Dice Fernando Savater en el prólogo al Breviario de podredumbre (Précis de décomposition es el título original) de E. M. Cioran que "se repiten sus aforismos, para dar peso sentencioso a artículos periodísticos con pretensiones de sublimidad (peligro máximo de Cioran: lo fácil y brillantemente que se le puede citar)" y uno no tiene por más que estar de acuerdo. Pero, pese eso, parece Cioran en ocasiones paladear esas frases, esos textos tan citables, en que sentencia como hábil matarife (porque Cioran siempre anda con un cuchillo entre los dientes, que son espadas sus labios). No obstante, la densidad de su prosa -la profundidad, si queréis- desdeña lo facilón, el pensamiento sencillo o, mejor, como comúnmente es expresado por la plebe; la textura de su expresión no liga con lo que el lector de citas espera encontrar: esa revelación constante de lo evidente. Perderse en su lectura es como hacerlo en un bosque de incógnitas, de conceptos arborescentes, de intrincados pensamientos entre los que, eso sí, asalta la frase lapidaria o directa o reveladora de cierta realidad. No otra cosa haremos en esta serie que comenzamos con este artículo: espigar lo subrayable para mostrároslo en forma de citas, todas (de momento) extraídas de esa obra citada. Vestíos de nihilismo, de existencialismo, para seguirle; desnudaos, quiero decir.
Del capítulo "Genealogía del fanatismo"
Habla Cioran:
"Incluso cuando se aleja de la religión, el hombre permanece sujeto a ella; agotándose en forjar simulacros de dioses, los adopta después febrilmente: su necesidad de ficción, de mitología, triunfa sobre la evidencia y el ridículo. Su capacidad de adorar es responsable de todos sus crímenes: el que ama indebidamente a un dios obliga a los otros a amarlo, en espera de exterminarlos si se rehúsan".
¡Cuánta verdad! Es la forja de un fanático.
Sigue hablando del "fondo bestial del entusiasmo".
Y más:
"Patíbulos, calabozos y mazmorras no prosperan más que a la sombra de una fe, de esa necesidad de creer que ha infestado el espíritu para siempre".
Más abajo:
"En cuanto nos rehusamos a admitir el carácter intercambiable de las ideas, la sangre corre..." ¡Innegablemente sí que ha corrido bastante de ese zumo por tal causa! [...] "la duda y la pereza -vicios más nobles que todas sus virtudes-".
Y fijaos cómo sigue hablando del fanático profeta:
"En un espíritu ardiente encontramos la bestia de presa disfrazada; no podríamos defendernos demasiado de las garras de un profeta... En cuanto eleve la voz, sea en nombre del cielo, de la ciudad o de otros pretextos, alejaos de él: sátiro de vuestra soledad, no os perdona el vivir más acá de sus verdades y sus arrebatos; quiere haceros compartir su histeria, su bien, imponérosla y desfiguraros. Un ser poseído por una creencia y que no buscase comunicársela a otros es un fenómeno extraño a la tierra, donde la obsesión de la salvación vuelve la vida irrespirable".
¡Sublime!
"La sociedad es un infierno de salvadores", nos dice. Y nos recuerda que "toda fe ejerce una forma de terror, tanto más temible cuanto que los "puros" son sus agentes".
"El fanático es incorruptible: si mata por una idea, puede igualmente hacerse matar por ella; en los dos casos, tirano o mártir, es un monstruo. No hay seres más peligrosos que los que han sufrido por una creencia".
Continuará...
ZR
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