ZEPPELIN ROCK: IGGY POP - Lust for Life (1977): CRÍTICA Review

sábado, 23 de abril de 2022

IGGY POP - Lust for Life (1977): CRÍTICA Review

 

por Rockología (@RockologiaTwit)
del blog Rockologia

Lo voy a decir. La vida artística en solitario de Iggy Pop comenzó cuando debió haber terminado, cuando terminó la de muchos coetáneos suyos. Tras el último concierto de The Stooges en 1974, Iggy desapareció del mapa; vivía en una vorágine de drogas de todo tipo y desfase permanente que acabó con sus huesos en una institución psiquiátrica, de dónde salió todo lo cuerdo que se podía salir y todo lo limpio que se podía ser. Durante aquellos años, David Bowie estuvo pendiente de él, visitándole y ayudando al flaco económicamente. Tras ciertos problemas con la policía y sus posesiones de autoconsumo, acabaron conviviendo los dos en un apartamento de Berlín. Corría el año 1977 y Bowie componía y grababa a todas horas. Por entonces, Iggy firmó un contrato con RCA y mano a mano con Bowie compuso y grabó en unos pocos meses sus dos primeros discos: The Idiot y este Lust for life.


Contaron para la producción con Colin Thurston (Bewlay Bros se llamaron los tres) y como músicos colaboraron Hunt Sales a la batería, su hermano Tony al bajo y Carlos Alomar y Ricky Gardiner a las guitarras. El propio Bowie se encargó del piano. El proceso de composición y grabación apenas llevó ocho días; querían un disco barato para poder quedarse el dinero de la discográfica. Además, al comenzar solo tenían parte de las letras y la mayoría de las melodías y los arreglos sin construir. ¿Qué podía salir mal? Afortunadamente para ellos la magia de las letras, la capacidad de improvisación y la musicalidad de Iggy y Bowie junto a la soberbia interpretación de los músicos, en especial esa sección rítmica, nos regaló una obra definitiva.



Contiene dos de sus canciones más conocidas. The passenger tiene una melodía sencilla con un fraseo de seis versos repetidos a lo largo de la canción sobre una guitarra compuesta por Gardiner. Pop es el pasajero de la vida, contemplando cómo pasan las cosas de copiloto, de espectador. En el estribillo pegajoso escuchamos el famoso la-la-la-la con Bowie y Pop cantando a destiempo. Dicen que se inspiró en un poema de Jim Morrison (The Doors). Lust for life, que abre el disco, se basa en un ritmo endiablado de batería que Hunt Sales improvisó sobre el riff de David Bowie, repetitiva a lo largo del tema. El bajo y la guitarra completan el cuadro sonoro del lujurioso que vive a base de drogas y sexo su vida, dinero fácil y drogas. En 1996 el director Danny Boyle la rescató para Trainspotting: un jovencísimo Ewan McGregor huye de la policía mientras suena esta canción a todo volumen. Una semblanza de los años con Bowie y supuestamente basada en un amigo de ambos: «Here comes Johnny Yen again/with the liquor and drugs/and the flesh machine».

Uno de los puntos fuertes del disco es la capacidad de variar y añadir detalles sobre composiciones en apariencia simples, alargando los temas sin desgastarlos o reforzando con fluidez el mensaje. Eso ocurre en el final de Lust for life y en Sixteen, la única firmada en solitario por Iggy, la más roquera, con la distorsión en la voz y la guitarra, una historia de amor desesperado. El resto de la cara A original la completan dos canciones compuestas a medias por Bowie y Pop. En Some weird sin el rock alegre y brillante toma posesión de otro estupendo ritmo para confesar sin tapujos la necesidad de un pecado extraño, diferente, prohibido: «I feel stuck/stuck on a pin/(…)/and the sight of it all/makes me sad and ill/that’s when I want/some weird sin». En Tonight, una de las más misteriosas, por su temática y por su desarrollo, volvemos al tema de las drogas, a los años de heroína: «I saw my baby(…)everything will be alright tonight/no one moves/no one talks/no one thinks/no one walks/tonight». Desarrollada con un sentimiento lapidario, la voz de Iggy se acuerda de Ziggy Stardust. Incluye un estupendo solo de Alomar.



En la otra mitad del disco encontramos el único single editado, el tema Success. La letra se enfrasca en la condena y la contradicción del éxito: «here comes the zoo/here comes success/(…)/I’m moved, man, i’m widged/(…)/i’m gonna go crazy/(…)/i’m gonna hop like a frog». El coro va devolviendo las frases principales y la repetición de versos («here comes…») y palabras da un ritmo pegajoso a la canción. Los detalles, como las palmas o el punteo de guitarra, adornando la melodía vocal se va complicando hacia el final de la canción. Por necesidad, o por convicción, rescataron un corte que intentaron terminar y, en cierto modo, grabaron en 1975. Turn blue, con música de Bowie y Warren Peace y letra de Iggy y Walter Lacey, resurge de las tinieblas de la heroína. «Jesus: this is Iggy» y allá voy. Melodiosa a la par que oscura y terriblemente desnuda, una epopeya de más de seis minutos.

Ricky Gardiner participa en la composición de Neighborhood threat, dando a la guitarra un endiablado protagonismo en la fluidez del tema y en el final con ese solo distorsionado que ocupa la coda final. Quizá el tema más amargo, con Iggy sintiendo el aislamiento social. El cierre con Fall in love with me es curioso, pues se basa en una improvisación en el estudio sobre una idea de Bowie; la mayoría de la letra está cantada en directo y retocada después. Aunque en apariencia está dedicada a su por entonces novia, la letra habla de la necesidad de sentirse querido por las personas con las que compartes tu vida: «fall in love with me/I wish you would/you look so good/when you’re young at heart».

Un viaje breve pero intenso de dos genios en lo suyo en plena hecatombe creativa. Pudo ser un fiasco, una bala perdida, pero quedó como el disco definitivo de Iggy Pop, el que permitió al flaco cantante desarrollar cuarenta años de carrear musical. 

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