El legado de Bourne es un aceptable producto palomitero de acción y conspiraciones tangencialmente relacionado –de hecho, tiene muy poco que ver- con las cintas de la saga de Jason Bourne. Así pues, en esta cinta con Bourne en el título por puro afán comercial, se nos cuenta cómo un periodista de The Guardian quiere escribir un artículo sobre el agente Jason Bourne y el cancelado programa secreto Treadstone. Pero eso no es todo. Además del citado programa, la CIA y el Ministerio de Defensa han estado llevando a cabo otros como Outcome que no han salido a la luz hasta ahora. Para evitar nuevos escándalos, se decide dar carpetazo al asunto y clausurar todo cuanto tenga que ver con dicho proyecto secreto. Eso significa cesar con los ensayos de neuropsicología y diseño del comportamiento apoyado por fármacos en el que la doctora Shearing ha estado trabajando a lo largo de los últimos años y eliminar a los agentes especiales que –sin saberlo- han servido de conejillos de indias, entre ellos un tal Aaron Cross. Al frente del proyecto de limpieza está el coronel Eric Byer, agente de operaciones especiales que entrenó a Cross años atrás y que descubrirá que ese soldado es superior a todos los demás.
Lo dicho, amiguitos, El legado de Bourne es una película para pasar el rato viendo como la CIA, el ejército, los satélites, las cámaras... toda la fuerza del aparato gubernamental se pone al servicio de eliminar a un solo hombre y este –apoyado por una asustada científica- consigue darles esquinazo. Explosiones, drones, lucha cuerpo a cuerpo, mentiras, obediencia ciega, persecuciones y la presencia destacada de Rachel Weisz y Jeremy Renner como pareja de fugitivos y Edward Norton como jefe de los perseguidores. Yo me he preparado un cortadito y una copa de ron cubano y la he disfrutado en el ordenador. Pero también os podéis preparar unas palomitas de microondas y un refresco y mirarla cómodamente recostados en el sofá. Os la recomiendo como mera distracción.
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