by King Piltrafilla (@KingPiltrafilla)
La verdad, piltrafillas, ¿qué queréis que os diga? Si dejamos de lado que resulta improbable que un músico abandone a su banda justo cuando va a iniciar una gira o que –tal como están las cosas- alguien deje su trabajo en el mercado nocturno de pescado por irse a jugar a la ruleta siguiendo las elucubraciones de un viejo soñador... Si no tenemos en cuenta que la primera vez que aparece en pantalla el televisivo Miguel Ángel Silvestre lo hace en calzoncillos, peleándose con Oriol Vila –otro televisivo actor catalán al que no soporto, vamos, que le tengo una manía enorme- en una escena que es del todo prescindible... Si nos parece verosímil el comportamiento de este grupito –este sí es un grupo salvaje y no el de Peckinpah- en las mesas de ruleta, haciéndose señas entre ellos y apuntando cosas en libretitas, cuando hemos visto en infinidad de películas que cualquier movimiento sospechoso de treta para engañar o avanzarse al Casino es abortado por empleados que escudriñan en decenas de cámaras cada gesto extraño de los jugadores... Si nos creemos la falta de seriedad y profesionalidad de Alfredo y que este se líe con Ingrid y encima le cuente lo que están haciendo en su casino... bueno, si pasamos todo eso por alto, a lo mejor hasta nos parece palomitera y distraída la peliculita. Por otra parte, el personaje de la joven china –por cierto, qué desparpajo tiene esta Huichi Chiu- le otorga a la cinta un toque exótico, pero me parece que es innecesario y –aunque le da al realizador la excusa para regalarnos un inesperado giro final- también sirve para darle la estocada mortal a esta astracanada que podía haber sido un retrato fiel de cómo una familia normal y corriente es capaz de desbancar a los grandes casinos del mundo –recogiendo la esencia de la historia real, que de por sí es muy cinematográfica- y se acaba convirtiendo en una parodia. Vamos, que es como ver una Oceans Eleven casposa –su recuerdo planea sobre el espectador durante todo el metraje-, cambiando a George Clooney por Paco Martinez Soria. Eso sí, la fotografía me ha gustado mucho, la mencionada Chiu me ha parecido muy natural y fresca, el siempre efectivo Vicente Romero cumple y las estrellas de la interpretación Lluis Homar y –sobre todo- Eduard Fernández aportan solidez. Además –no lo niego-, como los mimbres en los que se basa The Pelayos son muy atractivos, uno acaba de ver la cinta sin arrepentirse del todo. Y mira tú, se le ven las tetas a Blanca Suárez, que ya es algo.
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