Habían pasado ya 35 años desde que la formación original de Black Sabbath publicase su último álbum de estudio hasta la fecha, el inconcluso e inclasificable Never Say Die! Transcurrieron 15 años desde aquel Reunion en el que el grupo plasmó una serie de esporádicos conciertos hasta que Dio sustituyó a Ozzy Osbourne. Y hacía ya 10 años desde que aquella mítica formación original anunciara nuevo material de estudio.
Con esos datos, reunir a las tres cuartas partes de los Black Sabbath de los 70 y lanzar un nuevo álbum, 13, el decimonoveno de estudio, se antojaba cuando menos ambicioso.
A fuerza de ser sinceros, el resultado fue absolutamente sorprendente, y no en sentido peyorativo, porque las expectativas eran al menos preocupantes, y la verdad es que 13, el nuevo trabajo de Black Sabbath, era un pedazo de álbum.
Elemento fundamental a la hora de definir el sonido plasmado en 13 es la mano del ínclito Rick Rubin. Para lo bueno y para lo malo las producciones de Rubin siempre han dejado su sello, y en 13 el super productor se embarca en la búsqueda del santo grial que devolviese a Black Sabbath a los sonidos que a comienzos de la década de los 70 otorgaron a la banda reconocimiento como padrinos del metal. Rubin consigue sin duda ese sonido proto metal, para el cual llega a incluso a utilizar materiales retro o vintage y a grabar en directo, aunque dota a su trabajo de un toque acorde a los tiempos que afortunadamente no hace mella alguna en su esencia.
La otra parte básica en 13 es por supuesto la banda en si misma. Tony Iommi continúa siendo fiel a su leyenda. El tipo que revolucionó la guitarra en el rock en base a demoledores riffs creados con tritonos, mantiene su esencia y la de su banda, salpicando 13 de aquellos riffs y solos marca de la casa, momentos al alcance de muy pocos, demostrando técnica e intuición e incluso ampliando sus registros.
Geezer Butler se muestra de nuevo como uno de los ejes en torno a los cuales gira la música de Black Sabbath. Su sentido del ritmo queda plasmado en potentísimas líneas de bajo plenas de profundidad y estructura y mantienen su aroma original aún cuatro décadas después de su debut. Butler es además el letrista de Black Sabbath, y en 13 se destapa con una irreverente imaginería a medio camino entre la blasfemia y la comedia, olvidándose por momentos de su lado más satánico e incluyendo temas centrados en la ciencia ficción.
Brad Wilk, el antiguo batería de Rage Against The Machine, ocupa el puesto del inmenso Bill Ward, alejado del proyecto digamos que por motivos contractuales. La aportación de Wilk resulta bastante acertada, dotando a 13 de un punto de modernidad, aunque lógicamente adolece del sentido del ritmo y del aroma jazzy de Ward.
Y Ozzy Osbourne queda incluso bien en 13. Si, probablemente sus carencias físicas habrán sido tamizadas por filtros y demás artilugios, pero el resultado final es excelente. Para un tipo que se sometió a si mismo a una constante sobre exposición y a un deterioro personal casi constante, eso ya es demasiado. Otra caso sería cómo cómo se desenvolvería el Madman en directo.
Musicalmente 13 es una fantástica colección de grandes temas, temas que exhiben una sorprendente fluidez llena de geniales y pesados riffs así como potentes ritmos dirigidos por la cerrada interacción entre las líneas de bajo de Butler y la guitarra de Iommi. Black Sabbath retoma su lado más clásico, aquel que bebía en las fuentes del blues y que transformó su sonido en base a la psicodelia y a los mastodónticos riffs. El lodo por el que la banda se arrastró gloriosamente en los 70 vuelve a salir a la superficie, y aunque el rock y el metal han cambiado mucho desde 1978, Black Sabbath coloca perfectamente aquella gloriosa esencia en el siglo XXI. Black Sabbath recupera de manera admirable sus señas de identidad, y las utiliza, junto a excelentes rarezas, en pro de su grandeza.
13 abre de modo espectacular con "End Of The Beginning", un viscoso y glorioso trallazo en el que Ozzy canta "Rewind The Future To The Past", un acertado intento de volver a las glorias del pasado. Pastoso comienzo, demoledora sección media y final colosal para un tema con olor a clásico. El prototípico jugueteo de Black Sabbath con el lado oscuro emerge de la mano de "God Is Dead?", un pelotazo de riffs demoníacos que transporta sin remisión a los años 70. Sus oscuras progresiones desembocan en tremendas y ardientes jams.
En "Loner" vuelve a manifestarse ese ritmo arquetípico de Black Sabbath, mientras que en "Zeitgeist", con su estilo "Planet Caravan" del Paranoid de 1970, la banda pone un poquito de paz en base a bongos, acústicas y elegantísimos licks teñidos de jazz entre los que asoma la fantasmal modulación vocal de Ozzy. Impresionante solo de Iommi, demostrando él y los suyos que poseen varios registros y no sólo el conocido.
El bajo de Butler se convierte en elemento diferenciador de "Age Of Reason", un tema en el que Iommi vuelve a deleitar gracias a un solo descomunal, dando paso al trallazo existencial de "Live Forever", un tema que mantiene la intensidad de manera contundente.
"Damage Soul" es probablemente el mejor tema de 13. Composición absolutamente épica en la que se vislumbran las raíces blues de la banda. La armónica de Ozzy y un brutal solo de Iommi destacan en esta dosis letal de metal blues.
El álbum se cierra con "Dear Father", azote de pervertidos mediante el doloroso látigo de los lamentos de Osbourne. Intensidad y calma repartidas a partes iguales.
Es por tanto 13 un magnífico trabajo que va a estar sin duda en el top tres de los discos facturados en este 2013. Un álbum que refleja de manera clara y concisa la esencia de una de las bandas más importantes de la historia del rock, y lo hace en base a unas premisas fundamentales que Rick Rubin se encargó de recuperar y mantener.
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