ZEPPELIN ROCK: AL STEWART - Time Passages (1978): CRÍTICA Review

jueves, 2 de noviembre de 2023

AL STEWART - Time Passages (1978): CRÍTICA Review

 

por Dani Matute (@dmatuteb)



A mi entender, este es el primer vinilo que os traigo que no tiene una historia personal detrás. Normalmente suelen ser discos que tengo en mi colección desde hace años o que, por la importancia que han tenido para mí, los he comprado en los últimos tiempos. Sin embargo, este plástico está en mi estante desde estas vacaciones de verano que lo encontré en una tienda de Santander al ridículo precio de 1 euro. Y nunca lo había tenido ni en CD, ni en casete. Ni siquiera descargado en mp3. Solo conocía ciertas canciones recogidas en un recopilatorio que sí tengo en CD. Y de haber leído sobre él que era, si no el mejor álbum de este artista, el que podía disputar tal categoría al famosísimo Year of the Cat.




Un euro. Como podéis imaginar, por 1 euro, el vinilo no está en perfectas condiciones. No está rayado pero suena mucha estática, sobre todo al principio de las dos caras. Tengo otros discos que también están muy trillados. No me importa. No venía con funda interior. Y la carátula tampoco está impoluta: bordes muy rozados y algún que otro desperfecto además del típico olor a humedad del norte de España. En la portada, aguanta el precio original de 300 pesetas. Y en la contraportada, la etiqueta de la tienda que lo vendió: “Lera Santander. Discos, tocadiscos e instrumentos de música”. Ya no existe, aunque sí hay un comercio de electrodomésticos con el mismo nombre. Quizás tuvo que reinventarse. No sé si me lee algún santanderino y puede arrojar luz en el asunto porque mi mujer se acuerda de comprar una minicadena allí pero no de los discos. Como en el resto de España, la ciudad se fue quedando sin esas tiendas que te vendían paraísos efímeros a precios accesibles. Desde que es mi ciudad “política” por mi pareja, pude conocer Drope y Gong.  Me dio tiempo a comprar una edición especial de 2CD+DVD de Travelling Wilburys y un vinilo de Eurythmics en Discos Flash. Y la tienda Tipo, la única que aún pervive de esos tiempos, donde compré este LP. También está Boikot aunque se dediquen más a la ropa y al skate. Ahora hay otra, Discos Cucos, pero no tiene nada que ver con las tiendas de antes. Bueno, me he desviado un poco. Al lío.



El escocés Al Stewart triunfó a lo grande allá por el año 1976 con su disco, y canción que le da título, Year of the Cat. El buen hombre ya llevaba unos años haciendo discos interesantes, aunque más folkys (en uno de sus discos colaboraron nada menos que Jimmy Page y Richard Thompson). Pero en el año 75 se alió con el productor Alan Parsons (¿de qué me suena ese nombre?) para publicar Modern Times que junto con el Year of The Cat y este Time Passages, conforman el pódium de sus mejores discos, según la crítica. Si los dos primeros fueron grabados en los míticos Abbey Road de Londres, este se hizo en Los Angeles. Imagino que la pasta y fama adquirida por su anterior trabajo hizo que se mudara a la costa oeste americana, que era el destino dorado en aquellos años, como ahora hacen los diversos triunfitos y Malumas de turno a Miami.

Me llama poderosamente la atención que, tras un éxito tan importante, su discográfica no le presionase para hacer algo muy parecido a lo anterior para ser comercial y vender. Bueno, en realidad va por caminos similares, es cierto. Pero no se me antoja que hablar de Sir Tomás Moro, del palacio de Versalles y la toma de la bastilla y  de un famoso bergantín naufragado, el Mary Celeste, sean asuntos muy comerciales, precisamente. La portada, obra de Hipgnosis (muy activos con artistas de la época destacando todas las portadas míticas de Pink Floyd y alguna de Led Zeppelin), es una radio sintonizada en el estante de una ventana de la cocina, pero al mismo tiempo "sintonizando" la vista del paisaje fuera de la ventana.



Este octavo trabajo de Al Stewart empieza llevándonos por los túneles del tiempo a ese pasado donde éramos felices: “Time passages”. En una entrevista, comentó que esta canción surgió del interés de su disquera para que hiciese algo parecido a “Year of the cat”, pero que no se dio cuenta de lo mala que era hasta que un día la escuchó en un ascensor y al rato se dio cuenta que era él el que cantaba y pensó que había hecho algo horrible y que menos mal que se había redimido con muchas otras canciones mejores a lo largo de su carrera. Pero el coautor de la canción y colaborador de Al durante más de 20 años, Peter White, contestó que nunca hablaron de hacer nada similar, aunque es cierto que cuando decidieron meter el saxofón de Phil Kenzie (casi terminamos antes si decimos con quién no ha tocado), sí le dieron un aire a “Year of the cat”. Y que, si a Al no le gustaba, por qué la ha cantado todos estos años es todos sus conciertos. Algo de razón debe de tener porque en el perfil de Twitter de Al Stewart se presenta como el artista de “Year of the Cat, Time passages y On the Border”. Sea como fuere, una grandísima canción.

“Valentina way” es el segundo corte. En los créditos tenemos a un joven batería llamado Jeff Porcaro (justo después de esta grabación fundó Toto) que, en una de sus más de 1000 colaboraciones, le aporta un groove especial al tema. En el resto del disco las baquetas están en poder de Stuart Elliot (de Steve Harley & Cockney Rebel). Rodeando al propio Al Stewart y Peter White, un sinfín de grandes músicos de sesión, entre ellos el pianista Peter Wood, coautor del “Year of the cat”. De lo mejor del disco con una riqueza instrumental y una elegancia suprema.

Pasamos a melodramática “Life in the dark water” donde nos narran las vicisitudes del último marinero (quizás el último hombre en la tierra) de un submarino nuclear y lo compara con Mary Celeste, un bergantín mercante americano que apareció navegando sin tripulación frente a las costas de las Azores 1872. Tiene un cambio de ritmo a medio de la canción que me gusta. Y el detalle del sonido de los sonares en varias partes de la canción me parece muy adecuado.



Cerramos la cara A con “A man for all seasons” que referencia la figura del político, pensador, teólogo y más tarde, santo, Tomás Moro, que fue ejecutado por oponerse al primer divorcio de Enrique VIII y a su iglesia anglicana, para reflexionar sobre la locura de nuestras vidas. ¿Cómo puede una canción de letra tan sesuda ser un regalo para los oídos y el entendimiento? A ver, que yo no controlo inglés, pero viendo la letra y su traducción me quedo ojiplático.

Damos la vuelta al plástico y escuchamos “Almost Lucy” donde nos cuenta la historia de una artista, quizás cantante o incluso drag queen, la dureza de su vida, sobre todo cuando no tiene éxito. Es posible que fuese alguien que conociese en su mudanza a California, pues menciona el lugar en la canción. Preciosa melodía para la triste letra.

“Palace of Versailles”, basada en un relato de William Byrd, “The Earle of Salisbury”, según pone en la contraportada. Y habla de la cruenta revolución francesa. Según el artista, intentaba comparar la revolución y ascenso de Napoleón con las protestas estudiantiles del 68. De nuevo texto poco indicado para tener éxito en las radiofórmulas. Tanto los teclados como el solo de guitarra son cautivadores.

El tercer corte de la cara B es “Timeless Skies”, un viaje por la campiña escocesa de su infancia, retrocediendo en el tiempo a esos primeros recuerdos, esas primeras veces. El tema más sosegado de todos para mí.

Pasamos a “Song on the radio”, que vuelve a mostrar una estructura más cercana al tema que inaugura el disco. Quizás el saxo de Kenzie tenga la culpa. Quizás la marca de la casa de la producción de Parsons. Habla de una mujer que no puede sacarse de su cabeza, como una canción de la radio.

Y el broche final lo pone “End of the day”, una reflexión sobre el peso de las ataduras familiares. De nuevo una preciosa melodía para un tema complicado.


En mi opinión, el disco es maravilloso. Lo comparo con el Year of the cat que he escuchado muchas veces y creo que no lo desmerece: está al mismo nivel como poco. La cuidada y portentosa producción de un talento como Alan Parsons, con sus fantásticos arreglos, rezuma por todos los poros del disco. Al Stewart en el mejor momento de su carrera. No podía salir nada malo.

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