The Hunter
Hemos de considerar que los adolescentes que entraran por estas fechas en el mundo de Iron Maiden con sus últimas obras de estudio debían alucinar. Yo, amigos, entré en este universo cuando editaban Fear of the dark en 1992, y este lo consideré un disco fácil, enérgico y rockero por decirlo de algún modo.
En 2010, en cambio, si un chaval se bautizaba en esto de los Maiden, con un disco como The final frontier, bueno, era como examinarse de coche sin ni siquiera haber ido en patinete. Maiden estaban desde hace diez años en su propio laboratorio de heavy progresivo-épico-operístico, si bien en las épocas Seventh son of a seventh son o Factor X ya iban por caminos similares. Por eso, o lo tomas o lo dejas. De los últimos cuatro discos en estudio podías pillar uno o dos temas por álbum que podían estar en la liga del heavy rápido y arrebatador de 2 minutes to midnight, lo demás era puro teatro: Harris elaborando complicadísimos circuitos de progresiones, zigs zags, vuelos supersónicos y atmósferas varias, y Bruce ejerciendo de tenor en la obra. Es lo que intentaron hacer Judas Priest con Nostradamus y les salió un tostón del que todavía no nos hemos recuperado, pero Maiden llevaban trabajando en ello mucho tiempo, y les salía mucho más natural.
Y no nos engañemos, The final frontier no podía competir con cualquier obra clásica de la banda, si bien en él hay temas que merecen una escucha silenciosa, un disfrute sosegado, y mucha paciencia, claro. Bruce canta con pasión, y aunque ya sabemos que su voz había perdido cierta brillantez, cierto color, que no garra, Bruce se conserva maravilloso y en directo recuperaba a ratos su trono: él era la llave para que Maiden estuvieran donde estaban; lo demás era Steve Harris, Adrian Smith (el guitarrista es el complemento compositivo del omnipresente Harris) y los otros, pero el empeño de Bruce para que las canciones subieran y subieran, su pasión, es lo que hacía que aquellos Maiden no pareciesen envejecidos y rancios científicos experimentando en su laboratorio. Las guitarras recuperan esplendor en temas como The man who would be king, y funcionan las largas operetas como este mismo tema, o el último When the wild wind blows (hay que decir que aquella The clansman de Virtual X fue una de las canciones de Maiden más influyente para los propios Maiden, en cada disco la utilizaban de molde, como es este el caso). Luego el nivel baja, en mi opinión, con Mother of mercy, paradójicamente muy pesada con sus cinco minutitos de duración. Adoro la emoción de Bruce transmitiendo las últimas palabras del astronauta a punto de ser abrasado por el Sol en Satellite 15... The final frontier (qué bien hubiera quedado este tema en Somewhere in time), y creo que el single El Dorado funcionó de fábula en directo, aunque en estudio la encuentro precipitada, con un estribillo forzadísimo y poco original.
The final frontier estuvo a la altura de A matter of life and death, aunque quizás no superase a Dance of death, que con el tiempo considero el mejor disco desde la reunión con Bruce. Escasos peros en esta obra de horrenda portada (la de A matter of life and death fue la mejor en mucho tiempo). The final frontier mantuvo viva la llama, y eso nos llenó de alegría a los fans.
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