En mayor o menor medida, cuál más, cual menos, hemos de considerar que los discos de Soulfly siempre tienen algo. Más allá de las diferentes formaciones con que ha contado el proyecto a lo largo de estos ya veinticinco años, Max Cavalera es un tipo que suda metal, por lo que lo acompañe quien lo acompañe, sus álbumes cuentan por si solos con elementos atractivos. Sin embargo, los puntos altos en su carrera han llegado habitualmente de la mano de los matices; de hecho, sin ellos lo que queda es Max en estado puro y en piloto automático, como ocurrió en Savages (2013), por ejemplo. El caso es que desde aquel disco tuvimos unos contundentes Archangel (2015) y Ritual (2018), álbumes que encuentran continuación en este Totem, eso si, con un pequeño gran detalle: ya no está Marc Rizzo. Y aquello se hace sentir. Totem no es un mal disco, pero luce algo plano respecto a sus antecesores, un álbum que apunta directo a la médula del sonido Max Cavalera pero que inevitablemente cae en la monotonía de la propuesta.
La producción sigue yendo por donde han ido los últimos trabajos de Soulfly, restándole protagonismo a una voz (naturalmente) cansada de Max, y colocando una instrumentación poco prolija por encima, la cual se centra en el peso de un thrash tremendamente reconocible a estas alturas y de marca registrada. Son pocas las sorpresas que nos esperan por tanto en Totem, de hecho, hay que llegar al final del álbum para encontrarse con el tradicional instrumental que Cavalera incorpora en cada álbum, en esta ocasión acudiendo a las atmósferas mediante cuerdas limpias, encontrando ahí un movimiento distinto, que se complementa de buena forma con más de seis minutos de 'Spirit animal', la única en todo el álbum que se la juega al menos estructuralmente por algo diferente. El resto irá más o menos donde siempre, con algo menos de inspiración respecto a los antecesores.
Desde que abre el disco, por tanto, sonarán canciones afiladas de dos a tres minutos, que apuestan por la velocidad en 'Superstition', 'Scouring the vile' (con apoyo en voces de John Tardy de Obituary), 'Filth upon filth' o más adelante en 'Ancestors', algún coqueteo al nu metal encontraremos en el riff de 'Rot in pain', bajadas de tiempos en 'The damage done' (con una buena alza de intensidad en su solo), groove ganchero en 'Totem' (la canción), y sería. No demasiado más.
Con una formación que venía estable desde hace una década, que cuenta con su hijo Zyon en batería + Mike Leon en bajo, Max Cavalera había podido desenvolverse con tranquilidad durante el último tiempo, por lo mismo la partida de Rizzo ha mermado un tanto la propuesta. Totem es una correcta continuación para lo que fue Ritual (2018), uno o dos peldaños por debajo, eso sí.
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