Los Quireboys publicaron Beautiful Curse con nuevo sello, Off Yer Rocka Reocordings y bajo la producción del experto Chris Tsangarides, con el que verdaderamente formaban un buen equipo. Una producción mediocre puede realmente cargarse un puñado de excelentes composiciones, pero en Beautiful Curse la labor de Tsangarides es notable, limpiando sin anular ese característico sonido de directo de unos tipos que solo necesitan un mes, un estudio decente y el productor adecuado para marcarse un pelotazo como Beautiful Curse. Un sonido clásico y sin ornamentaciones, el justo ni más ni menos. En su debe tal vez quede el haber eliminado demasiadas aristas en busca de un satinado perfecto y el no haber dotado de algo más de punch al sonido de la batería.
Beautiful Curse se basa en eso que los Quireboys llevaban haciendo desde 1984: Rock and roll de sentimiento bluesy, adictivas melodías de tugurio, baladas memorables, sucias guitarras, pianos de garito y la inconfundible e inimitable voz de su vocalista. El producto normalmente no falla, pero esta vez habían ido más allá, y se habían marcado el que sin duda va a ser uno de los discos del año, un álbum que en el futuro podría llegar a considerarse clásico, porque tiene todos los ingredientes para llegar a serlo. Desgraciadamente faltaría lo que les sobra a otros, prensa y difusión.
Es bien sabido que los Quireboys jamás han renunciado a sus influencias. Se muestran orgullosos de ellas e incluso el propio Spike ha comentado que Beautiful Curse tiene un poco de los Rolling Stones, de los Faces, de Mott The Hopple y de AC/DC, y efectivamente esas son las fuentes de las que beben sin renunciar a una más que acusada personalidad propia, lo que les hace realmente grandes.
Sencillez a prueba de bomba, frescura, energía, pasión y por supuesto un dominio de sus cánones muy por encima de la media dieron como resultado un álbum memorable. Su faceta pícara está presente, pero parece que una cierta madurez se asoma a ciertos temas, temas que muestran un lado agridulce no muy presente en la carrera de la banda.
La alineación de la banda ha cambiado en numerosas ocasiones en su historia, pero el guitarrista Guy Griffin y el teclista Keith Weir todavía combinan ganchos y melodías irresistibles. Spike es una de las mejores voces de tugurio de la historia del rock, y en esta ocasión se encuentra en plena forma, absolutamente irresistible. El guitarrista Paul Guerin acompaña a Griffin en la construcción de esos riffs sucios marca de la casa y junto a él realiza las funciones de bajista tras la salida de Dave Boyce de la banda. Simon Hanson se hace cargo de nuevo de la batería de los Quireboys sustituyendo a Matt Goom.
"Too Much Of A Good Thing" abre Beautiful Curse en formato clásico instantáneo. Las guitarras bluesy de Griffin y Paul Guerin fabrican unos riffs a medio camino entre los Rolling Stones y AC/DC bajo el firme soporte de la batería de Simon Hansen y el bajo con Spike llenando el tema de emoción.
Después llega sleazy del bueno con "Chain Smokin'", con un excelente y sucio trabajo de guitarras de Griffin y Guerin y con un fabuloso solo para después bajar las ventanillas del coche con "Talk Of The Town", un tema con memorable riff principal de su pareja de guitarristas y con un cierto toque melancólico en base al teclado de Keith Weir.
Llega la balada suntuosa clásica de los Quireboys. Un excepcional Spike lleva con pasión la carga reflexiva y emocional del tema sobre sublimes y delicadas guitarras y magnífico piano de Weir en "Mother Mary", con un cierto aroma a Guns 'n' Roses.
El Chuck Berry fiestero devuelve la caña al disco de la mano de "King Of Fools", el tipo de tema que no puede faltar en un disco de los Quireboys, hasta que llega "Homewreckers And Heartbreakers", un temazo brutal evidentemente pensado para lucirlo en directo. La intro de teclado de Keith Weir traslada a slide guitars y teclados que crean un ritmo insistente sobre el que se eleva un genial Spike, tal vez el mejor del álbum. Fantástico estribillo para un corte lleno de pasión y energía y delicioso sentimiento blues.
El aroma funky de los Rolling Stones se asoma por "Diamonds And Dirty Stones", un tema perfecto para un hipotético Top Ten de la banda en el que destacan sobre manera los ritmos que consigue Simon Hansen con su batería y esos riffs de conducción funky. El solo tras el segundo estribillo es genial.
"Beautiful Curse" abre con el órgano de Keith Weir en busca de una balada atmosférica guiada por guitarras melódicas y estribillos pegadizos. Las influencias siguen presentes pero no pierden su personalidad, como en "Don't Fight It", un corte que propone la receta clásica y desde luego no falla.
Retorno al rock and roll de los buenos tiempos con "For Crying Out Loud", un tema que huele a tabaco, a whiskey, a tías y a autenticidad por los cuatro costados para que después "Twenty Seven Years" sea el momento reflexivo sobre aquellos músicos que murieron a los 27 años. Bonita y con un excelente trabajo de teclado de Weir. "I Died Laughing" cierra el álbum en formato himno veraniego.
Pocas bandas hay en la actualidad tan honestas y llenas de energía y pasión como los Quireboys. Si a eso se le añade que con Beautiful Curse han dado absolutamente en el clavo, poco más se puede pedir. Los Quireboys parecen los encargados de mantener la tradición británica del rock de garito, y si lo hacen a este nivel el resultado es uno de los mejores álbumes del año. Ellos saben como convertir la sencillez en el mejor rock and roll. Ellos son el rock and roll y este disco debería colocarlos de una vez por todas en el lugar en el que merecen estar, en lo más alto.
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