Por Esteban Martínez (@EMartineC)
Pero vayamos a la música. Ahí, se agradece el que Eddie abandone del pozo melancólico que venía desarrollando junto a Pearl Jam ('Yellow moon' o 'Future days' de Lightning bolt , 'Retrograde' o 'River cross' de Gigaton) y se lance sobre melodías algo más optimistas, acertando en 'Invincible' como partida, un canto esperanzador que de cierta forma lo reinventa. De ahí en adelante el disco oscilará entre medios tiempos bastante bonitos y amenos como 'Long way' (donde su admiración por Tom Petty se vuelve evidente) o 'Fallout today', además de piezas donde apunta al rock, a veces pero en versión inofensiva, estilo 'Power of right', 'Brother the cloud' o 'The dark' (cositas de Bruce Springsteen acá) y en ocasiones acercándose al filo que alguna vez ostentó junto a Pearl jam (porque no todo va a ser renegar de su banda madre), lo cual ocurre en la pasada por 'Good and evil' + 'Rose of Jericho' (algo del alma de viejas glorias como 'Whipping', 'Brain of J' o 'Lukin' se huele en estas).
Párrafo aparte merece el mejor momento que Eddie Vedder encuentra en el álbum: la absolutamente hermosa 'The haves' (directo al playlist de mejores canciones 2022). En esta, el vocalista reflexiona (en modo 'Just breathe') respecto al paso del tiempo y la insatisfacción constante, declarando completa entrega a su pareja mediante preciosos arreglos llenos de melancolía. Un verdadero momentazo.
En la recta final el disco Vedder acabará por desatarse, primero en la curiosa colaboración con Stevie Wonder en la harmónica de una inquieta 'Try', luego en la melódica 'Picture', con presencia de Elton John, para finalmente ponerse muy McCartney en la beatlesta 'Mrs. Mills' (con Ringo Starr en batería y homenaje a la pianista Gladys Mills) y acabar sampleando a su padre en una fantasmal 'On my way'.
Es altamente probable que en una primera pasada un disco como Earthling acabe decepcionando a muchos. No es Pearl Jam y, salvo un par de momentos, no huele ni parecido. Sin embargo, la invitación es a no juzgar tan rápido y seguir ahí. Sobre todo, estamos frente a un álbum honesto que lentamente despliega su belleza. El mejor disco de Vedder en solitario y, digámoslo, inmensamente más interesante que cualquier cosa realizada durante la última década junto a sus habituales compañeros de ruta.
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