Incomunicación
APENAS los separa un metro de distancia y ambos están uno frente al otro: en pisos distintos, frente a espejos distintos que se dan la espalda. Son un hombre y una mujer, de unos cuarenta años. Ella se arregla el pelo y se retoca los labios ya algo desvaídos con un lápiz rojo. Es sábado. Él se ajusta un corbatín negro y se echa un poco de colonia por los hombros. En un momento, sin saberlo, se acercan tanto el uno al otro que casi parece que quisieran besarse o escudriñar sus rasgos faciales. Ambos salen de sus respectivos apartamentos al mismo tiempo y coinciden accidentalmente frente a la puerta del ascensor, pero ni se saludan. Luego, una vez en la calle, ambos toman caminos divergentes y se pierden en la noche.
Ángel Carrasco Sotos.
Antes de nada, permíteme un inciso:
ResponderEliminar¿Colonia por los hombros? La primera vez que oigo eso.
Gran historia, Ángel. A veces pienso que una de las principales causas de todos los males que nos acontecen, es la incomunicación...
Me gustó mucho, mucho.
Un beso.
¿O era debajo de los hombros? Ya no recuerdo, jaja.
EliminarGracias, pequeña gran Tow.
Así te pondrás las camisas... "estrozás".
EliminarLa colonia, siempre, detrás de las orejas y hacia el cuello; nunca encima de la ropa, jajajaja.