadas por el actor, pero más que disfrutable. La presencia de Grant lo elevaba todo. Muy divertida.


MONSIEUR VERDOUX (1947), de Charles Chaplin. 

Obra maestra de la comedia negra del maestro Chaplin. Lejos de su entrañable Charlot, Chaplin relata una historia basada en hechos reales repleta de amargura en un tono cómico de elegancia y sutileza excelsas. Su genio alcanzando nuevas cotas y dimensiones.


NIÑERA MODERNA (1948), de Walter Lang. 

Obra maestra de la comedia que nos deja un personaje eterno, como es este que interpreta magistralmente Clifton Webb. La cinta del artesano Walter Lang es absolutamente imprescindible. En poco más de hora y veinte te hace pasar un rato inolvidable y nos regala un personaje inmortal: Mr. Belvedere. Los artesanos del Hollywood clásico, una de las claves de su éxito, capaces de enfrentarse con humildad y dignidad a cualquier tema y convertirlo en una obra de arte.


OCHO SENTENCIAS DE MUERTE (1949), de Robert Hamer. 

Una productora mítica y encantadora. Un buen número de cinéfilos siente especial cariño por esta productora británica que tan bien entendió la comedia, especialmente la negra. Eso es lo que tenemos aquí, una comedia negra ejemplar. Es una joya de los Estudios Ealing, así que ustedes mismos…


PASAPORTE PARA PIMLICO (1949), de Henry Cornelius. 

Más de la Ealing con otra atractiva sátira, muy británica además. No es tan brillante como la anterior, “Ocho sentencias de muerte”, pero merece la pena.


RECUERDO DE UNA NOCHE (1940), de Mitchell Leisen. 

Curiosa comedia del alabado en estas páginas Leisen. Comedia, romance, atracos… un popurrí perfectamente condimentado con el talento del director y el de su guionista, un Preston Sturges del que este mismo año ya aparecen algunas de sus películas como director.


SALVE, HÉROE VICTORIOSO (1944), de Preston Sturges. 

De nuevo Sturges, que tuvo unos maravillosos años entregando comedias estupendas para la eternidad. Estas son quizá menos conocidas, pero igualmente reseñables e interesantes. Además de divertidas. Un auténtico autor que escribía y dirigía sus películas. Aquí reflexiona sobre dónde radica el heroísmo y la divergencia entre cómo nos vemos y cómo nos ven los demás, de una forma entrañable y simpática.


SE ESCAPÓ LA SUERTE (1947), de Jacques Becker. 

Simpática y ligera comedia dramática de Becker sobre una pareja que pierde un boleto de lotería que les habría solucionado la vida. Una sencilla reflexión sobre la naturaleza del amor y la importancia del azar en nuestras vidas.


SEIS DESTINOS (1942), de Julien Duvivier. 

Buena película estructurada en forma de episodios siguiendo las andanzas de distintas personas que se relacionan con un traje y que vivirán una aventura relacionada con él. Reparto espectacular el de esta comedia.


SER O NO SER (1942), de Ernst Lubitsch. 

Una de las comedias más destacadas del Séptimo Arte. Lubitsch volando lo más alto posible. Sátira sobre el nazismo, repleta de ironía, sugerencia, sarcasmo y ese toque casi indefinible que sólo se comprende a la perfección al verlo. Obra de obligado visionado e indiscutible diversión.




SI NO AMANECIERA (1941), de Mitchell Leisen. 

Los seguidores de estas listas sabrán de la reivindicación encendida y merecida a este magnífico director de comedias. Aquí tienen una de sus grandes joyas, con guión de Billy Wilder y Charles Brackett, por si los alicientes fueran pocos. Drama y toques de humor en brillante y particular mezcolanza. Magnífica.


SIGUIENDO MI CAMINO (1944), de Leo McCarey. 

Siete Oscars y diez nominaciones tuvo esta simpática película sobre la labor de un entrañable y divertido cura. McCarey y su excepcional sensibilidad dirigiendo al bueno de Bing Crosby. Encantadora.


SUCEDIÓ MAÑANA (1944), de René Clair. 

De curioso y atractivo planteamiento, esta comedia de tintes fantásticos en la que un reportero cuenta el extraño suceso que le aconteció al conocer al viejo Benson, encargado de la hemeroteca del periódico, que le hizo entrega de un ejemplar que vaticinaba con un día de antelación las noticias que ocurrirían, es más que apreciable. No alcanza el nivel esperado, pero aún así es una delicia.


UN ESPÍRITU BURLÓN (1945), de David Lean. 

Segunda aparición de David Lean, aquí con un título más ligero aunque también muy conocido y reputado. Una nueva adaptación de Noël Coward, en tono cómico y fantástico. Una agradable comedia fantástica.


UN MARIDO RICO (1942), de Preston Sturges. 

La corta filmografía de Sturges como director es ciertamente magnífica. Rara vez decepciona, sobre todo en sus inicios en el género de la comedia. Aquí traigo una menos conocida, pero divertidísima. Enredos amorosos, reflexiones sociales, ironía y elegancia.


UNA NOCHE EN CASABLANCA (1946), de Archie Mayo. 

Los Hermanos Marx, que habían faltado estos años atrás, regresan con esta joyita que los recuperaba para la causa tras algún bajón. Hilarante y con grandes momentos.



WHISKY A GO-GO (1949), de Alexander MacKendrick. 

Y no hay mejor manera de concluir que con otra comedia de los Estudios Ealing. Simpatiquísima comedia que ahora resultaría casi imposible de realizar en su suave apología del alcohol. Tiempos de lo políticamente correcto… Un buen trabajo de MacKendrick, director de corta pero notable filmografía.

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