Amiguitos, para los que hayan leído la novela, la adaptación de Gabrielli de la obra de Álvarez –escritor bogotano que reparte su vida entre Barcelona y su ciudad natal- será mejor o peor según esta haya guardado mayor o menor fidelidad al original. Es lo que ocurre siempre que un realizador toma como base un texto literario. En mi caso, al no conocer la novela, esta película solo podía ser recomendable o no en función de si me había parecido –por un lado- distraída y –por otro- bien ejecutada como obra artística, algo que no siempre tiene por qué ir parejo. En ese sentido, el argumento de base no está mal. Uno se lo imagina con las escenas de acción rodadas con la espectacularidad y el brío necesarios y protagonizado por actores internacionales de carácter con experiencia en este tipo de películas, y el resultado podría ser bestial. Sin embargo, la historia, interpretada por actores principalmente curtidos en series de televisión dos misses de notable belleza pero carentes de excesivas dotes interpretativas, con persecuciones resueltas de manera pueril –la escena del choque final del taxi es penosa y la huida del hospital da vergüenza ajena- queda finalmente al nivel de las películas de bajo nivel que podemos ver cualquier sábado por televisión. Y eso no es lo que uno esperaría encontrar cuando precisamente se programa una pretendida cinta de acción como La lectora para evitar dormirse ante una de esas infumables TV movies. Por cierto, que –a no ser que queramos rodar adrede una cinta de serie B de tintes cutrenostálgicos- no queda demasiado elegante hacer que una Chevy Suburban persiga a un ochentero Fiat Mirafiori. Total, que estamos ante un telefilme al que podemos calificar de simpático –si somos benévolos-, que podéis guardar como último recurso para ese día en el que queráis ver una película de enredo de trasfondo criminal y no tengáis nada mejor a mano.
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