ZEPPELIN ROCK: POISON - Flesh & Blood (1990): CRÍTICA Review

sábado, 8 de mayo de 2021

POISON - Flesh & Blood (1990): CRÍTICA Review

 

por Rockología (@RockologiaTwit)
del blog Rockologia

Han pasado ya más de 30  años desde que una banda multiplatino llena de cardados, maquillaje y vídeos sexuales decidió ponerse a componer y grabar un disco que les granjeara el respeto de la crítica musical y les pusiera un poco más arriba en el mainstream mediático. Contrataron al productor fetiche de aquellos años, Bruce Fairbairn, se fugaron a su estudio canadiense y parieron el mejor disco de su discografía, aunque tuvieran que dar un paso al lado de su glam-metal anterior y salir a “cara limpia”.



La banda seguía con la alineación clásica. C.C. DeVille en las guitarras, Bret Michaels en la voz, la armónica, la guitarra rítmica y la composición principal, Bobby Dall al piano y el bajo y Rikki Rockett a la batería.

En Flesh & blood, por un lado, encontramos temas que ahondan en la fiesta y el sexo, característica de sus dos entregas anteriores, los más luminosos y directos. El primer single, por ejemplo, Unskinny bop, con una pegajosa entrada rítmica que mantiene el fondo hasta el estribillo y Bret cantanto de manera juguetona. Otro single, (Flesh&blood) sacrifice, se basa en un riff estupendo de guitara y esa batería que tan bien mezclaba Fairbairn en sus producciones sobre un arreglo bien armonizado y un trabajo vocal a recordar. La temática de libertad y fiesta sigue en Ride the wind, quizá el mejor estribillo, alabando la vida motera, y en Let it play, un cántico a la felicidad que produce escuchar música (y otro genial estribillo). En otra honda, jugando con una estructura de blues, narran las historias del que alcanza el éxito pero sigue sintiéndose un pobre chaval; el ritmo y la guitarra hacen mover el culo sin parar en Poor boy blues.



Se ponen serios y, hasta oscuros, por momentos. En la  inicial Valley of lost souls se muestra dudosos de la capacidad de alcanzar la felicidad y juegan con los sonidos Guns’n’Roses saliendo airosos. También hablan de los malos tiempos en Come hell or high water, tema más flojo que, sin embargo, contiene el mejor solo de C.C. y otro buen estribillo. Más allá de la juerga nocturna, tratan sobre sus relaciones largas en Ball and chain, trasfondo country, una de las gemas escondidas de Flesh & blood.

No faltan, por supuesto, las baladas y los medios tiempos, seña de identidad de cualquier grupo ochentero que triunfara en las listas de ventas. Presentan tres temas diferentes. En Life goes on juegan en territorio conocido y componen una balada al “viejo” estilo, con arreglo orquestal y lacónica letra de corazones rotos. Something to believe in, el otro single de éxito, y la canción más larga, explica el dolor ante la pérdida de alguien querido, en este caso un gran amigo, y la necesidad de creer en algo. La música y la interpretación vocal acompañan a la emocionante letra, muy bien logrado el conjunto. La tercera en discordia, otra tremenda, Life loves a tragedy, ahonda en la tragedia vital de las relaciones personales, con una construcción in crescendo de estribillo demoledor.

Vendieron una barbaridad y se acabó Poison. Tras dos años de gira, C.C. DeVille fue expulsado por sus problemas de drogas y, aunque el grupo reclutó a Ritchie Kotzen, nunca volvió a ser lo mismo. Un álbum completo que no defraudará a los profanos de los sonidos ochenteros ni a los amantes del buen hard rock. A rescatar.

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