El bueno de Clapton, harto del éxito que Cream le había proporcionado, cansado de las horas de jam rock, de las multitudes adorando, según él, al guitarrista e ignorando al hombre, comenzó un camino hacia la simplificación de sus interpretaciones, buscando la canción perfecta, la expresión exacta de sus sentimientos. En estas engañó a unos cuantos músicos con los que había compartido escenario unos meses de 1969 y 1970 junto a Delaney & Bonnie: Carl Radle al bajo, Jim Gordon a la percusión y al piano, Bobby Whitlock a las teclas y la guitarra acústica. Bien revueltos compusieron y grabaron este disco doble junto con el guitarrista Duane Allman, de The Allman Brothers, que pasaba por allí, metió un solo y se quedó una semana.
El tema título del álbum, la más famosa, la tremenda Layla, cuyo riff se ha copiado hasta la saciedad, llevó al disco hasta el top 10 a ambos lados del Atlántico. La canción, dedicada a la mujer de George Harrison, Pattie Boyd, de quien Eric estaba enamorado (acabó casándose con ella) consta de dos partes, la primera compuesta por Eric y la segunda una coda pianística de Jim Gordon. Un tema que por sí mismo colocaría a este álbum entre los grandes del rock.
Pero también podemos escuchar otros que aún hoy perduran en los directos y las recopilaciones de Eric Clapton. Composiciones suyas como I looked away, Bell bottom blues, Tell the truth o una de mis favoritas, Anyday, junto con versiones de Little wing (Hendrix), Key to the highway o Have you ever loved a woman.
El álbum se grabó en los Criteria Studio de Miami bajo la batuta de Tom Dowd y mucha fiesta, mucha droga y mucha inspiración.
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