por JLBM
Fueron alrededor de 6000 dólares los que costó la grabación de este disco homónimo, Ramones, el álbum debut de cuatro harapientos de un suburbio de Nueva York, la antítesis de de lo que podía considerarse un genio, que, sin embargo, iban a dar con una fórmula que por simple no había sido explorada, momento a partir del cual el rock ya no sería lo mismo. Tan simple que era genial, tan revolucionario que escupiría sobre los excesos sonoros de las grandes bandas, tan macarra que allanaría el camino a los inadaptados de su era. La importancia de Ramones en la historia del rock y de la cultura popular estadounidense no debe ser pasada por alto, y hacerlo debe ser considerado delito musical de envergadura.
Ramones es música despojada de todo artificio, sonidos pegadizos que encarnan el deseo de los Ramones de divertirse, rock and roll de ritmos inocentes y de letras nerviosas y divertidas alejadas de toda prepotencia. Una dosis descomunal de adrenalina que supuso un hito revolucionario y diferente cuando fue publicado en 1976. De paso Ramones sentaban las bases del punk rock, no mucho más diferente del rock de otras eras, pero sí mucho más rápido desde sus escasos pero poderosos acordes y sus adictivas melodías. Frenética energía y divertido ingenio que parecían no encontrar hueco en el panorama del rock hasta que llegó este debut tan revolucionario.
La producción de Craig Leon, un tipo que acabaría centrado en la música clásica, incide en la crudeza del sonido de Ramones, necesaria para apreciar en todo su esplendor la propuesta sonora de la banda, una propuesta que además influiría de manera notable en la posterior aparición del speed y del thrash metal, entre otros, a pesar de que en aquellos momentos su propuesta y la del metal setentero eran diametralmente opuestas. Temas largos llenos de solos virtuosos frente a catorce cortes de una media de dos minutos de duración cuyo muro de sonido debió resultar estremecedor para los oídos de aquellos años.
Hasta la irrupción de los Ramones en la escena del rock dos minutos era el tiempo por el que apenas daba tiempo a pasar el primer verso de la mayoría de temas de la mayoría de bandas. De repente los Ramones metieron melodías armónicas, temas de duración inferior a los tres minutos y tempos rápidos que transportaron letras sencillas centradas en su mayoría en los problemas de los adolescentes. Iban a crear una sensacional mezcla de sonido y presentación, y lo más importante, lo iban a patentar. El rock and roll básico de Chuck Berry y el humor y la subversión de los primeros Who impregnados de una apabullante velocidad iban a ser sus señas de identidad, algo a lo que nadie hasta ese momento se había atrevido.
Joey Ramone escupe sus letras con ese falso acento británico, híbrido entre el del Mersey y el de Queens, único e intransferible, cargado de una energía demoledora. Johnny Ramone se las apaña el sólo con los tres acordes llenos de energía de su guitarra para fabricar ese apabullante muro de sonido antes mencionado, algo fundamental en el sonido de su banda y que se impulsa por el ritmo de propulsión que marca la batería de Tommy Ramone, ese tipo que por increíble que parezca nunca necesitó la fuerza bruta para lograrlo, alejándose ya desde el debut de Ramones de los fuegos de artificio, en una línea similar al trabajo de Dee Dee Ramone, descomunal en el apoyo rítmico a bordo del demencial e incluso bailable ritmo de su bajo, fabuloso en unas backing vocals clave a lo largo y ancho del álbum.
"Blitzkrieg Bop" abre Ramones del modo más perfecto que puede abrir un disco de punk rock, una gloriosa e infecciosa melodía que celebra de manera enérgica la pureza del rock and roll tras la que emerge con furia "Beat on the Brat", esa auténtica oda a los niños de papá, un tema compulsivo que deja paso a "Judy Is a Punk", corte que deja tres versos, tres estribillos y una ruptura instrumental en minuto y medio, ejemplo audible de lo que son los Ramones, letras que introducen ese tipo de personajes que ya jamás abandonarían el imaginario de la banda.
"I Wanna Be Your Boyfriend", "Chain Saw", ese tema en el que Joey destroza su idioma para meter la rima, y queda de vicio claro, "Now I Wanna Sniff Some Glue" pieza hilarante para una temática sobre la que los Ramones siempre se negaron a entrar, "I Don't Wanna Go Down to the Basement", "Loudmouth", "Havana Affair", temazo adictivo que atrapa el sabor del surf rock para enjaularlo en una república bananera o "Listen to My Heart" propulsan la nueva propuesta de los Ramones en apenas unos minutos, tiempo más que suficiente para sacudir cuellos e incluso conciencias, algo que debió resultar sobredimensionado allá por 1976.
Después "53rd & 3rd" es en cierto modo un tema más pausado, un medio tiempo refrescante versado sobre la degradación desde un punto de vista callejero y para nada moralizante, un tema que vincula de manera irremisible a la banda con sus raíces y que deja paso a las irrefrenables "Let's Dance" y "I Don't Wanna Walk Around with You" antes de que "Today Your Love, Tomorrow the World" y sus infundadas discusiones políticas cierren un álbum tan histórico como este Ramones de 1976.
Los Ramones fueron de los primeros en utilizar sus limitaciones de una manera positiva y aunque la discusión no cesa, fueron ellos quienes quisieron terminar con el rock en cierto modo pomposo y exagerado que les rodeaba en la época en la que Ramones fue publicado. Bandas como The Stooges, New York Dolls o MC5 ayudaron a crear un sonido completamente nuevo mientras que los Ramones estaban más influidos por la música de los Beach Boys o de los Beatles que cualquiera de ellos. Cuando Ramones fue publicado en 1976 muchas otras bandas comenzaron a definirse como punk, pero ellos fueron realmente los primeros que verdaderamente fueron una banda de punk rock, teniendo además en cuenta que el primer intento del punk británico aún tardaría 10 meses en llegar.
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