por MrSambo (@Mrsambo92)
del blog CINEMELODIC
Denzel Washington no ha logrado trascender el carácter teatral del texto del doble premio Pulitzer, August Wilson, en lo que es un fracaso suyo como director. Las virtudes del film, que las tiene, deben agradecerse al texto y a unos excelentes actores (no debe excluirse aquí el trabajo con ellos del director Washington), especialmente los protagonistas, Viola Davis y el propio Denzel Washington (el resto cumple sin alardes).
“Fences” nos cuenta la historia de un padre afroamericano que lucha con sus múltiples debilidades y defectos para sacar a su familia adelante en la difícil y racista América de los 50. Washington interpreta a un basurero que cuando pasa a conducir el camión de la basura deja de gobernar su casa y a su familia. Un hombre que se lamenta de lo que pudo ser, de su truncada carrera como jugador de béisbol, del racismo que le condenó a su vida, incapaz de ver el cambio de los tiempos que representarían sus hijos. Un contador de historias carismático y dicharachero que se irá zambullendo en un abismo emocional, en perfecta progresión dramática, apagándole paulatinamente, víctima de sus defectos.
Denzel Washington factura una película anodina, rígida, agarrotada visualmente, con una puesta en escena absolutamente convencional, muy poco cinematográfica, dando la sensación de teatro filmado casi desde el mismo inicio. Una película que se sostiene por las interpretaciones de los dos protagonistas y un texto de agudas reflexiones y estupendos diálogos, que no evitan que resulte excesiva y morosa en sus dos horas y veinte minutos de duración.
Nunca logra el Washington director darle vigor a esos diálogos, fusionarlos y hacerlos más digeribles desde la puesta en escena, que no tiene elementos que enriquezcan el conjunto. Planos largos, pocos cortes, algún travelling, varios traseros siguiendo a los personajes… una planificación que busca en todo momento el lucimiento de los actores, que se explayen a su gusto.
Sí hay un aspecto interesante en el estilo. Esas pausas íntimas, en soledad, de los personajes que observamos en varias ocasiones antes de enfrentarse a una petición, confesión o que escenifican un dolor. Así lo vemos con el hijo mayor y el pequeño, con Rose (Viola Davis) y con el propio Troy (Washington).
El beisbol, el racismo y las cercas o vallas simbólicas (las del título) aparecen constantemente en la narración como elementos de conflicto y evolución dramática.
Sin dudas le daría el Oscar a Viola Davis, que está nominada a mejor actriz de reparto, pero bien podía haberlo sido a actriz principal. Su resignado amor, su poderío, su estoicismo y sufrimiento, quedan plasmados con una honda emoción en pantalla gracias a esta magnífica actriz.
El resto de personajes: los hijos de la pareja (todos de distintas madres), el entrañable amigo Bono (Stephen Henderson), el hermano desequilibrado víctima de la guerra… son importantes en el fresco general, si bien sus trabajos están lejos del de los dos protagonistas.
Es una película correcta, de actores, con una espiritual conclusión redentora, que deja algunas de las mejores interpretaciones de la temporada y buenas reflexiones, pero que no es de lo más destacado del año ni una película para ir recomendando.
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Comparto. Más allá de los tremendos duelos entre Washington y Davis, la película no llega. Oportunidad perdida para el director.
ResponderEliminarSaludos!
Así es, Esteban. Gracias por tu comentario.
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