Por Esteban Martínez (@EMartineC)
Y es que si alguna vez fue Brian Welch quien abandonó el buque (2005-2013) ahora ha sido Fieldy quien se ha marginado de las presentaciones en vivo de Korn, cediendo el bajo al chileno Ra Díaz, asunto que seguro tiene que ver en que Requiem sea el álbum más corto que la banda haya editado a la fecha, tan solo treinta minutos de música en un disco que desprende la sensación de que no se han complicado y más bien han salido del paso con lo que tenían a mano. Las canciones son simples (todas rondan los tres minutos de duración) y directas, ninguna, absolutamente ninguna es particularmente destacable y/o recordable pues todas responden a la misma fórmula: estrofa/coro/estrofa/coro y vamos cerrando... Como cuando una banda se sube al escenario a tocar, pero todo rapidito pues desean irse cada uno a su casa.
Y pese a todo, lo mencionado no convierte a Requiem en un desastre ni en nada parecido. El disco funciona, ahí tienes 'Forgotten' como una buena apertura, con su coro ganchero y un Davis sabiendo moverse en diferentes tonalidades, así como más adelante 'Start the healing' funciona como otro tema pop del álbum. El resto se moverá por donde Korn sabe moverse, sonando agradables aunque inofensivos, como ocurre en 'Lost in the grandeur' o 'Disconnect', melosas a más no poder en sus coros, recurriendo al auto plagio en 'Penance to sorrow' (que es la canción de Korn que hemos oído cien veces antes) y salvándose gracias a la labor (again) de Jonathan Davis en 'Hopeless and beaten', un tema normalito que el vocalista rescata gracias a sus guturales.
Requiem evidencia el momento de Korn, una banda que ha vivido una serie de vaivenes en su formación durante los últimos quince años y que al parecer no tiene demasiado con que trabajar. Tampoco pasa nada, hicieron lo que debían hacer, y hoy su grandeza la recibimos a goteos. De todas formas, mientras a Jonathan le dé, siempre estará el directo para gozarlos.
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