Amiguitos, hacer un giallo en Ialia es como si, en España, nos da por hacer una comedia ambientada en los años 40, con un soldado y una sirvienta como protagonistas, o se hace bien o se dilapida ridículamente el género patrio por excelencia. En Come una crisalide hay sangre, primeros planos de ojos, de las heridas, de la iconografía religiosa, música como un elemento más de la narración –por cierto, a cargo de Claudio Simonetti, habitual de las cintas de Argento-, pero el resultado deja mucho que desear. La cinta también es un poco surreal –por no decir confusa-, al no mostrarnos nunca la cara del asesino protagonista pero sí unas marionetas que de tanto en tanto nos dan explicaciones sobre lo que está ocurriendo. También tiene cierto humor, como que la tumba que visita el protagonista sea la del soldado Leo J. Rambo o que en el asesinato del sacerdote, su sangre salpique la pared junto un retrato de Benedicto XVI sonriendo. Pero, al final, uno ha pasado poco más de una hora viendo una historia poco original, oscura, sin valores interpretativos y poco definida. En mi opinión, es más un homenaje estético que otra cosa. En ese aspecto, hubiese ayudado un poco que la fotografía se hubiese hecho algo más setentera. Total, que si os soy sincero, no es precisamente una obra recomendable si no es que sois estudiosos del giallo en todas sus variaciones.
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