por Dani Matute (@dmatuteb)
Al grano y de cabeza. Me voy a quitar desde el principio la parte técnica e histórica. Grabado en el 90 durante unos recitales en los que no presentaba ningún disco nuevo lo que le quitaba un poco de presión. Luego nos enteramos de que eran una despedida: en aquel momento Ramoncín estaba saturado del mundo de la música y nos quería dejar este directo como legado. Se grabaron las sesiones de Portugalete, Madrid y Barcelona. Y se recogieron en un poderoso directo editado en un vinilo doble que llegó a vender más 400.000 copias, una barbaridad para un disco de rock, en directo y doble. Unas cifras solo al alcance de Loquillo con su A por ellos, que son pocos y cobardes.
Precisamente, creo que estos dos directos más el Rock and Ríos de Miguel Ríos copan el pódium de mejor directo de rock español. Cada uno por una razón diferente. Y la diferencia de este Al límite vivo y salvaje de Ramoncín con todos los demás es que se consiguió captar toda la esencia del público: se siente su calor, se oyen sus gritos y cánticos, se notan sus saltos. En definitiva, la basca es parte del disco, es tan protagonista como los artistas. Y aun así, la calidad de la grabación es fantástica y se escucha perfectamente la música y la voz. Los músicos que arroparon a Ramoncín fueron los guitarristas Basilio Montes, Antonio “Zurdo” Molina y Max Sunyer, el bajista Luis “Rookie” Escribano, en los teclados Richi Fuentes y Cristóbal “Ciendedos” Delgado, batería Luis “Muecas” García y en el saxo, Gary “Salido” Barnacle, recogidos como “El Grupo Salvaje” en la info del vinilo. La armónica, como todos sabemos, para Ramoncín. En la producción, Vic Coppersmith-Heaven, productor e ingeniero británico que también produjo La vida en el filo y que había trabajado con coleguillas como The Jam e incluso Rolling Stones.
Vamos al lío.
Por casa andaba el La vida en el filo cuya doble portada me gustaba, por lo raro de una portada doble en un disco sencillo y por el descaro que rezumaba. La portada de este Al límite vivo y salvaje es una ilustración de Pascal Chardin (no he conseguido encontrar nada sobre él) y me fascinaba aún más. No desentonaría enmarcada y expuesta encima de la cadena musical y siempre la imaginé hecha con neón. Tiene un estilo parecido al A kind of magic de Queen, que también teníamos en casa. Transmite emoción y movimiento.
Cuando escuchaba este disco en mi radiocassette (sí, yo era de esos que le quitaba el plástico protector al cartón, sacaba el vinilo tocando solo los bordes como si fuera una bomba que desactivar y lo grababa en cinta TDK. No lo ponía mucho más para conservarlo lo mejor posible) me encantaba la introducción, los “oe oe oe” de la gente y esa melodía de una serie de televisión muy famosa en aquellos tiempos: Canción triste de Hill Street. Sin embargo, hoy en día, creo que es lo que peor ha envejecido del disco. Quizás era una moda porque en aquellos momentos porque, por ejemplo, Marillion comenzaba su directo The thieving magpie con una intro que era la obertura de la ópera de Rosini, “La gazza ladra”. No contento con esta extraña apertura del directo, Ramoncín dobló la apuesta metiendo como primera canción una balada. Decidme si habéis ido a algún concierto de rock que empiece con una balada. Eso sí, vaya temazo que es “Como un susurro”, prestando el micro a la peña durante el estribillo. Y a pesar de ello, queda bien. Ramoncín demuestra con esta canción que cuando se pone ñoño también lo hace a mucho nivel. La mayoría de los artistas matarían por ser recordados sólo por un tema así. Para este señor, sólo es otro himno más en su haber. Porque sí, es una frase manida, pero es que Ramoncín acuñó en una década y pico más himnos que canciones. Pocos a su altura.
Y comienza la caña con “¡Déjame!” muy al estilo de E Street Band y donde Ramón lo deja claro a todo el público: “Solo esperamos una cosa de vosotros: que cantéis claro y fuerte y con sentimiento. Sois lo más importante de este disco”. Sin más dilación, empuña su armónica para contarnos que “Estamos desesperados”. En mi opinión, es el tema del disco en el que se notan más sus limitaciones como cantante. Ojo, que eso no significa que diga que es un mal cantante, todo lo contrario. Un tipo que mantiene la voz durante tres horas de concierto no puede ser un mal cantante. Tuve un pequeño encontronazo con su manager cuando compartí en la página de Facebook de Ramoncín una pequeña crónica que hice de un concierto suyo, precisamente por esta opinión. Mi sorpresa fue mayúscula cuando el propio artista me contestó por privado con un audio para calmar los ánimos, en un tono amistoso, como si estuviésemos hablando delante de unos botijos. Ahí me di cuenta de lo que Ramoncín valora a su público, cuida y escucha. Un gesto que le honra y dice mucho de él: me sentí hasta importante, fíjate qué tontería.
Y llega uno de los mejores momentos. La historia de Mercedes, la niña que no le dejaba estudiar en la academia. Se lo cuenta el cantante al público en modo confesión íntima para introducir la maravillosa “La chica de la puerta 16”, compuesta a medias con ese otro genio que se llamaba Pepe Risi.
Le damos la vuelta al primer plástico y seguimos con la pasión desenfrenada que nos transmite “Canciones desnudas” con ese saxo al inicio y con ese “estoy loco por comerte el chochito” censurado en el disco original. Pura adrenalina y saliva. “Por ti me he vuelto loco” de nuevo nos devuelve la armónica de Ramoncín y las venas de las sienes siguen dilatadas para que nos llegue el oxígeno al cerebro como si estuviésemos a punto de hacer cumbre (interprétalo en modo literal o menos casto)
Toca bajar un poco las revoluciones y recuperar el aliento con “Marica de terciopelo”. Esa canción que tuvo la osadía de cantar en el año 78 en directo a toda España en TVE, con un rombo pintado en el ojo, para escandalizar a media sociedad española y encandilar a la otra media con su actitud punk. Me podría tirar el pisto e ir de guay (ahí, metiendo de clavo más jerga de los 80-90s, y no será lo último) diciendo que de joven flipaba también con esta canción. Pero no era así. De hecho, los tres últimos cortes de esta cara son los que solía saltarme. Tened en cuenta que aún tenía la cara llena de espinillas apurando los últimos años en el instituto. Con la edad he sabido apreciar el lirismo que esconden estos versos y contextualizarlo con el momento en el que se publicó y saber darle la importancia que tiene y se merece.
Con “Reina de la noche” me pasa algo parecido a lo que os he contado antes. Me gusta mucho más ahora que entonces. Ramoncín sigue prestando su micro al público para que le ayude a completar en alternancia la letra de la canción. A pesar de que nos cuenta que está subyugado por una mujer, nos lo hace con su chulería propia. Qué raro, llevo más de un folio escrito y es la primera vez que nombro la chulería hablando de Ramoncín. Según Jorge Ilegal, el rock es un ejercicio de arrogancia y chulería. Y Ramón es uno de sus mayores y mejores ejemplos. Y lo que para algunos es un defecto, a mí me mola.
Termina el primer vinilo con “Chuli”. Como si fuera una película de Eloy de la Iglesia nos enteramos de la última noche de un personaje de la calle, que se mueve fuera de la ley. Un retrato de parte de la sociedad de comienzos de la década de los ochenta, cuando las drogas hicieron tanto daño a una juventud que equivocó la libertad con el exceso y la perdición. Esos makoys y kinkis que te pedían las pelas. Qué eufemismo más gracioso ese de pedir.
Nos levantamos del sofá para sacar de la funda el segundo vinilo de este directo. Y que comienza con actitud rock & roll de libro: “Rock & roll dudua”. Fíjate que este tema si me dicen que es de Burning, me encajaría completamente. Y, afortunadamente, hemos llegado a tiempo a “La cita” para cantar uno de los estribillos más conocidos y disfrutar de otra historia de amor y sexo. De nuevo volvemos a relajarnos con “Ángel de cuero” otra de esas canciones con una letra distinta y compleja acompañada a las mil maravillas por el saxo de Mr. Barnacle.
Volvemos a la crítica social con “Forjas y aceros” que relata la lucha y el sufrimiento de una ciudad, Reinosa, afectada por la reconversión industrial que vivió nuestro país en los ochenta. Reinosa como ejemplo, porque aquello pasó en muchos más sitios. Como la canción está grabada en Portugalete, comete el pequeño gran error (hablo como cántabro de adopción y sabiendo de las típicas peleas de vecinos) de cambiar la letra de “sangre en las calles” a “sangre de Euskadi”, por eso de agradar a la audiencia. Lucha de clases. Lo triste es que el tema aún sigue teniendo vigencia. Quizás sea porque hoy es un día muy señalado, pero este tipo de canciones me recuerdan a mi padre, que siempre nos decía que él era un obrero y sólo podía estar de lado del que apoyase al obrero.
Y otra historia más que nos canta Ramoncín, la del último punk de “Putney Bridge”, con la letra, que pervive en el tiempo, “si muere el rock/¿cómo vas a disfrutar?/si muere el punk/¿con quién vas a pelear?/si vuelven los de siempre/es que algo anda mal, fatal” (la original es “si vuelve el pop/es que algo anda mal”). Debuten, tío. Otro himno más para terminar la cara A del segundo disco.
Abre la última cara una prescindible versión del “Cold Turkey” de Lennon que poco aporta al resto del directo. Pero nos desquitamos con la chulería y el morro que destila por los cuatro costados el “¡Hola, muñeca!”. Joder, tronko, cómo molaría ir así por la vida.
Llegamos a la intro de armónica más famosa de nuestra música. Llegamos al himno indestructible que nos ha regalado Ramoncín. A esa canción que si tienes más de 30 años has berreado en garitos y antros, con unos minis rulando entre los colegas o fumándote y pasándote un fly, mientras que te enrollabas como una persiana y le comías el tarro a alguna pibi para intentar ligártela (todo contado desde mi óptica de maromo). Esa canción que el 80 por ciento de la peña llama “Litros de alcohol”. Esa canción. ESA CANCIÓN. “Hormigón, mujeres y alcohol”. Todos esos momentos, esas vivencias, esas sensaciones te vienen sí o sí a la cabeza cada vez que escuchas esta melodía. Y si no es así, no has tenido juventud o estás muerto o estás mintiendo.
Termina la canción vacilando con el personal para encarar el último corte. Otro himno más, “Al límite”. Fin de fiesta perfecto. Alargando la canción, metiendo acordes del “Birthday” de los Beatles. Y cediendo el protagonismo a los que son los más importantes de este disco: a la gente: “Sabía que no nos ibais a defraudar. Me gusta esta ciudad porque me puedo encontrar con vosotros en la calle. Os quiero mucho, muchísimo”.
Siento si me ha salido un tocho considerable. Pero, por circunstancias, llevaba un tiempo apartado de los teclados y creo que me he quitado el mono con esta entrada. Gracias por leerlo hasta el final y perdonadme por meter tanta jerga de cuando tenía el pelo largo pero la ocasión merecía enrollarse tope guay.
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