by King Piltrafilla (@KingPiltrafilla)
Pues sí, después de tantos años, se me está acabando la inspiración y o me
organizan alguna feria vinílica pronto en la que echar mano a algo nuevo o
me veré obligado a dedicarme a seleccionar material antiguo y comenzar a
rebuscar vinilos que poseo y me gustan –aunque tampoco es que tengan una
historia especial detrás que me los haga especialmente relevantes–, o ni tan
solo eso. Vamos, como hoy, que os hablaré de este The final cut porque nadie
lo ha hecho aún. Y eso ha ocurrido porque –digámoslo claramente– a nadie le
gusta este disco... ¿o sí?
A ver, el disco tenía que ser una especie de banda sonora para acompañar la
estupenda The Wall (1982) de Alan Parker que se tornó, por culpa del General
Galtieri por una parte, Margaret Thatcher por otra y el ofendidito e
intensito Roger Waters por sus cojones, en una crítica a la política
belicista de la premier británica en el conflicto de las Malvinas. Todo ello
enrareció la ya maltrecha relación entre los miembros de la banda dejando a
Waters al frente de un proyecto entre denuncia y homenaje (a su padre),
construido con descartes de las sesiones de grabación de The Wall –la
principal queja de Gilmour, que no entendía cómo canciones desechadas en su
día podían servir ahora para lanzar una nueva obra del grupo– y pasajes
orquestados por Michael Kamen.
No puede negarse que a nivel letrístico, el cantante y bajista parió un obra compleja y notable. Pero para los que, como yo, consideran la voz un instrumento más y se fijan poco en el mensaje, el resultado fue un poco... cómo decirlo, truñaco. De hecho, David Gilmour cabreó bastante a Waters y se limitó a participar lo mínimo, Nick Mason pasó más tiempo fuera que dentro del estudio –en un tema ni tan siquiera tocó– y a Richard Wright ni se le vio ni se le esperó. El principio del fin.
Grabado por Waters y James Guthrie en los estudios Mayfair, Olympic, Abbey
Road, Eel Pie, Audio International, RAK, los Billiard Room de Waters y los
Hookend de David Gilmour, este último metió guitarras y algunas voces, Nick
Mason la batería y Roger las voces, el bajo, guitarras acústicas y
sintetizadores, y se contó con el aporte de Andy Bown al Hammond y piano y –sobre todo–
de Michael Kamen al piano, órgano de fuelles, arreglos, coproducción y
dirección de orquesta. Y el diseño de la portada corrió a cargo de Roger yo
me lo guiso yo me lo como Waters, con fotografías de Willie Christie, por
entonces su cuñado. Todo quedaba en casa.
El track list de esta obra cumbre de la música –ironía mode on–, de la que poseo la versión española editada por EMI Odeón en 1986, fue:
A
The post war dream
Your possible pasts
One of the few
The hero's return
The gunners dream
Paranoid eyes
B
Get your filthy hands off my desert
The Fletcher Memorial Home
Southampton dock
The final cut
Not now John
Two suns in the sunset
La obra se inicia con The post war dream, con efectos de sonido, una melodía orquestada por Kamen y la voz melancólica de Waters, que estalla en rabia como preludio de un álbum que es de todo menos animado. Es el típico disco que echa para atrás, vamos. Por suerte, la historia de la banda le precedía y le hacía merecedor de un respeto. Your possible pasts es claramente de las sesiones de The Wall y es uno de los temas que se salva de la quema en mi seguramente poco acertada opinión, con un desgarrador solo de Gilmour que vale su peso en oro. One of the few es un interludio de un minuto y pico, con guitarra acústica y un Waters casi susurrando la letra que nos avanza The hero's return, un tema extraño con su melodía arropando a los desvaríos de Waters. Realmente, conforme más avanza la aguja, The final cut menos parece un disco de Pink Floyd y más uno de Roger. No me extraña que Gilmour se dedicase al absentismo y el resto de la banda optase por dedicar pocos esfuerzos al disco. The gunners dream sigue la misma tónica, aunque la orquestación es bonita y tenemos un emotivo solo de saxofón a cargo de Raphael Ravenscroft que seguramente nos regalaba su aporte mientras Mason estaba hurgando en el motor de alguno de sus coches y Gilmour se encontraba durmiendo en su casa. Es el momento ‘aprobado’ del examen. O sea, que si uno llega a finalizar este tema sin haber lanzado el disco por la ventana es que es un fan a muerte de la banda, de esos que se tragan lo que sea “porque son los pinfloid, oiga”. Y Paranoid eyes, oscuro e intimista, pone fin a la cara con ecos también a The Wall y que a pesar de su innegable Waters style tiene un sonido general más floydiano.
Get your filthy hands off my desert es poco más de un minuto de presentación de la cara B con bombardeos, vuelo de aviones y un cuarteto de cuerda vistiendo la voz tristona y resentida de Waters. The Fletcher Memorial Home es otra de las que me trae recuerdos de los temas de The Wall, ya os he dicho antes que en general el disco son pasajes depresivos de Waters y temas descartados de The Wall, por malos o –como en este caso– por demasiado parecidos a otros. Al menos aquí podemos disfrutar de Gilmour. Le sigue Southampton dock que podemos resumir como Waters, una guitarra acústica y más de lo mismo. Por lo menos sirve de introducción a The final cut, el premio que se llevan los que han llegado a este momento, el temazo del disco. Y no porque sea alegre sino porque a pesar de la atmósfera de bajón que impregna el tema, resulta emocionante y el solo de Gilmour es estupendo. Y como bonus tenemos Not now John, rabioso y hard rockero, con coros, cambios de ritmo, pasajes de locura –la de Waters, siempre más pallá que pacá– y guitarrazos, aunque también con muchos ecos a lo escuchado en The Wall. Entonces Two suns in the sunset, con Andy Newmark a la batería, pone fin –al fin–, a modo de rayo de sol despuntando tras la tormenta, con algo menos de rabia y tristeza, a un disco que muchos compramos en su día pero que apuesto a que pocos escuchamos habitualmente ¿o soy yo el raro?
En fin, lo dicho, que –aunque he intentado construir una entrada con el respeto que la banda se merece–, hoy os he hablado de este álbum porque alguien tenía que hacerlo, porque en general siempre me ha provocado un sopor inenarrable, y eso que he intentado pillarle el tranquillo en numerosas ocasiones. Pero no hay nada que hacer.
No sé lo que opinaréis vosotros, espero vuestros comentarios.
¡Feliz viernes!
@KingPiltrafilla
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