
Ginger es la primera película de la trilogía con el personaje de la bella detective Ginger McAllister como protagonista –en
el pasado ya os hablé de
The Abductors, por ejemplo- y una de las cinco que
Cheri Caffaro rodó a las órdenes de su marido, el director y guionista
Don Schain, en producciones de Anthony y Ralph Desiderio. Hay que decir que tan pronto como Cheri vio que su carrera no iba a ninguna parte y se estaba encasillando en papeles del mismo tipo, decidió hacer mutis por el foro y desaparecer de las pantallas. Por su parte, Schain continuó trabajando en la industria del cine llegando a convertirse en productor de la Disney, siendo el responsable –por ejemplo- de High School Musical 1 y 2. Pero todo esto no tiene nada que ver con
Ginger, la película que he disfrutado y de la que os quiero comentar mis impresiones. Resulta que la joven Ginger llega en su Chevrolet Corvette Stingray descapotable a la agencia de Jason Varone. Minifalda blanca, botas blancas, blusa azul, melena rubia al viento y experiencia como investigadora cero. Sin embargo, consigue un trabajo como espía que puede reportarle la muerte –dos predecesoras fallecieron violentamente en el intento- o una recompensa de 5 000 dólares. Así pues, con su maletín de superdetective –una pistola, balas, grabadora, película infrarroja y unas esposas, algo que haría vomitar al proveedor de gadgets de James Bond- Ginger tendrá como misión infiltrarse en la organización de Rex Halsey, un criminal –decir que es afeminado sería quedarme corto- que se dedica a la trata de blancas, la extorsión, el secuestro y el tráfico de drogas en una zona residencial de Nueva Jersey. ¿Sus armas? El maletín que os he mencionado, un teléfono de su jefe que debe memorizar y que puede usar a cualquier hora del día y la noche, su inteligencia –se supone- y su cuerpo sensual.


Y es gracias a su cuerpo –y un bailecito muy sexual que le dedica a Rodney, uno de los miembros de la banda- que Ginger consigue trabajo en el bar del pueblo. Su presencia despierta el recelo de la novia de Rex, que al día siguiente se presenta en la playa en la que nuestra heroína toma el sol para advertirle de que la ciudad le pertenece a Rex, y Rex es suyo. Y no solo eso, Rodney es de Liz. Ginger, no sin antes dedicarle una matadora “Normalmente solo los chicos me miran así, pero es un país libre”, reta a la chica a una pelea. Si Ginger pierde, se irá pero si gana se quedará. Como podéis imaginar, Ginger le da una paliza a la choni playera y la inmoviliza atándola con su propio bikini. En fin piltrafillas, a partir de entonces Ginger se convierte en una especie de telefilme de detectives de argumento simple y guión patético con profusión de imágenes en las que vemos un montón de desnudos integrales –incluso el de Rodney-, escenitas de ayuntamientos softcore con bondage incluido, violaciones, asesinatos –Ginger resulta ser una asesina vengativa que arrastra traumas sexuales, no os contaré más- y poca cosa más. No me extraña que Caffaro decidiese huir de este tipo de papeles –ignoro si se divorció de Schain, pero yo lo hubiese hecho solo por hacerme protagonizar estos bodrios-, aunque si nos tomamos Ginger como un título clave de las películas frikis de sexploitation 70’s no podemos dejarla escapar. Así que, ya sabéis, amiguitos: palomitas, copazo de ron añejo y a disfrutar con disparos, criminales de baratillo y pubis desnudos estilo años 70 (You know whay I mean?).
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