by King Piltrafilla (@KingPiltrafilla)
La película es tramposa en el sentido de que –como ocurría en Unthinkable, otra de las que os hablé anteriormente- coloca al espectador en una situación en la que sin darse cuenta le convierte en un ser tan despreciable como aquel al que quiere criticar. Si en aquella ocasión la trama nos hacía justificar cualquier acto con tal de descubrir la localización de una bomba, esta vez disfrutamos y exigimos –los flashback continuos con imágenes de la feliz vida de Benjamin desde su nacimiento se ocupan tendenciosamente de ello- que se le hagan al psicópata las mayores perrerías, convirtiéndonos en seres en el fondo tan execrables como él ¿o no es así? Quiero decir, ¿es que quizás está justificado robar a un ladrón, matar a un asesino o torturar a un degenerado? Así pues, The tortured se debate entre un ejercicio de conciencia introspectivo que invita a recapacitar sobre la violencia inherente al ser humano y un puro producto sangriento más para consumo comercial, siendo en resumen una película de torture light que en mi opinión está más dirigida a adultos –y padres diría yo- que a jóvenes ávidos de cine gore, más que nada porque por muy sensible y humano que se sea, sólo los que hemos sido padres podemos ponernos en la piel de los Landry y porque la verdad es que aunque la publicidad invite a creer lo contrario, la película no tiene nada de gore, al menos no hasta casi el final. Habrá quien critique a este tipo de propuestas y quiera ver en ellas una señal de la pérdida de valores de la sociedad actual, pero no hay más que recordar como hace siglos la ciudadanía disfrutaba viendo ajusticiar a los reos e iba a pasar las tardes a los cadalsos con bebida y comida. Y es que en el fondo –aunque nos pese y algunos luchemos por mantener esas pulsiones sepultadas en lo más profundo de nuestra voluntad- somos animales vengativos que gozamos con el olor y el color de la sangre. Recomendada.
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