Calderilla
EL pueblo pasaba hambre, mucha hambre, pero pronto empezaron a aparecer, en una noche hermosa para los poetas, infinidad de estrellas fugaces, enviadas como maná por un dios misericordioso, que se repitieron las noches siguientes, por cientos. Entonces la tristeza, barrida, fue siendo arrinconada poco a poco y los ojos de la gente fueron recobrando aquel resplandor antiguo, ese fulgor casi olvidado. Con la inanición y la muerte incesantes crearon una enorme croqueta que rebozaron en sueños y poesía.
ÁCS
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