ZEPPELIN ROCK: LOS ZIGARROS - A todo que sí (2016): CRÍTICA Review

martes, 19 de noviembre de 2024

LOS ZIGARROS - A todo que sí (2016): CRÍTICA Review

 

por Dani Matute (@dmatuteb)



Creo que esta vez voy a empezar por el final y dejar la conclusión antes de desgranar el contenido: el disco es lo que es, una ejercicio de chulería, desparpajo, macarrada  y socarronería. Es decir, lo mínimo que se le debe pedir al rock and roll clásico de toda la vida. Para pasarlo bien, coño. Y sí, te sonará a Stones, Status Quo, Burning, hasta Tequila. Pero es que los valencianos no habían inventado nada nuevo ni creo que lo pretendieran. Sin embargo, joder, lo que hacen en este disco lo hacen de puta madre y te levanta de tu asiento o te obliga a golpear el volante mientras conduces, te hace marcar el ritmo con la cabeza y no tienes más remedio que marcarte una sonrisa de medio lao a medida que los oyes. Y qué mejor que encontrar algo que haga olvidarte del resto de la vida y disfrutar un buen rato, ya sea tomándote unas birras, haciendo la paella del fin de semana o con tu familia delante del auditorio de Aluche, que es donde fuimos a verlos. 



Hacía relativamente pocos días también habían actuado en las fiestas de Alcobendas. Tengo un par de amigos que viven allí. Intenté convencerlos para que me acompañaran. Pero son unos rajaos, más que yo, que ya es decir. Así que, preferí dejarlo para acercarme a Aluche, que me pilla más a mano. Lo comenté en casa e, instantáneamente, la mayor, de 11 años, me dijo que se venía conmigo y que quería que le comprase una camiseta del grupo, como la mía. Y yo el tipo más orgulloso del mundo, como podréis imaginar los papis que leéis esto. Y, al final, se apuntaron todas las niñas de casa.



Pasamos al vinilo. Producido por Carlos Raya, con lo bueno y malo que puede tener esta circunstancia de “pertenecer” a una factoría del rock patrio. Pero, aunque no tenemos la frescura de su disco de debut, aún siguen teniendo mucha libertad, dando bandazos entre estilos e influencias a lo largo del larga duración. Los músicos, además de los hermanos Ovidi, voz, piano y guitarra rítmica y Álvaro Tormo a la guitarra principal, tenemos a la gran base rítmica que forman Adrián Ribes a la batería y un espectacular (en directo es la caña) Nacho Tamarit en las cuatro cuerdas. Ambos dos a los coros, por cierto. Raya también está acreditado como parte del grupo, haciéndose cargo de la guitarra acústica y el theremín. Masterizado en Los Ángeles por Dave Collins (Ben Harper, Soundgarden, Weezer), del arte se encargó The Fly Factory, con fotos de Juan Pérez-Fajardo (Leiva, Coque Malla, etc…) y diseño de Alvaro P-FF (qué portada con ese Chevelle SS con las típicas franjas negras de Chevrolet). 

Comienza la cara A con ritmo y diciéndole “A todo que sí”. Riff estilo Angus Young. Y, decidme loco, pero yo los emparejo con aquellos Ronaldos, los de sus primeros discos, stonianos, descarados y chulos. “Baila conmigo” empieza muy Beatles pero se desmarca enseguida al terreno rockabilly. Otro trallazo para empezar con ganas. Seguimos rockeando sin contemplaciones en “Dentro de la ley”, su primer single, que rebosa socarronería y guasa por los cuatro costados y que seguro que hace asentir al mismísimo Jorge Ilegal, pues cumple a la perfección con su definición de rock: “el rock and roll es un ejercicio de arrogancia y chulería”. “Qué demonios hago yo aquí” que, a pesar de su sencillez y que resulta previsible, te captura desde la primera escucha y no paras de berrearla en toda la noche. Me encanta. Y a mi enana también. “Resaca” es más madera al fuego. Si no mueves los pies, estás muerto. Sexo, drogas y rock and roll. No se le puede pedir más a un disco de este estilo. Y termina este lado con “Ya me olvidé de ti”, la típica canción que puedes relacionar con la superación de una decepción amorosa o de la lucha contra alguna adicción más severa y peor para la salud. Baja un poco la intensidad de lo que llevamos hasta ahora pero es perfecta para cerrar la cara A, con ese riff de la segunda mitad de la canción que me recuerda a los Black Keys.


 

Damos la vuelta al plástico y nos encontramos con la banda sonora de twitter: “Odiar me gusta”, rockabilly vacilón y crítico: “odiar me gusta, por eso te odio yo”.  Ahora, un pequeño homenaje a los Ramones ("ey ho rock and roll") y más caña en “Suena rock & roll”. Llegamos a una de las mejores del disco, la más stoniana, seguro, donde caen en la necesidad que todos tenemos de justificarnos ante los demás: “Tendrías que haberla visto bailar”. Parece que nos llevan a terrenos más blues en el siguiente corte, “Contra la pared”, pero evoluciona a un rock funky, con el wah wah de la guitarra. Y, por desgracia, llegamos al final de estos escasos 40 minutos de tralla rockera con “Tenía que probar”, más pantanosa y sureña.

 


Estos tipos me encantan y en los últimos años han entrado en el pódium de los grupos españoles que más suenan en mi cadena, junto a los Gritando en Silencio y Dry River, con permiso de Sínkope. Sin embargo, a pesar de todo, con ellos me pasa algo así como sentía cuando veía jugar a Guti (o Martín Vázquez para los más viejunos como yo): que sabes que tienen un potencial enorme, pero que no les interesa explotarlo a tope y siempre piensas que si se pusieran en serio de verdad, aquello sería la bomba. Pero quizás le quitarías esa parte de diversión necesaria para hacer estos discos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario