
Ambientada en Melbourne, Animal Kingdom es una cinta que no os debéis perder, dura, fría, con una banda sonora preciosa, unas interpretaciones creíbles –de todos en general, pero se llevan la palma Jacki Weaver como la despiadada madre y Ben Mendelsohn como el hijo psicópata- y una historia que nos crea tantas dudas como a su protagonista. Para J, sus tíos son la familia, gente que le trata con amor, pero también criminales, atracadores, traficantes o asesinos. Nosotros, como espectadores, también somos conscientes de ello, pero, por otra parte, vemos cómo la brigada de robos con violencia no son precisamente un ejemplo de legalidad. En resumen, piltrafillas, una de mis recomendaciones sin paliativos y una muestra más de que a las pantallas comerciales llega mucha basura disfrazada de comedia enloquecida o de historia de amor con licántropos y vampiros, pero incomprensiblemente no se nos permite disfrutar de obras como esta, el retrato de un mundo en el que la leona, sus cachorros, pero también las hienas, desean sobrevivir a toda costa. ¿Quién sabe? A lo mejor la estrenan de aquí a dos años, como pasó con Los amos de Brooklyn.
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