The Hunter
Pienso ciegamente en que nadie debería cargar con un secreto. Es demasiado tarde cuando te das cuenta que se ha enquistado -corroyéndote por dentro como un maldito cáncer- y entonces, solo entonces, comprendes que incluso matarías por que no saliese a la luz. Es lo que le ocurre al protagonista de Black Love. Sí, al protagonista ya que lo que Greg Dulli y su banda, Afghan Whigs, nos entregó en 1996 no era un mero conjunto de canciones, sino la banda sonora de una película aún por realizar, la hipotética adaptación de un hipotético relato por descubrir de Jim Thompson con David Lynch tras la cámara... al menos en mi cabeza.
Porque si hay un disco que he vivido, en el que he vivido, es este, sin medias tintas, siendo absorbido en cuanto suenan esos ruidos que abren y cierran el "relato" que lo mismo pueden ser el eco de las vías de un tren o el estremecimiento de las entrañas de una ciudad (cómo no pensar en el tratamiento sonoro que acompañan los paisajes industriales de Cabeza Borradora o Terciopelo Azul); y ¿cómo no dejarse arrastrar por ese secreto regado de alcohol y otras sustancias, ese secreto por el que merece la pena cometer un crimen, detonante de una fuga (¿una huida física, real o, tal vez una fuga psicogénica como la del Fred Madison de Carretera Perdida?) durante la que nos asomaremos a la culpa, el dolor, la desconfianza y la paranoia,... al menos en mi cabeza.? ¿Os he dicho ya que vivo Black Love?
Hasta aquí la historia, lo que se puede contar y lo que se puede interpretar -Greg Dulli nunca ha desvelado su significado, dejando al oyente/espectador que rellene los huecos con la ayuda de las fotografías que acompañan los textos de las 11 canciones-; la música, por su parte, no resulta más sencilla de desentrañar. En el seno de Black Love (nombre también de una marca de incienso -el que ilustra la portada- que obsesionaba a Dulli por aquellos años) copulan Mudhoney y Curtis Mayfield, el Let It Be de los Replacements y el What's Going On de Marvin Gaye, el post-punk y Motown, Seattle y Philadelphia. Es un polvo salvaje a altas horas de la madrugada que deja como testimonio unas sábanas manchadas de semen, sudor y sangre.
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