A día de hoy, resulta irrelevante sostener la discusión en torno al momento en que a Dave Grohl se lo comió el personaje. Simplemente pasó y de pronto cada nuevo lanzamiento de Foo fighters debió competir con la carga de tener que tolerar el peso mediático del vocalista, algo que ni siquiera la lamentable pérdida de Taylor Hawkins pudo contener. Tuvimos show homenaje, a Dave llorando una y otra vez en pantalla gigante, anuncio de que seguirán (¿alguien alguna vez lo dudó?), anuncio de un nuevo baterista (totalmente ausente en el proceso creativo, obvio) y consecuente nuevo disco. ¡Ah! Y con lanzamiento de película entre todo. El caso es que cuesta dejar todo esto de lado a la hora de analizar un nuevo álbum de Foo fighters, sin embargo, nobleza obliga a intentarlo, más aún cuando la música logra hablar por si misma, como ocurre en el caso de But here we are, un álbum que llega bastante antes de lo que habríamos pensado (el flojo Medicine at midnight data de apenas dos años atrás) pero que acaba situándose por sobre cualquier expectativa, digamos, el clásico "lo mejor desde...".
De la mano una vez más de Greg Kurstin en producción (quien viene con ellos desde Concrete and gold), esta versión 2023 de Foo fighters les encuentra en un momento particularmente inspirado entre canciones que van por lo general a lo obvio pero saben encontrar melodías atractivas, además de estructuras y arreglos suficientemente sólidos como para generar un conjunto adictivo de comienzo a fin, sin relleno alguno. Para muestra lo que realizan en la partida con 'Rescued': un riff + batería marca de la casa, Dave Grohl conjugando de manera impecable un puente desgarrado + coro melódico y una estructura que crece en emoción hacia el cierre. Temazo impecable. En otra arista se moverá 'Under you', mucho más melódica y popera al punto de recordar cosas de casi veinticinco años atrás como 'Generator' o 'Learn to fly', mientras que 'Hearing voices' abrirá en plan balada acústica para luego transformarse en un medio tiempo que convence, armando así un tridente inicial que anticipa un álbum que reconoce lo que son Foo fighters: compositores de grandes canciones, sin más.
Por esto mismo, cosas como 'But here we are' (la canción) o 'The glass' son tan bienvenidas, porque es la banda haciendo lo que saben hacer, yendo al grano agradando con el estrofa/puente/coro, sin experimentos ni idas de olla como ocurrió en antecesores. Algo muy en la línea de lo realizado en Wasting light (2011), para muchos su último buen álbum. De igual forma 'Nothing at all' es algo que habría encajado perfecto en Echoes, silence, patiente & grace (2007) junto al desangre de 'Let it die', por ejemplo. De esta manera y observando el detalle, gran parte del álbum suena a revisiones del pasado de la banda... el punto es que no molesta.
Más allá de lo anterior, y acá es donde aparece el principal mérito del disco, entrando en su recta final el trabajo regalará un giro que tiende a la gloria misma. Primero con la etérea 'Show me how', luego la emocional 'Beyond me' , que anticipará la que por derecho propio es LA GRAN CANCIÓN de este álbum: 'The teacher'. La gran dedicatoria de Dave Grohl a su recientemente fallecida madre que durante diez minutos (si, Foo fighters han compuesto un tema de diez minutos) juega a placer con el sonido, la intensidad y las estructuras.
Cerrarán definitivamente y de manera impecable con 'Rest' en un tono bastante oscuro que les sienta perfecto, cuajando un álbum que no pretende reinventar algo pero si muestra a una banda sorprendentemente fresca y en buen pie compositivo. Estas diez canciones logran que disfrutemos las escuchas más allá del single de turno, lo cual no ocurría desde hace bastante. Bien sabemos que una golondrina no hace verano pero aquello tampoco es relevante para el caso, han entregado un gran disco, uno que se cuela entre lo más destacado de su carrera, lo cual por si solo es motivo suficiente para seguir soportando por un rato más a Dave Grohl.
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